PGV- Edición 465 - miércoles 19, julio, 2023 - ‘Llegó el momento de que una mujer gobierne a Colombia’ - y más temas hoy en PGV
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Medir el nivel de democracia real en un país es un desafío complejo debido a la naturaleza multifacética del concepto. Sin embargo, existen diferentes enfoques y herramientas que se utilizan para evaluar este aspecto.
Una de las formas de medir la democracia real es a través del uso de índices y clasificaciones. Estos índices generalmente evalúan varios aspectos de la democracia, como los procesos electorales, el funcionamiento del gobierno, los derechos civiles, la participación política y la libertad de expresión. Ejemplos de índices ampliamente utilizados incluyen el Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit, el informe "Freedom in the World" de Freedom House y el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.
Estos índices utilizan metodologías complejas que involucran la recopilación de datos, la elaboración de indicadores y la asignación de puntuaciones a los países en función de esos indicadores. Aunque estas medidas pueden ser útiles para obtener una visión general del nivel de democracia real en un país, también es importante considerar sus limitaciones. Los índices se basan en datos disponibles y pueden verse afectados por sesgos o subjetividades en la recopilación y el análisis de datos.
Además de los índices, la medición de la democracia real también puede incluir la evaluación de la participación ciudadana y la sociedad civil. La existencia de un entorno propicio para la participación activa de los ciudadanos, la libertad de expresión y la protección de los derechos humanos son elementos fundamentales de una democracia real. La presencia y vitalidad de organizaciones no gubernamentales, grupos de defensa de los derechos humanos y medios de comunicación independientes son indicadores importantes a considerar.
Medir su nivel en un país implica utilizar índices, evaluar la participación ciudadana y la sociedad civil, así como analizar diversos aspectos políticos, sociales y legales. Sin embargo, es importante reconocer las limitaciones inherentes a cualquier medida y tener en cuenta que la democracia es un proceso en constante evolución.
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Libertad, desigualdad y confrontación
Por Eduardo Barajas Sandoval (*)
18 de julio de 2033
Pasado el fogonazo que sacudió a Francia, luego de la muerte de un muchacho de origen árabe a manos de un policía, conviene repasar, con distancia, el contexto de esa nueva apelación a la violencia en el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Parecería existir consenso al atribuir el “estallido” a jóvenes franceses descendientes de inmigrantes, principalmente árabes, norafricanos y musulmanes, condenados a vivir geográficamente marginados, y tratados como ciudadanos de segunda clase. A quienes se pueden haber sumado otros grupos por sensible solidaridad.
Se dice que, detrás de lo sucedido, hay una secuencia de equivocaciones políticas y urbanísticas, generadoras de guetos cuyo manejo se sale de madre, dificulta la presencia del estado y abre paso a la acción de los extremistas y de las mafias. Se cuestiona además la actitud del resto de la sociedad, que integra o rechaza a los inmigrantes con fundamento en consideraciones raciales, religiosas o culturales.
Muchos observan cómo el caso francés difiere del de la Gran Bretaña, donde hijos de inmigrantes han ascendido por la escalera del poder político y con el apoyo ciudadano han llegado al parlamento, la alcaldía de Londres y el ministerio principal de Escocia. Y subrayan que la mayoría de los parlamentarios conservadores, quién lo creyera, escogió a un descendiente de inmigrantes indios, no cristiano, como gobernante del Reino Unido.
Después de la protesta de los chalecos amarillos y de la reacción contra el cambio de la edad para pensionarse, la reciente revuelta lleva una vez más la marca de la apelación a una violencia que desborda los límites razonables de la protesta social. No otra cosa se puede deducir de los miles de vehículos y pequeños negocios destruidos, y del ataque a alcaldías, bibliotecas y escuelas, que nada tendrían que ver con el asunto, salvo que se trate de una especie de “guerra santa”.
No es extraño que, en Francia, a pesar de su tradición democrática, haya campo para la rabia contra el Estado, característica de nuestra época, en medio de una globalización que, en países con diferentes tradiciones y sistemas políticos, deja rezagados a sectores que reaccionan contra la marginalidad a la que se sienten condenados. Fenómeno exacerbado por la acción a través de las redes sociales, que puede obedecer a impulsos honestos, pero también admite propósitos perversos, algunos con protagonismo extranjero, que las convierte en armas de destrucción masiva.
No cabe duda de que, en Francia y en otras partes, es hora de volver a discutir sobre el papel del estado, cuando se han desdibujado los partidos y ningún sistema político parece suficientemente idóneo para evitar insatisfacciones que provocan reacciones violentas. Algún tipo de rabia contra el estado existe prácticamente en todas partes, aunque en algunas permanece oculta o reprimida, mientras se desata con mayor facilidad en espacios políticos con mayores márgenes de libertad
Pero el caso francés obliga a mirar, además, un aspecto diferente del de las relaciones entre el estado y los sectores marginados de la sociedad. Se trata del espinoso tema de la integración de los inmigrantes, que siempre deja fisuras por la imperfección de todo lo que se haga o se deje de hacer al incorporar, súbitamente, personas venidas de otra parte, con su cultura a cuestas, a grupos sociales que no contaban con la eventualidad de compartir su vida con extraños.
Francia, como potencia colonial, ha tenido que asumir ese reto desde el siglo antepasado, sin olvidar que allí no hay lugar para el reconocimiento de minorías, y mucho menos por consideraciones religiosas, porque eso implicaría desvirtuar los principios de la igualdad y la laicidad.
La “asimilación” requiere entonces de la aceptación voluntaria de los ideales de la república. Difícil cuando los inmigrantes se niegan a aceptarlos, sea por convicción política, o porque prefieren creencias religiosas y valores o prácticas de familia y comportamiento social propios de sus culturas de origen. De donde surgen desacuerdos sobre la vestimenta, el matrimonio poligámico, el papel de las mujeres en la sociedad, y prácticas como la mutilación genital femenina.
Al finalizar la segunda década del Siglo XXI, casi el 10% de la población francesa era de inmigrantes, en su mayoría venidos del África y en particular del Magreb. Ellos, y sus descendientes, conformarían una población principalmente musulmana de cerca de 8 millones de personas, en su mayoría jóvenes, involucrada en el problema de la integración.
Tal vez se pueda apreciar mejor el fondo de las motivaciones un poco más remotas de los principales protagonistas de los hechos recientes, si se tiene en cuenta que la Guerra de Argelia dejó sembradas semillas de retaliación contra el antiguo poder colonial, que Mayo 68 introdujo elementos de liberación del pensamiento y la acción juveniles, y que la Revolución Iraní inspiró sentimientos de movilización en busca de la observación ortodoxa del islam, a los que se vinieron a sumar organizaciones contemporáneas empeñadas en una confrontación contra Occidente.
En 2016, el 29% de los musulmanes encuestados no vacilaba en considerar la ley islámica como más importante que las leyes de la República Francesa. Circunstancia que, traducida al comportamiento en situaciones de encuentro, o desencuentro, con las autoridades del Estado, constituye una fuente muy importante de dificultades.
Así se entiende cómo incidentes como el de la muerte del joven que no atendió las órdenes de la policía, pudo desatar una cadena de reacciones que traen a cuento una variada colección de sentimientos que van desde las reacciones anti-estado, anti-establecimiento, o anti-autoridad, hasta el llamado íntimo a la lucha por una causa inspirada en la fidelidad a principios religiosos que se llevan en el fondo del alma y por los cuales se está dispuesto a la lucha y hasta el sacrificio.
Este recuento, que se queda corto, permite tal vez entender las dificultades propias de un asunto que desde afuera se tiende a simplificar demasiado. Problema que los últimos presidentes galos han tratado de manejar desde diferentes perspectivas, en busca de remendar la “fractura social” de la que hablaba Chirac. Para lo cual han intervenido en materia educativa, han buscado el diálogo y han llegado a la expedición de una “ley de refuerzo de los principios republicanos”, cuyo éxito solamente se podrá apreciar con el tiempo, y que insiste en la existencia de una sola comunidad nacional, la convivencia dentro de la laicidad, y el trato igual para todos los ciudadanos.
Sea cual sea la orientación de la política del estado ante una situación que no ha tenido arreglo, subsisten los elementos propios del desencuentro, con uno que en particular complica la marcha hacia un arreglo que deje satisfechas a las partes. Se trata de la representación de los musulmanes de Francia, difícil de atribuir a alguien en particular, ante la coexistencia de tantas versiones del islam radicadas en el país. Sin perjuicio de que haya amplios sectores musulmanes que son entusiastas, sin reservas, de la causa de la República.
La persistencia de la inconformidad con el Estado, y la agitación de elementos culturales que van en contravía de sus instituciones, pueden degenerar en violencia con la facilidad que ya se ha podido ver, y mantendrán en vilo a Francia hasta que se descubran fórmulas para evitar el rezago de ciertos sectores sociales y se comiencen a notar los efectos del nuevo intento de asimilación que la ley de refuerzo de los principios republicanos trató de promover. Mientras tanto, los buitres de los extremismos, de toda procedencia, asechan y están prestos a sacar provecho de cualquier desvarío.
La Francia profunda, que encarna los valores de la república, también observa.
(*) Exembajador de Colombia. Director y moderador del Observatorio de actualidad Internacional de la U. del Rosario. Exrector Universitario. Decano y docente titular en U. del Rosario. Analista y escritor sobre temas de Relaciones internacionales, gobernanza y geopolítica.
Fuente: El autor
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‘Llegó el momento de que
una mujer gobierne a Colombia’: cardenal Luis José Rueda
Historia de Carlos Camacho • 15, julio, 2023
Al arzobispo de Bogotá, monseñor Luis José Rueda,
fue designado cardenal de Colombia.© Néstor Gómez. EL TIEMPO
El jerarca de la Iglesia
católica pide que en Colombia se abra el debate sobre esta posibilidad.
“Yo creo que llegó el momento de
que una mujer gobierne a Colombia”. La frase no la expresa ningún dirigente
político. La dice, con absoluta convicción, el nuevo cardenal, monseñor Luis
José Rueda. El alto prelado pide en esta entrevista para EL TIEMPO que el país
debata su propuesta de elegir a una mujer como próxima primera mandataria, y
expone las razones que tiene, y que defiende con total seguridad, para que sea
así.El cardenal Rueda inicia su diálogo con el cronista comentando aspectos de
su vida y de su vocación sacerdotal.
Monseñor, ¿quién era su padre?
Mi padre, Luis Emilio Rueda, era obrero de
construcción en San Gil, Santander. Era un albañil, como todos los ‘maestros’
que hacen arreglos en las casas. Él era contratado para trabajar y nosotros le
ayudábamos.¿Nosotros, quiénes?Mis hermanos; somos seis varones, seis
mujeres. Los varones íbamos con él a trabajar. Somos 12. Yo soy el número diez
de los 12.¿Y su madre quién era?Murió cuando yo tenía un año de
ordenado. Se llamaba Socorro Aparicio.¿Y ella qué hacía?En la casa
cuidando la ‘escuela’ de hijas y de hijos. Todos vivíamos del salario de mi
padre como albañil. Y cuando crecimos y casi todos trabajábamos, se abrió una
alcancía marranito en la casa donde todos depositábamos lo que ganábamos. Era
una economía de familia donde nadie manejaba dinero. Solo mi madre.¿Y usted
cuánto ganaba?Hacia un trabajito en un taller de carpintería y por lijar y
trabajar los fines de semana me daban algo así como cinco pesos y eso lo
entregaba. Yo soy técnico metalista soldador. Cursé bachillerato técnico y
rotaba por todos los talleres: ebanistería, soldadura, mecánica, dibujo
técnico, fundición. Me gustaba mucho la soldadura porque era construir una
reja, una ventana, una puerta, una silla, todo lo que era unir metales con la
soldadura. ¿Su mamá era muy rígida?Templadita como buena
santandereana. Eso es muy necesario porque de otra manera uno se descarrila.¿Su
papá era también santandereano?Sí, pero él cedía la autoridad a ella. Era
ella quien implantaba el orden en la casa.(Le puede interesar: De trabajar como mecánico a
cardenal: el camino de Luis José Rueda)
¿Por eso dice que las
santandereanas son ‘templaditas’?
El matriarcado hace parte de la vida institucional de nuestras familias y además son temperamentales, son lideresas. En Santander tuvimos a Manuela Beltrán, a Antonia Santos, mujeres que lideraron la libertad de nuestro país. Colombia está en mora de tener una mujer al frente de los destinos de este país.
¿Por qué lo cree?
Creo que la mujer puede darle un giro al manejo de
las cosas. Colombia históricamente ha sido un país manejado por hombres. Es
bueno que una mujer llegue a asumir los destinos de la nación y hay muchas
mujeres en Colombia capaces, dispuestas y preparadas para hacerlo. Mire el
resultado del gobierno de mujeres en el mundo. En Brasil, con Dilma Rousseff;
en Inglaterra, con Margaret Thatcher; en Alemania, con Angela Merkel. Y en
muchos países más. A mí me gustaría que hubiera una presidenta de la República
en Colombia. Hay muchas mujeres cultas, preparadas; muchas que han hecho una
carrera de servicio público, que piensan en el bien común, que son capaces de
dialogar con las regiones, que son capaces de entender, desde el genio
femenino, como diría san Juan Pablo II, lo que es la historia del país. Hay que
darle una oportunidad a la mujer.
¿Cuál fue la referencia que hizo
el papa Juan Pablo II al respecto?
Hablando de la dignidad de la mujer, decía que el genio femenino es un don de Dios para la humanidad.
Colombia históricamente ha sido un país
manejado por hombres. Es bueno que una mujer llegue a asumir los destinos de la
nación y hay muchas mujeres en Colombia capaces, dispuestas y preparadas
¿Por qué sería bueno para el país que una mujer llegara a dirigir los destinos de la Nación como Presidenta de la República?
Basta con ver el desempeño de
mujeres que han logrado liderar varios aspectos de la vida económica, pública y
privada del país; mujeres hacedoras de grandes empresas, alcaldesas,
gobernadoras. Han sido vicepresidentas de la República, la anterior y la
actual, y en el Congreso y los cuerpos colegiados, en el Senado tenemos muchas
mujeres capaces. También en la vida jurídica y en la Rama Judicial. Exitosas
presidentas de las altas cortes. Personas muy preparadas. En la parte académica
tenemos grandes mujeres que lideran las investigaciones. Por lo tanto, yo creo
que llegó el momento de que una mujer gobierne a Colombia.¿Tiene usted ya en
su mente precandidatas?Hay una lista grande de mujeres en Colombia con
capacidad de gobernar este país. Dicen que las mujeres desarrollan más que
nosotros los dos lóbulos cerebrales y que tienen la capacidad de tener una
visión más holística de la historia de las situaciones sociales
¿A qué teoría sobre el cerebro
de la mujer se refiere?
Neurólogos y psicólogos han manifestado que las
mujeres tienen una capacidad cerebral más sensible; tienen más inteligencias.
Antiguamente se creía que era solamente más inteligencia racional, ahora hay
una inteligencia emotiva que las mujeres la desarrollan más. El hecho de ser
madres les ayuda a valorar y a sentir la vida desde los orígenes, incluso desde
el vientre. Fíjese que países tan desarrollados como Inglaterra y Alemania
reeligieron a sus mujeres gobernantes por exitosas. Cuando se retiraron, lo hicieron
porque esa fue su voluntad, a pesar de que tenían alto puntaje de aceptación
por parte de la ciudadanía.
Lo advierto muy convencido de su
posición...
La mujer puede encarnar un gran signo de esperanza para el futuro y la historia de Colombia. No voy a dar nombres. Hay mujeres maravillosas, capaces para serlo. Prefiero que la misma opinión pública abra un debate sobre el tema. Ojalá fuéramos capaces de una segunda vuelta presidencial entre dos mujeres.
¿Por qué cree que el país
necesita hoy más que nunca a una mujer como presidenta?
La necesita y le conviene. Eso, además, le serviría
a la paz porque tienen otras percepciones, otra forma de analizar la vida de
una manera más clara, más directa. Yo creo que estamos en deuda con las
mujeres. Una mujer en la presidencia puede llenar de esperanza este país.
Además, mandan muy bien, son correctas y tienen una cualidad muy profunda al
servicio de la sociedad que es la honestidad.
Usted decía que racionalmente es
conveniente para el país tener una mujer como presidenta y, emotivamente,
también...
Porque yo creo que tienen otro lenguaje. Los hombres nos hemos acostumbrado a un lenguaje violento, agresivo, descalificador, excluyente. Muchas veces la mujer tiene la potencia de la ternura, la sabiduría de la ternura, y eso hace que venga un aporte distinto. Mire que el hombre muchas veces soluciona los problemas levantándose de la mesa o gritando o imponiéndose con arrogancia y diciendo: ‘aquí el que manda soy yo’. En cambio, las mujeres son capaces de llegar a consensos y tienen la manera de incluir otras formas de ver la vida.
Yo creo que estamos en deuda con las mujeres.
Una mujer en la presidencia puede llenar de esperanza este país
Monseñor: con todo respeto, ¿no hay una gran contradicción entre la propuesta suya de darle a la mujer la oportunidad de ser presidenta y negarle la opción de ser sacerdotisa de la Iglesia católica?
La
tradición de la Iglesia ha dado a la teología un toque masculino en el
sacerdocio. Pero en los Hechos de los Apóstoles hay una diaconisa que es
sacerdotisa. Se llamaba Febe. El diácono es el tercer grado del ministerio
sacerdotal. Además, yo fui párroco en varias partes. Quiénes son las que están
ahí permanentemente como catequistas, como lectoras, sirviendo en la
evangelización, como misioneras, mujeres que lo acompañan a uno como sacerdote,
que lo animan, que lo comprenden, que lo sanan. El papa Francisco ha dado unos
pasos y es llevar mujeres a la conducción y a la responsabilidad de entes de
decisión dentro del Vaticano. Y ahora en octubre, en el Sínodo de los Obispos,
en esta asamblea habrá muchas mujeres invitadas, entre ellas una colombiana.¿Quién
es ella?Una teóloga colombiana que se llama Gloria Liliana Franco
Echeverry, y es una mujer que nos predicó el retiro espiritual el año pasado a
500 sacerdotes de la Arquidiócesis de Bogotá. Cuando les dije que era una mujer
quien venía a predicarnos, pues más de uno se extrañó. Dijeron: ¿una mujer
predicarle al clero? Nunca había ocurrido. Y lo hizo con tanta propiedad que
salió aplaudida por todos los 500 sacerdotes. Ella fue elegida por el Papa para
ir al sínodo con voz y voto. Y yo creo que para allá vamos. Colombia tiene esa
apertura grande y la humanidad lo ha comprobado con presidentas de altísima
calidad. No quiero decir que por el solo hecho de ser mujer esté en capacidad,
pero yo creo que los colombianos debemos buscar unas candidatas que sean
capaces de hablarnos otro lenguaje. Ese sí que sería un cambio fundamental en
la historia política de nuestro país.¿Y usted votaría por una mujer como
presidenta?Si las ideas que proponga construyen el bien común, sí, tiene
mi voto. Una presidenta sería la conjugación de dos cosas que le hacen falta a
Colombia: la presencia femenina conduciendo el país y un centro capaz de
recoger extremos y de acortar distancias para bajar la polarización que nos
empobrece.
¿Usted diría que llegó el
momento de elegir a una mujer como presidenta?
Sí, y yo sueño y anhelo que haya una segunda vuelta presidencial con dos mujeres.
¿Qué lo condujo a usted a pensar
y proponer que haya presidenta?
Primero, la visión
retrospectiva. Mirar que desde la independencia ninguna mujer ha ocupado la
primera magistratura. Segundo, la visión prospectiva sobre cómo una mujer
pudiera dirigir al país. Además, mirando el contexto del contorno tanto
Latinoamericano como universal, las mujeres han conducido bien a los países.
¿Qué piensa de esa idea de que
la mujer es el sexo débil?
Con eso ya hay que pasar esa página. De lo que se trata no es de la competencia de géneros, sino de la complementariedad real de géneros.
¿Usted se confesaría ante una
mujer?
Sacramentalmente lo hago siempre con el sacerdocio ordenado, pero con muchas mujeres, con mi madre, mis hermanas, a mis sobrinas, fuera de lo sacramental, les he abierto el corazón confidencialmente para comentarles las situaciones de mi vida. Tengo un amor especial por la Santísima Virgen María.
Yo sueño y anhelo que haya una segunda vuelta
presidencial con dos mujeres
¿Qué consejos ha recibido?
Las mujeres siempre tienen una capacidad de consolar. En los momentos de crisis, auxilian. Dan seguridad. Y en los momentos de crisis de mi vida he encontrado esa consejería que es consolación. Pero también he encontrado una posibilidad de abrir otros espacios de discernimiento, de ver la vida desde otra óptica que me enriquece a mí profundamente.
Monseñor, mi pregunta final. Un
escritor griego, Nikos Kazantzakis, que escribió Zorba el griego, 'La última
tentación de Cristo', también escribió 'Cristo de nuevo crucificado'. En este
libro sostiene que, si Jesús volviera a nacer y se proclamara hijo de Dios, lo
creerían loco y lo volverían a matar. ¿Qué cree usted?
Es verdad, es verdad. Si Jesús volviera a nacer, tal vez volvería a morir.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO
Fuente: ‘Llegó
el momento de que una mujer gobierne a Colombia’: cardenal Luis José Rueda
(msn.com)
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