PGV - Edición 449 - Miércoles 24, mayo, 2023- "La vida de los estudiantes solo la puede cambiar un buen profesor..." - y más temas aquí en PGV
PGV
- PLURIVERSIDAD GLOBAL PARA LA VIDA -
- La universidad grande de la Vida -
pluriprofesional, incluyente misionalmente
Escuela de librepensamiento: estudia, crea y gestiona conocimiento en procura de sembrar y cultivar convivencia global dignificante
EN NUESTRO PLANETA:
¡¡Si no somos capaces de convivir en condiciones de equilibrio sostenible, todos pereceremos!!
*****
Foto en https://co.search.yahoo.com/search?fr=mcafee&type=E211CO714G0&p=Nuccio+Ordine+ - bajada para PGV
«Escuela» proviene, como bien sabe, del
griego scholé, «ocio, tiempo libre», a la vez que se asocia a la
raíz del reconstruido indoeuropeo, segh, «sostener». ¿El saber nos
alimenta, nos libera y nos sostiene ante las adversidades de la vida?
Hemos olvidado que significa exactamente «ocio,
tiempo libre». Ahora la escuela y la universidad están enfocadas hacia un saber
práctico, que se considera la respuesta adecuada para plantear la educación. Toda la
educación tiene que estar orientada hacia la estrella polar del trabajo. No
tienen como tarea principal en estos momentos el formar jóvenes hombres y
mujeres que piensan de manera independiente sino futuros empleados. Esta idea
de profesionalizar el estudio en la enseñanza es una locura total. La mejor
respuesta a todo esto se encuentra en Aristóteles: cuando le preguntaron en su
época para qué sirve la filosofía, respondió que era inútil. No sirve porque la
filosofía no es servil, la filosofía te enseña a ser un hombre libre. Cuando
surge esta idea del saber útil, de profesionalizar la escuela, de mirar
únicamente al mercado, significa que hemos perdido totalmente la idea de la
importancia del conocimiento como experiencia en sí: estudiar para ser mejores.
¿Por qué hemos desembocado en ese utilitarismo
económico?
Es el producto de un neoliberalismo que gobierna el
mundo en estos momentos y que hace pensar que lo útil es la cosa más importante
de la vida, pero lo útil únicamente en un sentido económico. Esto se debe a que
hay otras formas de uso. Por ejemplo, hay un discurso fantástico que hizo
Federico García Lorca que preparó para la inauguración de una biblioteca en su
pueblo natal, Fuentevaqueros: «si no tuviese dinero y estuviese en la calle pediría
no un pan, pediría medio pan y un libro». Esta es la idea. Es muy importante
alimentar el cuerpo para vivir, pero si no alimentamos también el espíritu, el
hombre no puede encontrase. Michel de Montaigne decía que el ser humano «no es
sólo cuerpo, no es sólo espíritu, son las dos cosas juntas». Sin embargo, esto
no está nada claro en la sociedad: durante la pandemia, por ejemplo, no
hubo ninguna réplica cuando se decidió mantener abiertos los supermercados,
pero cuando las librerías y las bibliotecas se cerraron la mayoría de la gente
pensó que era algo normal cuando no lo es. Ahora bien, esta idea de la
importancia del dinero y de las cosas materiales existe después del mundo
clásico, pero en los últimos cuarenta años, con el capitalismo rapaz, ha adquirido
una fuerza que casi ha destruido todo interés por el espíritu.
«La vida de
los estudiantes solo la puede cambiar un buen profesor, no una plataforma
digital»
Los hombres no son islas (Acantilado)
es una recopilación de fragmentos de autores occidentales de todas las épocas
brevemente comentados por usted. ¿Estamos más aislados que antes, a pesar de
vivir una época de esplendor tecnológico en las telecomunicaciones?
En estos momentos estamos viviendo una paradoja. A
través de la tecnología tenemos esta idea de que estamos conectados con los
demás las veinticuatro horas. Es cierto: puedo dialogar todo el día con gente
de todo el mundo. Pero estas conversaciones, ¿son acaso verdaderas? ¿Son
genuinas relaciones humanas? No, son una ilusión. En realidad, estamos
encerrados en nuestras habitaciones y acogemos la ilusión de estar hablando con
todo el mundo, cuando no es exactamente así. Estoy convencido de que como
explico en páginas que he escrito en mi libro sobre la interpretación de El Principito toda relación humana, para ser tal,
exige un contacto material; es decir, dos personas que se miran a los ojos, que
se hablan directamente. En este sentido, la pandemia ha sido un laboratorio
para el futuro. Encerrados en nuestras casas, las aplicaciones como Whatsapp o
Skype cobraron una importancia vertebral al habernos permitido no interrumpir
brutalmente las relaciones. Pero una cosa es un momento puntual y otra muy
distinta es pensar que las tecnologías digitales deben convertirse en la forma
de comunicación del futuro.
¿Ocurre lo mismo con la enseñanza?
Así es. Una cosa es enseñar virtualmente sin mirar
siquiera a los ojos con los estudiantes, ya que es muy frecuente que no
conecten la cámara. Si yo, como docente, estoy obligado a hablarle a una
pantalla, lo puedo hacer, pero una cosa es impartir clases así bajo unas
circunstancias en las que sea necesario y otra afirmar que la pandemia nos ha
hecho comprender que el futuro de la comunicación es digital y a distancia.
Ninguna plataforma virtual puede cambiar la vida de los estudiantes. La vida de
los estudiantes sólo la puede cambiar un buen profesor. Precisamente en el
libro incluyo la carta de Albert Camus a su profesor donde lo dice muy claramente:
«sin usted nada de todo habría sucedido, no habría ganado el premio Nobel». Es
muy conmovedor que el día en que un gran literato como Camus recibe la noticia
de la concesión del premio Nobel en las primeras personas que piensa son en su
madre y en su profesor de Argel.
«Esta sociedad está amenazando el futuro de la democracia»
Estoy convencido de que hoy en día sigue siendo
fundamental la importancia de un buen profesor. Sin embargo, mucha gente
piensa, por el contrario, que es necesario invertir mucho dinero en tecnología
mientras no se forma ni se remunera adecuadamente al profesorado. Para esto
último nunca hay dinero; para invertir en tecnología, sí (y mucho). El reparto
tendría que ser equilibrado. Pero la dignidad de la enseñanza es casi inexistente
en todo el mundo, porque hoy el valor de la persona es el dinero que gana. Y
esto es una estupidez: un buen profesor puede ganar poco, pero es fundamental
para el futuro de una nación y de sus jóvenes. Vuelvo a lo que dije antes sobre
el aislamiento: tiene una raíz económica neoliberal, que es una nueva
forma de egoísmo, pensar exclusivamente en uno mismo. Los partidos que hacen
campañas electorales como America First o France d’abord representan esa idea, la de un
egoísmo individual que se convierte en un egoísmo nacional. Nuestra nación
sirve, los demás no. Esto una locura. ¿Cómo podemos vivir los unos sin los
otros? ¿Cómo una nación va a vivir sin una relación con Europa, con el mundo,
con una globalización evidente en nuestro tiempo?
Usted es actualmente profesor en la Universidad de
Calabria, pero antes lo ha sido en otras instituciones académicas (Yale, París,
Nueva York…). ¿Se está enfocando correctamente la manera en que se plantea la
educación, ya no la universitaria, también los demás grados intermedios? ¿Qué
les aconseja a sus alumnos en sus clases?
La mercantilización de la educación no es un tema
de Italia o de España, es internacional. En todo el mundo hay esta idea de
pensar que el estudio debe estar al servicio de una profesión. Hay ejemplos
recientes que permiten comprender los riesgos que estamos asumiendo al enfocar
la educación únicamente hacia este objetivo. Uno de ellos son los rankings de mejores universidades del mundo donde
siempre destacan las mismas, en su mayoría estadounidenses. Hay una explicación
y reside en los presupuestos: Harvard tiene como presupuesto el 50% del de
todas las universidades italianas juntas; sin embargo, allí asisten solamente
20.000 estudiantes. Es decir, Harvard posee el equivalente a la mitad del
presupuesto de todas las universidades italianas para formar a 20.000
estudiantes. Las universidades italianas reúnen un millón, en cambio. ¿Cómo
competir en esta situación? De hecho, la prestigiosa universidad de Columbia
admitió haber trucado algunos parámetros para conseguir situarse en la cima de
estos ránquines. Ahora bien, tras haberlo admitido, ha perdido ocho posiciones
en el ranking. Otro suceso: en la universidad de Nueva York
despiden al mejor profesor de química porque 65 de 300 estudiantes enviaron una
carta al rector para quejarse de que sus exámenes eran muy rigurosos. ¿Cómo ha
justificado esta universidad el despido? Debían ser gentiles con los alumnos
que pagan por estudiar en su campus. Esto significa que los estudiantes compran
los títulos. Es una relación mercantil que únicamente sirve para vender el
producto a un precio mayor, como pasaría con, por ejemplo, una chaqueta.
Los rankings están corrompiendo la vida universitaria.
Por otra parte, a mis alumnos les digo que el discurso que Boris Johnson dio
hace unos siete meses, tras el verano, a los estudiantes británicos es un
discurso vergonzante para mí, terrible. ¿Qué dijo? Que los estudiantes debían
elegir las disciplinas que les permitiesen ganar dinero.
Pues él estudió clásicas, además.
Sí, estudió griego en Oxford. Pero él es un hombre
vendido a la ideología neoliberal. Ahora bien, ¿cuál es mi respuesta a los
estudiantes? Pienso que deben elegir las disciplinas que aman y que la pasión
es mejor que el dinero. Porque la pasión puede hacer que nosotros podamos vivir
una vida feliz. He conocido a mucha gente que tiene mucho dinero, pero que no
es feliz, porque está realizando un trabajo solamente para ganar cada vez más
dinero. Si se ama el trabajo que se realiza, la situación cambia. Yo soy un hombre
feliz porque cada día de mi vida me levanto y me pagan por hacer cosas que para
mí no son un trabajo, son la joya de mi vida. Los jóvenes exigen valores y
comprenden muy bien mis palabras. Entienden que el discurso de Boris Johnson
parece muy realista, pero, en cambio, empobrece moralmente la función de la
educación.
«Existe una
Europa del comercio, una de los bancos, una de las finanzas… pero no existe
ninguna Europa de la cultura»
¿De qué manera podemos contrarrestar el
utilitarismo?¿Necesitamos personas que investiguen por el placer de investigar,
como antaño?
El premio Nobel de Física de 1965, Richard Feynman,
formuló un brillante aforismo en el que comparó la investigación científica con
el acto sexual: «la física es como el sexo, puede tener resultados concretos,
pero no es por eso por lo que la practicamos». Si alguien practica una relación
sexual para tener hijos no está satisfaciendo verdaderamente el objetivo. Así,
la investigación científica tampoco debe dirigirse tanto hacia la
obtención de resultados como al placer de aprender. Se practica por el placer
de investigar y conocer. El mismo discurso es muy importante para la escuela y
para la universidad: hacer comprender a los estudiantes que el objetivo de su
estudio no puede ser exclusivamente material, que existe un placer del
conocimiento muy fundamental. Hay dos poesías equivalentes en mensaje: una
es Ítaca, de Kavafis, quien reinterpretó el mito de Ulises
para incidir en que la importancia del viaje no era llegar al destino, sino la
experiencia que el héroe acumuló en su camino desde Troya.
La transformación vital es cuánto queda…
Exactamente. Esa es la vida. Como dijo Antonio
Machado, «caminante, no hay camino/se hace camino al andar». Es caminando que
uno aprende. Para la ciencia sucede igual: la meta es la búsqueda de
conocimiento, no otras cosas ajenas a ello.
A lo largo de Los hombres no son islas abarca
múltiples temas y autores. Desde Luciano de Samosata a León Tolstói, Bartolomé
de las Casas o Juan Rulfo, entre otros. Es una especie de caja de Pandora del
saber. ¿Qué nos ha llevado a diseminar los saberes y alejar cada disciplina de
sus semejantes? ¿No es el conocimiento, acaso, una única ambición, universal y
aglutinante?
Claro. En el fondo, si pensamos qué es la historia
de la literatura sabemos que es una colección de citas. ¿Esto qué significa?
Que de manera encubierta (y tal vez de manera abierta) los clásicos citan otros
clásicos para aclarar conceptos y expresar acuerdo o desacuerdo… Esta es la
Historia de la Literatura: dice y repite siempre, pero cada repetición, cada
cita, acaba siendo diferente del modelo. Toda literatura tiene una relación con
los otros clásicos, es un diálogo con un clásico previo y una proyección hacia
aquellas obras que se convertirán en clásicos en un futuro. Por eso, el
conocimiento no puede ser restringido. Es estúpido enseñar El Quijote sin haber enseñado antes Orlando furioso de Ludovico Ariosto. Pero ¿qué
importancia tiene estudiar Orlando furioso sin
leer Elogio de la locura, de Erasmo de Róterdam? La
literatura está conectada y no podemos imaginar una nacional solamente.
Cervantes tenía Orlando furioso sobre su mesa
de trabajo, y Ariosto tenía a mano Elogio de la locura; y
a su vez, Erasmo leía a autores clásicos como Cicerón o Platón. Leer literatura
implica romper las barreras idiomáticas, las barreras políticas, las barreras
entre los países, las ideologías y las diferentes visiones del mundo.
«Si no cultivamos la utopía no podremos imaginar, ni pensar, ni llegar a
hacer un mundo mejor»
Vivimos bajo sistemas democráticos, donde el acceso
al conocimiento es más fácil que, probablemente, nunca antes. El ideal
ilustrado consideraba que ese acceso liberaría en buena medida al hombre del
peso de la ignorancia original (tabula rasa). Sin embargo, ahora son
nuestros semejantes quienes renuncian a sumergirse en la búsqueda del saber.
¿Estamos hipnotizados por la híper tecnologización? ¿Estamos perdiendo la
inquietud por aprender, por descubrir, por saber?
Es verdad que tenemos muchas posibilidades de
aprender mediante las nuevas tecnologías, pero, como ya he dicho, hoy en día
hay también un desprecio en nuestra sociedad hacia los saberes que no producen
beneficio económico. Esta es la paradoja. Y la idea es que son valiosos
únicamente los saberes prácticos que permiten un bien vivir, como dijo Boris
Johnson. El mismo discurso se emplea para despreciar las lenguas antiguas.
¿Para qué sirve estudiar griego y latín? ¿Cuál es la condición que permite
apreciar la cultura, la literatura, la filosofía, el arte, todas aquellas cosas
que nuestra sociedad considera inútil porque no producen provecho económico?
Esa condición es la curiosidad. Albert Einstein hablaba de la «divina»
curiosidad. Hoy en día se pregunta a los estudiantes de once años qué profesión
desea realizar, y a partir de ese momento se toman decisiones sobre a qué
escuela y universidad acudirá a formarse en el futuro. Einstein dijo que esta
era una manera de matar la curiosidad y el interés de los estudiantes hacia el
conocimiento. Esto supone toda una amenaza a la democracia y se ve con un
sencillo ejemplo. Si aplicamos la lógica empresarial a la educación y hay una
universidad con un único profesor que está enseñando el sánscrito, una lengua
muy antigua, la sociedad puede decidir que no puede permitirse el lujo de pagar
el sueldo de un profesor para dos estudiantes. Se corta la rama que no produce
lo suficiente. Si la universidad aplica esta lógica a la educación se produce
una catástrofe total, porque si hoy decidimos cortar la enseñanza del
sánscrito, mañana acabaremos decidiendo cortar la enseñanza del griego. Después
será el latín, donde hay un profesor para diez alumnos. De esta manera, cuando
los últimos conocedores del sánscrito, del griego y del latín fallezcan, se
producirá una incapacidad arqueológica y cultural insalvable: ya no quedará
quien sea capaz de leer unas inscripciones o unos documentos escritos en esas
lenguas. Y una sociedad desmemoriada, que no tiene relación con su pasado, es
una sociedad que no tiene futuro ni tendrá democracia porque la memoria es
fundamental para comprender el presente y prever el futuro.
Eso ya ha pasado en España: ya se ha jubilado la
una única docente de fenicio que quedaba y nadie ha seguido sus pasos.
Es muy peligroso. El futuro es importante, sí, pero
si cortamos la relación con el pasado no podremos comprender ese futuro.
Stefan Zweig tuvo una gran preocupación vital, de
hecho, por el estado de la cultura europea: para él, la Gran Guerra fue el
inicio de su paulatina destrucción. Ahora, en 2022, la UE representa una unión
económica entre países, pero ¿cómo observa la cohesión de la cultura europea?
¿Existe una cultura europea nativa, propia de nuestro tiempo y evolución de
nuestras raíces clásicas, o asistimos a las ruinas de nuestra propia
idiosincrasia?
No existe una Europa de la cultura. Existe una del
comercio, una de los bancos, una de las finanzas… pero no de la cultura. Y esta
situación también es el fruto de una política de partidos nacionalistas que han
tenido un peso enorme en las decisiones comunes. Un ejemplo es Meloni en
Italia: no es posible pensar primero en los italianos y luego en Europa. Lo que
deberíamos decir es «somos italianos, pero el valor de Europa es más importante
que el de Italia, ya que representa la unidad de todos los ciudadanos
europeos». Y el valor de la comunidad mundial es más importante que el valor de
Europa al representar a la humanidad en su totalidad. En la actualidad, la
cultura no ejerce ninguna fuerza sobre la manera en que se organiza y se
constituye Europa. En el Renacimiento, por ejemplo, estaba la idea de la
«República de las letras», de los literatos, que significó que hablaban entre
sí y compartían ideas independientemente del lugar de nacimiento. Un caso fue Giordiano
Bruno, que vivió entre Francia, Suiza, Inglaterra, Alemania… Obró así porque
Bruno fue un hombre que albergaba en su mente la noción de ser un ciudadano del
mundo. Para filósofos de este tipo, poder dialogar con otros humanistas
implicaba un sentido muy importante. También los científicos lo
hacían: Isaac Newton, Tycho Brahe, Galileo Galilei y otros muchos
mantenían una relación epistolar constante con sus contemporáneos a nivel
universal.
«He
conocido a mucha gente que tiene mucho dinero pero no es feliz, porque está
realizando un trabajo solamente para ganar cada vez más»
Usted, precisamente, es especialista en el filósofo
Giordano Bruno, un pensador muy especial por su aperturismo: su cosmología, sus
comentarios de la física de su tiempo, sus reflexiones sobre el papel de la
religión… Consideraba el saber como un único objetivo para la humanidad.
En la vida hay descubrimientos que, quizá, son
casuales. Yo debía escribir mi tesis tras mis cuatro años de estudio de
literatura y mi profesor me dijo que podía abarcar un símbolo que fue muy
importante en el Renacimiento, el del asno. Giordiano Bruno escribió dos obras
que tenían como símbolo el burro. Y leyendo su trabajo comprendí cosas muy
importantes y que me gustaron mucho. Por ejemplo, la idea de la unidad de los
saberes: para Bruno todos los saberes hablan el mismo lenguaje de la mutación y
la incertidumbre. También está la idea del universo infinito. En su época
existía la división aristotélica de separar el cielo, con los astros,
perfectos, y el mundo sublunar, colmado de imperfección. No: Bruno dijo que lo
que está en el cielo, en la Tierra y en todo el universo es lo mismo. Las leyes
que funcionan en la Tierra lo hacen también en cualquier otra parte del cosmos,
son parte de la perfección de la mutación de la incertidumbre. Otra idea
trascendental es que el conocimiento no puede ser utilitarista. Según Bruno, el
filósofo, si era un verdadero filósofo, no podía entregarse ni al servicio del
poder ni al del dinero. Hay más cosas. Una frase suya que me encanta es la que
dice que «para el verdadero filósofo, toda la tierra es su patria». Está
diciendo claramente que la patria no se limita al lugar de nacimiento, sino que
es el lugar donde hay libros y buenos profesores, donde se puedan tener
magníficos amigos con los que dialogar y de los que aprender. Para Bruno, la
patria no se limita a la mediocridad de unas fronteras nacionales y de un
territorio. Esta percepción se gestó porque él pudo dialogar, viajar y vivir en
lugares como Francia o Alemania, además de su Italia natal.
¿Cómo ve el futuro de Europa y del mundo en esta
década? ¿Nuestras libertades, el concepto mismo de «libertad», están en
peligro?
Existe una relación muy intensa entre conocimiento
y libertad. Una época como la nuestra, que desprecia el conocimiento, es una
época donde la ignorancia se prefigura como una amenaza contra la libertad.
Pensemos en algunos grandes líderes que han gobernado países importantes. Por
ejemplo, Donald Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil. Son gente
que desprecia la ciencia, que han apostado por políticas antivacunas, que
desprecian la cultura porque para ellos el dinero es la única fuente de
dignidad en el mundo. Su manera de pensar es una amenaza para la libertad.
Nicolás Maquiavelo decía «quien sabe es un hombre libre, quien no sabe será
siempre esclavo de otro hombre». Quien no sabe depende de que otra persona
elija por él, porque su ignorancia le niega la posibilidad de elegir por sí
mismo. Ser ignorante significa ser esclavo de otras personas. Ahora existe una
ilusión de conocimiento; de hecho, hay una confusión entre información y saber.
Es verdad que hay mucha información disponible, pero tenerla no significa
albergar conocimiento. Además, se da la paradoja de que cuando hay mucha
información es como si no hubiera ninguna, porque se genera confusión. Lo
cierto es que el nivel cultural medio está descendiendo en nuestra sociedad:
los trabajadores de oficina de hace 25 años habían leído a Karl Marx y
disponían de unos rudimentos culturales que les permitían razonar y discernir
por sí mismos; ahora, un obrero no recibe una formación que le permita leer
clásicos. ¿Cómo puede verificarse esta caída? Con el hecho de que se está
destruyendo cada vez más la educación en la escuela y en la universidad, reduciendo
cada vez más el nivel exigido.
«Una sociedad desmemoriada, sin relación con su pasado, es una sociedad
que no tendrá democracia: la memoria es fundamental para comprender el presente
y prever el futuro»
En una entrevista afirmó que «mi patria es una
nación que me permite pensar y escribir libremente». Marco Tulio Cicerón, en
sus Disputaciones Tusculanas, sentenció que «allí donde me
encuentro bien está mi patria». ¿Ese bienestar vital es la república del
conocimiento? En un tiempo en el que el concepto de lo patriótico, vinculado a
una identidad lingüístico-cultural, está invadiendo el viejo continente, ¿cómo
desprendernos de los prejuicios?
La trilogía que he escrito (La utilidad de lo inútil, Clásicos para la vida y Los hombres no son islas) muestra que los clásicos no
se leen para conseguir un título, sino para aprender a vivir. Para entenderlo
voy a comentar un fragmento de Los hombres no son islas que
es la paradoja del barco de Teseo, descrita por Plutarco. Nos permite
comprender que la identidad nunca es estable, sino una mezcla de lo viejo y de
lo nuevo. ¿Cuál es la historia? Atenas paga un tributo muy elevado a Creta:
debe enviar jóvenes a la isla para satisfacer el hambre del Minotauro, que se
encuentra en Creta. Teseo cree que puede matar al Minotauro. Parte junto con
los jóvenes que van a ser sacrificados y, como el relato mitológico afirma,
gracias al hilo de Ariadna el héroe consigue matar al monstruo. Luego, Teseo
regresa a Atenas con el barco. Este barco es el símbolo de esta victoria, que
fue la base del nacimiento de una nueva vida de la ciudad de Atenas. Y se
encuentra en el puerto de Atenas. Medio siglo después se cambian algunos
tablones deteriorados por unos nuevos. Y medio siglo más tarde se cambian otras
maderas. La pregunta es: ¿el barco sigue siendo el mismo en el que navegó
Teseo? ¿O existe un límite a partir del cual el barco deja de ser el mismo que
conoció Teseo? ¿Cuál es? Así vemos que la identidad se compone de lo viejo y de
las nuevas cosas. Y con las personas pasa lo mismo que con el barco de Teseo.
Yo, sin ir más lejos, soy calabrés, de la Magna Grecia, que es el sur de
Italia, y en esta cultura dejaron huella los griegos, los romanos, los árabes,
los españoles, los franceses, los normandos… Existieron muchas culturas que se
mezclaron. Eso es la identidad.
¿Cabe entonces la posibilidad de construir aquella
utopía de un mundo global sin globalización, de paz, de unión? León Tolstói, en
su El reino de Dios está en vosotros, afirmaba que el ser humano
jamás podría pensar, y menos aún, obrar, bajo un concepto de «humanidad». ¿Hay
esperanza para salvar este escollo cultural por encima de creencias, intereses
y religiones opuestas?
Óscar Wilde dijo que «un mapa del mundo que no incluye la utopía no es
digno de ser consultado». El progreso es la realización de utopías. Si nuestra
sociedad, como desafortunadamente estamos viviendo hoy en día, no cultiva la
utopía, no podremos imaginar ni llegar a hacer un mundo mejor. Nunca lograremos
entonces que lo imposible llegue a ser posible. Para conseguir este objetivo
pensar la utopía es fundamental. Existen personajes de la literatura que nos
enseñan todo esto de manera muy clara. No sólo está la Utopía de Tomás Moro,
está también la utopía, por ejemplo, del hidalgo Don Quijote, que para defender
sus valores vive una vida que todo el mundo piensa que es una vida de locos. Y
todo ello porque no se basa en el dinero ni en los falsos valores que animan la
cultura de su tiempo (y de nuestro tiempo). El ingenioso hidalgo nos enseña que
en la vida hay derrotas gloriosas. Podemos perder –siempre hemos perdido–, pero
las acciones, palabras y gestos que la nutren construyen una utopía que, a su
vez, permite comprender los verdaderos valores del mundo.
PD: Este artículo fue recomendado a PGV por el docente universitario PhD Domingo Dueñas.
*****
La verdadera lesa majestad
Dos jóvenes tailandesas abandonaron en marzo una huelga de hambre de casi dos meses, para recuperar fuerzas y continuar su acción política en favor de la tendencia reciente de exigir reformas que cambien paradigmas hasta ahora inamovibles de las instituciones de su país. Orawan Phuphong y Tantawan Tuatulanon fueron encarceladas en virtud de la vigencia actual de una de esos paradigmas, como lo es el delito de lesa majestad, que permite imponer penas de 3 a 15 años de prisión a quien difame, insulte o amenace al rey o a la familia real. Su acto punible fue el de realizar en un centro comercial una encuesta sobre la forma como el paso de la comitiva real afecta el tráfico urbano, y sumarse así al movimiento de jóvenes que en los últimos años exigen reformas de avance democrático que incluyen a la casa real.
Cientos de personas han ido a parar a la cárcel, en Tailandia, en razón del tipo más arcaico de delito político, que existía ya en el imperio chino, y en el romano, como medida de prevención ante los embates de palabra, o por cualquier otro medio de valor simbólico, contra el emperador, y en otras partes, aún ahora, contra el estado.
La exigencia de transformaciones políticas, exigidas principalmente por los jóvenes tailandeses, con movilizaciones prácticamente ininterrumpidas desde 2020, busca el propósito elemental de hacer compatible la subsistencia de la monarquía con una democracia abierta. De manera que, si no se puede salir de una vez de la institución monárquica, su papel sea de verdad simbólico, mientras que las disputas por el poder político queden en manos de la ciudadanía, dentro de un estado de derecho, esto es sin la asignación de “funciones especiales” a instancias como la del poder militar.
Es cierto que, al menos en el discurso, Tailandia no ha sido totalmente ajena a ese requerimiento. Los poderes de la monarquía absoluta fueron recortados desde 1932, cuando se adoptó la fórmula de una monarquía constitucional, vigente durante la Segunda Guerra Mundial y a lo largo de la postguerra, casi siempre bajo el dominio de gobiernos militares que permitieron de vez en cuando paréntesis democráticos, interrumpidos por golpes de estado que han tenido como denominador común el sostén de los grandes poderes económicos y el apoyo a la Casa Real, que se limitaría a dejarse cortejar.
Los estudiantes han jugado un papel importante en el reclamo, creciente, por la profundización de la democracia. Para esos efectos han conseguido el apoyo esporádico de sectores sociales interesados puntualmente en la salida de coyunturas políticas, principalmente relacionadas con el cambio de uno u otro gobierno. Todo esto mientras los poderes tradicionales lograron establecer un esquema de “democracia orientada por los militares”, al tiempo original y primitivo, que se ha convertido, de pronto más aún que la monarquía, en obstáculo para la verdadera democratización del país.
El asunto de la reforma de la realeza, y en particular de la ley que la protege de manera radical, no solo en cuanto a su existencia sino al culto que impide cualquier crítica en su contra, ha flotado siempre en el ambiente con mayor o menor intensidad. Tendencia que en los últimos años ha tomado fuerza, pero no había logrado obtener avances políticos sobresalientes en la configuración del parlamento; parámetro fundamental a la hora de votar por medidas de transformación institucional que deberían tener un espectro aún más amplio, orientado a desmontar los privilegios de un estamento militar acostumbrado a participar activamente en el gobierno, más allá de los deberes que le corresponderían en un estado democrático, al punto que bajo la constitución vigente, de 2017, ostenta por derecho propio la mayoría en el Senado, cámara alta del legislativo.
Este es el escenario en el que, a raíz de recientes comicios, aparece la figura de Pita Limjaroenrat, de 42 años y educado en Harvard, a la cabeza de un partido que, bajo el nombre de “Avanzar”, busca acabar con el inmovilismo institucional que ha estancado el progreso democrático de un país que, por otra parte, ocupa lugar significativo desde el punto de vista económico en el contexto asiático. Su victoria incontenible en las elecciones recientemente celebradas, con inesperada representación en el parlamento, no significó simplemente un revés para los militares, como tradicionales dueños del poder, sino que abre la puerta para la realización de reformas profundas para los estándares tailandeses, dentro de las cuales figura la de la monarquía, hasta ahora intocable.
“Entre todos vamos a construir lo más rápidamente posible la Tailandia que soñamos”, ha dicho Pita. Propuesta cautivadora como lema de cualquier campaña política, que después de ganar las elecciones obliga a la tarea de darle contenido mediante una cuidadosa elaboración que, cuando se trate de cambios de verdad, debe superar obstáculos de diferente índole, y sobre todo la oposición del establecimiento confortablemente instalado en el poder.
Las principales ideas del cambio propuesto por Pita consisten en la desmilitarización del país, la abolición del servicio militar, la despenalización del aborto, y una apertura hacia los derechos de las personas LGBTQI+. Ideas y propuestas que, además de la reforma al status de la monarquía, sonarían elementales en una sociedad occidental contemporánea, pero que en el medio tailandés implicarían un remezón significativo.
El alcance efectivo de la victoria electoral de “Avanzar” está todavía por verse, comenzando porque los resultados oficiales de los comicios se darán solamente dentro de algunas semanas, tiempo durante el cual podrían aparecer reparos verdaderos o construidos por quienes ahora detentan el poder y no están dispuestos a cederlo. Por otra parte, a pesar de que los posibles 160 escaños parlamentarios que obtendría el partido cierran la opción de un gobierno, así fuese minoritario, favorable a los intereses de los militares, queda lejos de la mayoría necesaria para aprobar las transformaciones propuestas. Razón por la cual será necesario entrar en alianzas, posibles el papel, con partidos más o menos afines, que cobrarán su precio por el apoyo ofrecido.
El elemento más dramático, omnipresente y peligroso, propio de la tradición tailandesa, depende no obstante de un elemento pragmático, elemental, un poco grotesco, pero realista, que es el de la reacción final de los militares, que tienen en sus manos una gama amplia de opciones de entorpecer un proceso que representa el desmonte de muchos de sus privilegios. Al punto que, más allá de reclamaciones jurídicas sobre detalles de las elecciones, o de la persona del líder del partido ganador, como que ha sido accionista de empresas de comunicación, pueden acusarle de incurrir en delito de lesa majestad precisamente por proponer de manera abierta cambios en el status de la monarquía.
De cualquier manera, aún los militares interesados en mantener su status y sus privilegios deben saber que, no solo su status, sino el mito de la condición semidivina del rey, han sido cuestionados por los millones de votantes que apoyaron a “Avanzar”, a sabiendas de sus postulados de desmilitarización y cambio del concepto de delito de lesa majestad. De manera que continúe la marcha iniciada en 1932, cuando se desmontaron los poderes absolutos del entonces Rey de Siam.
A propósito del proceso de Tailandia, bien vale la pena recordar la admonición de Ulpiano, en el sentido de que el verdadero delito de lesa majestad es el desconocimiento de la voluntad ciudadana.
(*) Exembajador de Colombia. Director y moderador del Observatorio de actualidad Internacional de la U. del Rosario. Exrector Universitario. Decano y docente titular en U. del Rosario. Analista y escritor sobre temas de Relaciones internacionales, gobernanza y geopolítica.
FUENTES: El autor y https://www.elespectador.com/o
*****
- Imagen en https://www.google.com/search?q=Planeta+tierra+en+destrucci%C3%B3n+imagenes&oq=Planeta+tierra+en+destrucci%C3%B3n+imagenes&aqs= - bajada para PGV
Comentarios
Publicar un comentario