PGV - Edición 439 - 15, abril, 2023 - "LA EDUCACIÓN QUE QUEREMOS" O ¿LA QUE NECESITAMOS? - y más temas aquí
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La educación que queremos |
¿Amor o adicción al conocimiento?
«Conocer es lo mismo que amar cuando nos
permite vernos a nosotros mismos y a los demás como un fin y no como un medio
para algo».
Imagen de Nino Carè en Pixabay.
Por Andrés García Barrios - abril de 2023
Una lectura
de 8 minutos
De amor
estoy hecho.
En mi primer artículo de esta
serie dedicada a La educación que queremos, prometí hablar algún
día sobre el amor en la educación. Lo cierto es que no pensé que llegaría tan
pronto el desafío: sin embargo, hoy me veo en la obligación de hacer por lo
menos un primer intento. Explicaré por qué. En textos anteriores he propuesto que
el fundamento de toda experiencia humana es la identidad de la
persona, pero ahora me doy cuenta de que al pensar en ella (en esa identidad),
ésta se me escapa por completo de las manos, de la misma manera que a todos se
nos escapa ―no seré el primero
en decirlo así― nuestra propia imagen en el
agua.
¿Cómo puede mi identidad ―eso que me define― escapárseme? Hay algo raro en decir “yo soy” y no poder
decir a qué me refiero exactamente. Tal vez bastaría con entregarme a la vivencia
sin intentar explicarla, y sin embargo llevo una piedra en el zapato que me
impide hacerlo. Se trata de algo que he mencionado también en textos
anteriores, a saber, la reciente aparición de teorías científicas que dicen que
nuestra tan llevada y traída identidad no es más que un efecto
secundario de los procesos cerebrales (un efecto secundario y prácticamente
inútil; sin decisión propia, dice el neurocientífico Joaquín N. Fuster en su
libro Neurociencia, los cimientos cerebrales de nuestra libertad).
Entrar en contacto con estas teorías me ha estremecido profundamente. Y me ha
llevado ―después de un
gran tormento intelectual, lo confieso― a aferrarme al claro sentimiento de que soy más que una
especie de excrecencia de la mente, mucho más que un yo que
ingenuamente cree que puede incidir sobre la realidad cuando lo único que hace
es testificar, como pasivo observador, el entorno que lo rodea y los actos que
ejecuta el cerebro.
El claro
sentimiento
El vocablo amor tiene
varias peculiaridades: es de los pocos que se ha mantenido intacto desde su
precursor latino, Amor, que proviene del indoeuropeo Amma,
que significa mamá (palabra que, como se puede ver, tampoco ha sufrido tantos
cambios). Neil deGrasse Tyson, el famoso astrofísico que sucedió a Carl Sagan
en la serie Cosmos, explica que el proceso evolutivo generó el
sentimiento amoroso cuando aparecieron los mamíferos; es decir, que las mamás
surgieron cuando por primera vez una animala amamantó a sus crías (la verdad es
que, aunque las palabras mismas así lo sugieren, no puedo dejar de pensar que
los pollitos también sienten amor por mamá gallina, amor que corresponde al que
ella les da al incubar el huevo, como en un vientre exterior).
La palabra Amor también
es una de las más manoseadas del idioma, de las más traídas y llevadas. Y así
debe ser. Está hecha para eso, para que la usemos hasta el descuido, pues
después de todo ―como el lector sabe― jamás ha perdido ni perderá su
esencia. Ella misma es una esencia: una esencia más concreta que cualquier
materia.
Sin embargo, es también una
palabra que a quienes intentamos reflexionar de manera más o menos racional ( y
que a veces queremos ser “poéticos”), nos molesta usar: ¡resulta muy poco
teórica, muy poco “académica”! Y en cuanto a su poesía, por lo general
suena cursi.
Quizás el problema con la
palabra Amor sea que, para no mencionarla en vano, uno debe
aludir a aquello que le da su valor esencial, y para eso no queda otra que
mencionar también la más profunda tragedia humana.
El dolor de
ser
Dichoso el
árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo…
Rubén Darío
Cuando tenía veinte años me
propuse escribir un libro de poemas que parodiaría el muy famoso Odas
Elementales del poeta chileno Pablo Neruda. El mío se llamaría Jodas
Elementales (perdón por vocablo de tan fina estirpe) y hablaría de
todas las cosas que podían atribular de forma cotidiana a un joven como yo.
Recuerdo que el primer poema se titulaba Joda por ser uno mismo y
empezaba diciendo, en franco tono de lamento: “Llevarse todo el tiempo, ¡todo
el tiempo! ¡No ser más que uno mismo! ¡Pensar lo que uno piensa, decir lo que
uno dice, sentir lo que uno siente! ¡No ser los otros nunca!” (el poema seguía
así, gimiendo versos, mientras que el libro nunca fraguó y quedó sólo en
intento).
Aquel lamento no era sino una
forma de decir que a veces “no me aguantaba ni a mí mismo”, cosa que todos
conocemos. Sin embargo, si algún lector llegara a compadecer a aquel joven que
era yo, escuche ahora esa misma idea corregida y aumentada en belleza y dolor
en una frase del poeta portugués Fernando Pessoa en su Libro del
desasosiego. Dice así: “Envidio a todos no ser yo”.
Sabemos que el dolor insondable
que estas seis palabras expresan no se refiere solo a la interminable hilera de
problemas que puede acarrear un individuo sino también a algo más profundo: al
dolor típicamente existencial de ser uno mismo, de ser un yo que
vive como si le hubieran separado de algo “esencial”, como si se hubiera
desprendido de un suelo primordial y ahora estuviera cayendo en un pozo sin
fondo, sin poder asirse a algo que le dé certidumbre (o que por lo menos le
brinde un descanso, como a la maravillosa Alicia de Walt
Disney, que, durante su caída inicial, se sienta a reposar un instante en una
mecedora que también cae).
Incluso en condiciones no tan
extremas como las de Fernando Pessoa, los seres humanos buscamos resolver ese
sentimiento de búsqueda infinitamente inútil que a veces nos embarga
(“sentimiento de completud/incompletud”, le llama Erich Fromm; también podemos
decir que somos “una totalidad a la que algo le falta”, con palabras de Ortega
y Gasset).
Nacer una y
otra vez
No
somos seres materiales aprendiendo a ser espirituales
sino seres espirituales aprendiendo a ser materiales.
Atribuido a
Pierre Teilhard de Chardin
El amor maternal nos rescata del
primer dolor. El amor de la madre, y por supuesto también del padre (el amor
maternal del padre: llamémosle así para explicarlo aunque sea de forma
estereotipada), el amor maternal, digo, nos rescata del primer dolor,
permitiéndonos recuperar un poco del apacible abrazo anterior al nacimiento,
Así nos pone también por primera vez en contacto con ese sentimiento que un día
sabremos que se llama “confianza”. El amor maternal nos enseña que podemos
confiar en nosotros mismos. Simultáneamente, el amor que llamamos “paternal”
(otra vez de forma estereotipada, pues también está en manos de la madre) nos
enseñará a confiar en el mundo.
Algo que interesa sobremanera en
el hecho educativo es que mientras el nacimiento y la infancia son etapas en
que uno empieza a conocer el dolor y lo va admitiendo, la adolescencia da paso
a la primera exploración de las maneras de enfrentarlo y hallarle una solución.
La adolescencia es la etapa del viaje en que uno toma plena conciencia de que
va cayendo y puede aprender a crear grupos de amigos para despeñarse todos
juntos… o puede entrar en pánico e intentar huir.
El escape tiene muchas formas;
ya sabemos, drogas, dinero, fama, poder, sexo, comida… pero también obsesión
por las buenas calificaciones, la información, el conocimiento. Sí, incluso el
conocimiento, la información y todo tipo de proceso racional pueden ser formas
de huida, no muy lejanas a lo que llamamos adicción, que en latín
significaba adherirse a alguien o a algo con un claro
trasfondo de esclavitud. Creo que el vicio que se apodera de
nuestra razón puede resumirse como ansia de verdad, o más
precisamente ansia de certidumbre. El arquetipo de esta falla
humana es el doctor Fausto, quien vende su alma al diablo para que éste le
revele los misterios del universo.
Sí, el conocimiento, la razón,
la ciencia, pueden despertar en nosotros una voracidad semejante a la de
cualquier buen pan dulce. Y en nuestras manos ansiosas, ese proceso por demás
loable llamado Aprendizaje para toda la vida puede convertirse
en un placebo lleno de certidumbres, las cuales tenemos que estar renovando
interminablemente, vorazmente, a riesgo de dejarnos en un vacío peor que el que
sentíamos en un inicio.
El
paracaídas
Así pues, aprender puede
ser amor a la sabiduría o adicción. Creo que la diferencia
está en que con el primero aprendemos verdaderamente a caer; es decir a
soltarnos y a abandonar la ilusión de que aparezca de pronto una rama del
conocimiento de la que podamos asirnos. Igual que en el caso del amor materno,
enseñar es despertar confianza.
Cuando alguien nos enseña
amorosamente lo que es la física, la química, la biología o cualquier otra
ciencia o conocimiento, nos abre a una experiencia en la que podemos sentir la
simpatía del mundo. Quizás ese era el sentido que daba Madame Curie a sus palabras
cuando decía que: “En la vida no hay que temer nada, sólo comprender”.
Hay muchas cosas buenas en este
mundo, pero todas empiezan por aceptar nuestro misterio. Una vez que uno
se coloca en ese punto, deja de huir y se deja caer. Entonces puede descubrir
el paracaídas que trae puesto. Hablar aquí de “el paracaídas del amor” puede
dejar ver lo cursi que soy (siempre he dicho que más que un intelectual soy un
sentimental), así que mejor traeré a colación un gran poema que habla de lo
mismo. Se trata de Altazor o el viaje en paracaídas de Vicente
Huidobro, cuyo personaje central ha perdido su “primera serenidad”, y sin
embargo descubre que puede alentar el descenso cayendo “de sueño en sueño”,
meciéndose al ritmo de campanas/golondrinas (Golón… golón… drina, golón…
trina), ante la quieta luz de los amantes (La montaña y el montaño con
su luna y con su luno) y reconociendo a la mujer amada (¿Irías a
ser ciega que Dios te dio esas manos? ¿Irías a ser muda que Dios te dio esos
ojos?).
Abrir el paracaídas amoroso es
requisito indispensable para que aparezca la realidad.
Un fin que
no termina
Conocer es lo mismo que amar
cuando nos permite vernos a nosotros mismos y a los demás como un fin y no como
un medio para algo. Sí, nadie es una vía para llegar a nada (yo no soy nunca
“un medio”, ni siquiera para llegar a mi propio futuro).
Pero ¿cómo es posible que seamos
un fin en sí mismo si un fin es justamente una conclusión,
algo que después de una larga carrera se ha quedado quieto, y nosotros ―según lo dicho― vamos cayendo (con o sin paracaídas)?
Si después de todas estas
disertaciones aún quedan lectores que me sigan, seguramente abandonarán este
texto al escuchar mi respuesta: porque los seres humanos somos un fin que no
termina nunca (ésta es, según yo, la parte fundamental de nuestro ser
inexplicable).
Nuestra identidad ―ese “alguien” y no “algo” que somos― es tan real como insondable. No pertenece a ese
tipo de cosas asibles y demostrables (ni siquiera a esas que la ciencia apuesta
“a demostrar algún día”). El ser un “yo” y al mismo tiempo no poder asirme a mí mismo, es uno
de los grandes misterios que la espiritualidad trata de resolver. Para el
judeo-cristiano que suelo ser, todo se remonta a la pérdida de un estado
inicial paradisiaco, a una caída. Para quienes sentimos así (aunque pensemos
diferente), la caída no comenzó en este mundo y no es con explicaciones de este
mundo que podremos entenderla.
Ni modo, ya sé que me estoy
metiendo en teología, pero a estas alturas del partido es imposible no hacerlo.
Y con “alturas del partido” me refiero a la desolación en la que muchos hemos
caído por haber desterrado al amor trascendente de nuestras teorías ―ya sea por cursi o poco serio― y tratar de explicar el misterio humano con
disertaciones áridas, entre las cuales las más “humanas” reconocen que somos islas de
certeza en océanos de incertidumbre, pero todavía intentan rescatarnos con
complejas explicaciones (véanse la teoría de la complejidad de
Edgar Morin); otras de esas disertaciones proponen que cada quien es dueño de
su verdad y que eso nos da sentido (véase la filosofía posmoderna, en cuyo caso
las explicaciones no son complejas sino múltiples e impermeables unas a otras).
También hay ideas francamente inhumanas, como esas que he mencionado y que
afirman que sólo somos efectos secundarios de los procesos cerebrales.
Amor y
conocimiento
Es la posibilidad de reunir amor
y conocimiento lo que hace que la caída se vuelva algo vital y trascendente. En
otras palabras, es la posibilidad de “ir más allá de la razón sin perder la
razón” (como dice el filósofo Karl Jaspers) lo que nos permite caer en paz en
la plenitud del misterio, y sustituir el ansia de certidumbre por ese otro tipo
de experiencia que Albert Einstein describe en su respuesta a cierto crítico
literario que no podía creer que el descubridor de la relatividad fuera
religioso: “Si, puedes decir que lo soy. Intenta penetrar con nuestros
limitados medios en los secretos de la naturaleza y encontrarás que, detrás de
todas las leyes y conexiones discernibles, permanece algo sutil, intangible e
inexplicable. La veneración de esta fuerza que supera todo lo que podemos
comprender es mi religión. En ese sentido soy religioso.”
Espero, con todo lo anterior, haber mostrado ―al menos un poco― cómo participa el amor en la educación que quiero. Seguiré haciéndolo en
textos subsecuentes, no porque crea que con mis palabras puedo rozar siquiera
las alas del amor (habíamos quedado, más bien, que era un paracaídas, ¿verdad?)
sino porque si algo tengo claro es que hablar de educación sin hablar de amor
es imposible.
FUENTE: La
educación que queremos | ¿Amor o adicción al conocimiento? (tec.mx)
Venezuela, a diferencia de Colombia, se ha abstenido de aceptar la competencia de la Corte Internacional de Justicia, para dirimir litigios con otros Estados. Casi desde el inició de su vida republicana enfrentó una controversia con el Reino Unido, sobre su frontera con la en ese entonces Guayana Británica que, décadas después, accedería a la independencia con el nombre de Guyana.
En 1899 un tribunal arbitral escogido por Venezuela y el Reino Unido, profirió un fallo estableciendo la frontera.
El tribunal estaba constituido por dos jueces ingleses; dos norteamericanos; y el profesor ruso Federico Martens, de la corte zarista. Cuatro abogados norteamericanos, entre ellos Severo Mallet Prevost, representaban a Venezuela y cuatro ingleses a la Gran Bretaña. Como se puede observar, dos jueces eran británicos, pero no hubo venezolanos porque Londres no lo aceptó.
El 3 de octubre de 1899, el tribunal, falló asignándole a la Gran Bretaña buena parte del territorio en disputa. Sin embargo, preservó para Venezuela todo el territorio del delta del río Orinoco en el Atlántico, que la Gran Bretaña pretendía. El gobierno venezolano en su momento aceptó el fallo.
Uno de los abogados de Venezuela, Mallet Prevost, elaboró en 1944 un memorando que dispuso solo podría abrirse después de su muerte que aconteció en 1949. En él expresaba que había habido presión de la Gran Bretaña sobre el juez ruso. Además, que presumía que había existido un acuerdo secreto entre Gran Bretaña y Rusia, para que el juez ruso votara a favor de Gran Bretaña.
El memorando dio ocasión a Venezuela para afirmar que el fallo le había cercenado más 150.000 kilómetros de su territorio. En 1962, Venezuela desconoció formalmente la sentencia en una intervención ante las Naciones Unidas.
En 1966, pocas semanas antes de la independencia de la Guayana Inglesa, se concertó entre Venezuela y el Reino Unido un acuerdo para adelantar negociaciones directas, para la solución del diferendo. Se incluyó una cláusula según la cual, a falta de acuerdo, el Secretario General de Naciones Unidas decidiría el procedimiento para resolver la controversia, que heredaría la nueva nación que adoptó el nombre de Guyana.
Las negociaciones continuaron entre Venezuela y Guyana con la mediación del Secretario General. En enero de 2018, después de décadas de infructuosos esfuerzos para propiciar un acuerdo, el Secretario General, de conformidad con la facultad que se le había otorgado en el acuerdo de Ginebra, puso la controversia a consideración de la Corte Internacional de Justicia.
Guyana manifestó su disposición de someterse a la Corte, no así Venezuela que notificó que no participaría en el proceso y que la Corte no era competente, aduciendo que no había aceptado la jurisdicción de la Corte y que el Secretario General, no podía comprometerla en un proceso ante ese tribunal.
La Corte seguramente continuará el proceso sobre el asunto de fondo de la validez del Laudo de 1899. Es probable también que la Corte falle finalmente a favor de Guyana.
Maduro sabe muy bien que una eventual aceptación de un fallo favorable a Guyana, sería el colapso de su gobierno. En el rechazo están unidos al gobierno, los militares y la oposición de todos los matices.
Por lo tanto, el diferendo continuará indefinidamente, ya que Guyana jamás aceptaría que las dos terceras partes de su territorio queden en poder de Venezuela. Todos los países del Commonwealth, el Reino Unido y buena parte de los 116 países del Movimiento No Alineado estarán a su lado. Seguramente varias de las grandes potencias harían lo propio.
(*) Excanciller y exembajador de Colombia. Escritor y analista. Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario..
En medio de la furia del
pueblo, Macron promulgó oficialmente la impopular ley de pensiones en Francia
Ayer
a las 10:52 p. m. (14, abril, 2023)
El presidente de Francia, Emmanuel
Macron, promulgó oficialmente la ley de pensiones propuesta por su Gobierno,
horas después de que el Consejo Constitucional francés respaldara este viernes
14 de abril los principales pilares de la polémica reforma. Una
victoria que todavía se lucha en las calles del país.
La promulgación ha sido
publicada sobre las cuatro de la madrugada de este sábado en el Diario Oficial
del país, que publica todas las normas
que entran en vigor en Francia, justamente tras una larga y
ardua jornada de manifestaciones, represiones y quemas en múltiples ciudades
francesas.
Macron logró llevar a cabo su reforma de pensiones
a pesar de la ira del pueblo.© Proporcionado por Semana
Con la frase “en el primer
párrafo (de la norma sobre jubilación), la palabra ‘sesenta y dos’ se
sustituye por la palabra ‘sesenta y cuatro’”, Francia eleva su edad de
jubilación, el punto que más polémica había generado en los sindicatos y por el
cual hace más de tres meses se ha mantenido un constante movimiento y lucha
social.
Desde el Elíseo ya se había
apuntado que solo faltaba esta aprobación del Consejo Constitucional para dar
el siguiente paso y que Macron estampase su firma, un movimiento que
simboliza un paso adelante para el Ejecutivo tras semanas de protestas en las
calles de Francia.
La Presidencia francesa ya había
indicado que la ley podía promulgarse el sábado o el domingo después de que el
Consejo Constitucional validara el viernes las medidas clave de la reforma
impulsada por Macron. Sin embargo, los sindicatos le
urgieron en un comunicado a no hacerlo como “única manera de calmar la ira
expresada en el país”, pedido al que se sumó la oposición de izquierda
y de ultraderecha.
El jefe de Estado disponía de 15
días para validar el texto, pero decidió hacerlo horas después del visto bueno
del Consejo.
Como reacción, los
sindicatos franceses rechazaron la invitación del presidente Macron para
reunirse este martes, alegando que no habrá diálogo hasta que retire la
polémica reforma, además de convocar lo que se espera sea una gran
manifestación el primero de mayo.
La decisión consternó o enfureció a los críticos
del plan de pensiones, incluidos los manifestantes reunidos frente al
Ayuntamiento de París cuando se tomó la decisión. (AP Photo/Michel Euler)© Proporcionado
por Semana
Los nueve “sabios” del Consejo
Constitucional rechazaron algunos puntos de la ley, pero validaron las
medidas clave como retrasar la edad de jubilación de 62 a 64 años para 2030 y
exigir cotizar 43 años, y no 42, a partir de 2027 para cobrar una pensión
completa.
Además, aprovecharon para
descartar una solicitud de la oposición de izquierda de convocar un referendo
para limitar la edad de jubilación a 62 años.
La reforma de las pensiones es
uno de los proyectos legislativos estrella del presidente Emmanuel Macron, que siempre ha descartado tocar los aspectos más
polémicos del texto alegando que es una ley “necesaria” que acerca a Francia al
marco regulador de otros países europeos.
Este viernes marca la duodécima
jornada de protestas que se han dado por todo el país y que se ha saldado en
este último día con al menos 112 detenciones, según las Fuerzas de
Seguridad francesas.
Los manifestantes se reúnen cerca de la Columna de
Julio en la Plaza de la Bastilla durante una manifestación como parte del 12.º
día de huelgas y protestas nacionales contra la reforma de las pensiones del
Gobierno francés, en París, Francia, el 13 de abril de 2023.© Proporcionado
por Semana
Las movilizaciones se remontan a
enero y los sindicatos ya habían advertido de que seguirán con ellas si no hay
cambios en algunos de los pilares de la ley, como, por ejemplo el aumento de la
edad de jubilación de 62 a 64 años.
El mandatario está acusado de
haber creado una “crisis democrática” al decidir el 16 de marzo adoptar por
decreto su reforma, ante el temor de perder la
votación en el Parlamento, donde carece de mayoría absoluta desde junio.
“Mantener el rumbo, ese es mi
lema”, dijo este viernes durante una visita de las obras de restauración de la
catedral de Notre-Dame en París.
*Con información de Europa Press
y la AFP.
Atrévete a romper las cadenas
Pero no todo son malas noticias, por ello te escribo esta nueva carta.
Quiero invitarte a subir las escaleras de la vida, a recuperar tu sensibilidad y, con ello, desentrañar el misterio de tu paso por la tierra; con el tiempo descubrirás que tienes alas, que los límites son muros con ruedas, que los miedos son tigres de papel y la vida una fiesta de crecimiento y creación. Para ello es preciso despertar.
Despertarse es comenzar a brillar, empezar a ser mujer, empuñar tu sensibilidad y atreverte a sentir y presentir, es entonces que el amanecer de tu vida habrá comenzado; la espada es el amor, el escudo el humor y la vida, el desconocido arte de vivir al cual podrás iniciarte con las instrucciones que esconden estas cartas.
Comenzamos a vivir recién cuando nos despertamos, es decir la vida de la gente dormida no es vida, es mera supervivencia y en el mejor de los casos, grotesca pantomima.
Permanecer dormida es detener la evolución; resulta sorprendente encontrar mujeres que viven satisfechas con su autoengaño, uniformándose cuando manda la moda y maquillándose con un barniz de felicidad.
Sólo la mujer despierta está completa; no, no se trata de ser perfecta, pero es imprescindible haberse despertado y, a continuación, iniciarse en el aprendizaje del sagrado arte de vivir.
Fraternalmente
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