PGV - Edición 347 , Sábado 26, enero, 2022 - "Miedo nuclear: vuelve el fantasma de la hecatombe atómica" y más temas hoy
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Todos necesitamos sembrar muchas flores de verdad, bondad y bien, para que florezca la convivencia dignificante y equilibrada sobre la Tierra. (PGV)
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Miedo nuclear: vuelve el fantasma de la hecatombe
atómica
Las generaciones jóvenes ignoran lo que ha sido vivir con un horizonte
dominado por un hongo atómico, la nube con forma de seta que simbolizaba el
apocalipsis nuclear. Y lo desconocen porque este temor desapareció con la
Guerra Fría y el desarme parcial de los misiles de EE UU y Rusia. De pronto, el
espectro de una hecatombe ha sido convocado por Vladimir Putin, y el miedo
nuclear, que se mantenía agazapado, se nos ha echado encima.
Lanzamiento de un ‘euromisil’ Pershing II y
hongo atómico de Nagasaki. / DoD-Wikimedia/Charles Levy
¿Qué
impacto tendría una bomba H que cayera sobre Madrid?,
se preguntaba hace unos días un titular periodístico. Otro nos tranquilizaba
asegurando que España se encuentra fuera del alcance de gran parte de los
misiles rusos, y un tercero identificaba los búnkeres a prueba de radiaciones
existentes en el país. El miedo nuclear ha vuelto por sus fueros.
Su origen
se remonta a agosto de 1945, cuando Hiroshima y
Nagasaki fueron
volatilizadas por la energía encerrada en el núcleo atómico. Y se disparó en
1949, cuando los soviéticos detonaron en Kazajstán su bomba A y se abrió la
perspectiva de un conflicto nuclear. Pero EE UU, en vez de proponer un desarme
al Kremlin, diseñaron la más devastadora bomba H. Poco tardaron los soviéticos
en hacer lo propio, y se vislumbró, por primera vez en la historia, la posible
extinción de la vida en la Tierra.
El
origen del miedo nuclear se remonta a 1945 con las bombas de Hiroshima y
Nagasaki, pero se disparó pocos años después cuando los soviéticos detonaron su
bomba A y los EE UU diseñaron su devastadora bomba H
Antes se
había temido a la peste, a las invasiones, a los desastres naturales, a
las brujas… Pero
el miedo nuclear se diferenció al plantear “que la destrucción
potencial del planeta, su escenario apocalíptico, sea posible por la tecnología
desarrollada por la humanidad”, declara a SINC Marta
Rodríguez Fouz,
profesora de Sociología de la Universidad Pública de Navarra. A ello se añade
“la evidencia de que una destrucción nuclear, incluso localizada en un espacio
concreto, tiene una duración que rebasa nuestra escala temporal, comprometiendo
la supervivencia de generaciones futuras”.
La doble cara de la era nuclear
En 1945
se declaró inaugurada la era atómica. El programa de relaciones
públicas Átomos por la Paz aseguró que la radiación nos daría energía
barata e inagotable, curaría el cáncer, abriría canales, fertilizaría las
plantas, calentaría los hogares, impulsaría naves espaciales… Se inventaban
cócteles atómicos y The Commodores embelesaban a sus
seguidores con la canción Uranio. El átomo enseñaba su faz
radiante.
El Atomium de Bruselas (Bélgica), símbolo europeo
de la ‘euforia nuclear’. / O. Palsson
Pero no
tardó en revelar su lado oscuro: cuando llovieron las partículas
liberadas por los test nucleares, y se detectó plutonio en los huesos de los niños,
las madres clamaron contra la contaminación universal. Que la radiación fuera
invisible, tóxica y prácticamente imparable aumentó la consternación.
En
las escuelas de EE UU se adiestró a los niños a protegerse de la hecatombe
nuclear agachándose debajo de sus pupitres y tapándose la cabeza con las manos
Tampoco
ayudó que el futurólogo Herman Kahn advirtiese que, tras un
intercambio de misiles, entre diez y varios centenares de millones de personas
se tornarían cenizas. Como el dios Jano, el átomo poseía una naturaleza dual:
una cara presentaba un conjunto de maravillas y la otra mostraba las horrendas
quemaduras causadas por su energía.
El pánico
tuvo su epicentro en EE UU. En las escuelas se adiestró a los niños a
protegerse de la hecatombe agachándose debajo de sus pupitres y tapándose la
cabeza con las manos. La incapacidad del estado para construir búnkeres para todos desató el
sálvese quien pueda y los dueños de chalés cavaron refugios familiares en sus
patios traseros. Documentales como Atomic Café reflejan la locura bipolar de
aquellos años.
No
casualmente, se reactivó el tópico del sabio loco, esta vez encarnado en los
físicos, retratados como cerebros abominables, conocedores de los arcanos de la
materia y sin la más mínima responsabilidad moral.
Pero
había científicos que no tenían nada de locos y en EE UU publicaron The
Bulletin of the Atomic Scientists, en cuya portada figuraba el icónico reloj
del fin del mundo.
Marcando los segundos que faltan para la medianoche –la destrucción total
de la humanidad–, sus manecillas servirían en lo sucesivo como el barómetro de
la inminencia de la guerra nuclear global.
Llega el periodo de distensión
A partir
de 1963, los hongos atómicos desaparecieron de la vista gracias a la suspensión
de los test al aire libre. En lo sucesivo, las pruebas se realizaron de modo
subterráneo y,
como reza el dicho ‘ojos que no ven, corazón que no siente’, la inquietud
disminuyó considerablemente.
A
partir de 1963 los hongos atómicos desaparecieron de la vista gracias a la
suspensión de los test al aire libre, y las pruebas se realizaron de modo
subterráneo: ojos que no ven, corazón que no siente
Sin
embargo, apunta Stephen Weart, el autor de Nuclear Fear –la
obra definitiva sobre la materia–, las inquietudes, lejos de disiparse, se
desplazaron a las centrales nucleares, que pasaron a ser vistas como bombas de
relojería en potencia.
La
tensión pegó un salto en 1981 cuando la OTAN, en respuesta al despliegue de
misiles soviéticos en el bloque oriental, resolvió instalar los llamados
euromisiles. La Guerra Fría se puso al rojo vivo y se reavivó el movimiento
pacifista.
El Atomium de Bruselas (Bélgica), símbolo europeo
de la ‘euforia nuclear’. / O. Palsson
Pero no
tardó en revelar su lado oscuro: cuando llovieron las partículas
liberadas por los test nucleares, y se detectó plutonio en los huesos de los niños,
las madres clamaron contra la contaminación universal. Que la radiación fuera
invisible, tóxica y prácticamente imparable aumentó la consternación.
En
las escuelas de EE UU se adiestró a los niños a protegerse de la hecatombe
nuclear agachándose debajo de sus pupitres y tapándose la cabeza con las manos
Tampoco
ayudó que el futurólogo Herman Kahn advirtiese que, tras un
intercambio de misiles, entre diez y varios centenares de millones de personas
se tornarían cenizas. Como el dios Jano, el átomo poseía una naturaleza dual:
una cara presentaba un conjunto de maravillas y la otra mostraba las horrendas
quemaduras causadas por su energía.
El pánico
tuvo su epicentro en EE UU. En las escuelas se adiestró a los niños a
protegerse de la hecatombe agachándose debajo de sus pupitres y tapándose la
cabeza con las manos. La incapacidad del estado para construir búnkeres para todos desató el
sálvese quien pueda y los dueños de chalés cavaron refugios familiares en sus
patios traseros. Documentales como Atomic Café reflejan la locura bipolar de
aquellos años.
No
casualmente, se reactivó el tópico del sabio loco, esta vez encarnado en los
físicos, retratados como cerebros abominables, conocedores de los arcanos de la
materia y sin la más mínima responsabilidad moral.
Pero
había científicos que no tenían nada de locos y en EE UU publicaron The
Bulletin of the Atomic Scientists, en cuya portada figuraba el icónico reloj
del fin del mundo.
Marcando los segundos que faltan para la medianoche –la destrucción total
de la humanidad–, sus manecillas servirían en lo sucesivo como el barómetro de
la inminencia de la guerra nuclear global.
Llega el periodo de distensión
A partir
de 1963, los hongos atómicos desaparecieron de la vista gracias a la suspensión
de los test al aire libre. En lo sucesivo, las pruebas se realizaron de modo
subterráneo y,
como reza el dicho ‘ojos que no ven, corazón que no siente’, la inquietud
disminuyó considerablemente.
A
partir de 1963 los hongos atómicos desaparecieron de la vista gracias a la
suspensión de los test al aire libre, y las pruebas se realizaron de modo
subterráneo: ojos que no ven, corazón que no siente
Sin
embargo, apunta Stephen Weart, el autor de Nuclear Fear –la
obra definitiva sobre la materia–, las inquietudes, lejos de disiparse, se
desplazaron a las centrales nucleares, que pasaron a ser vistas como bombas de
relojería en potencia.
La
tensión pegó un salto en 1981 cuando la OTAN, en respuesta al despliegue de
misiles soviéticos en el bloque oriental, resolvió instalar los llamados
euromisiles. La Guerra Fría se puso al rojo vivo y se reavivó el movimiento
pacifista.
Manifestación en 1980 por el desarme en Inglaterra.
/ Kim Traynor
Refutando
la afirmación de la administración Reagan de que se podía sobrevivir una guerra
termonuclear, la cadena NBC emitió The Day After, un docudrama sobre los estragos
de un bombardeo en la ciudad de Kansas. Para calmar a la despavorida
ciudadanía, Reagan se sacó de la chistera un ‘escudo
antimisiles’,
una iniciativa de defensa
estratégica (SDI) que pararía los ataques soviéticos.
“Durante
la Guerra Fría y con el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki más cercano, ese miedo
formaba parte del imaginario occidental, y el desastre de Chernóbil revitalizó ese temor”,
recapitula la socióloga Rodríguez Fouz, y si bien “la caída de la Unión
soviética y el fin de la carrera armamentística parecieron aliviar la
tensión, Fukushima irrumpió como expresión del temor nuclear
desvinculado de la guerra”.
Un miedo sofocado en España
España
vivió ese período dentro de una burbuja. El franquismo, deseoso de congraciarse con
Washington, ensalzaba a “nuestro amigo el átomo”. La percepción de peligro era
cosa de extranjeros, como lo refleja Calabuch (1956), la película de
Berlanga sobre el físico americano con crisis de conciencia que se refugia en
un pueblo del Levante. Pero en “la cúpula del poder, conocedora de los
bombarderos estadounidenses que sobrevolaban el país, crecía la inquietud”,
indica a SINC Cristina Roiz, de Ecologistas en Acción.
“A fines
de los años ‘50”, precisa José Herrera, un estudioso del accidente
de Palomares,
“el alto mando se alarmó por las armas que los estadounidenses almacenaban en
la base de Torrejón de Ardoz”. La inquietud trascendió al público en 1966,
cuando tres bombas H cayeron sobre la localidad almeriense, regándola con
plutonio.
El
régimen no pudo ocultarlo: “en Australia, un periódico alertó de una explosión
atómica con miles de víctimas, y Radio Pirenaica y la BBC difundían noticias
alarmantes”, rememora Herrera a SINC. Pese a las protestas aisladas, las
autoridades lograron tranquilizar a la población con el célebre baño de en la
playa de Fraga y prohibiendo que bombarderos surcasen el espacio aéreo
nacional. Eso sí, ocultaron que los submarinos Poseidón armados con misiles
Trident camparan
a sus anchas en Rota (Cádiz).
El franquismo,
deseoso de congraciarse con Washington, ensalzaba a “nuestro amigo el átomo”,
pero tres bombas H cayeron sobre la localidad almeriense de Palomares regándola
de plutonio, y el régimen no pudo ocultarlo
Con todo,
en los años siguientes se vivió una “euforia nuclear”, agrega Herrera en
alusión a los planes de sembrar España de centrales
nucleares,
mientras en secreto se emprendió la construcción de una bomba H patria
–el proyecto Islero–, luego descartada por presión
estadounidense. Ni siquiera cundió el pánico cuando “los portugueses
descubrieron en el Tajo lodos radiactivos
vertidos al río Manzanares desde la Junta de Energía Nuclear en Moncloa”, indica Roiz.
Pero la
inquietud no desapareció. Lo prueba el cine apocalíptico iniciado en 1964 por
Mariano Ozores con La hora incógnita,
que retrata las horas previas a la caída de un misil en una ciudad española; y
continuado por La Casa (A. Fons, 1976), cuyos protagonistas escapan
de la Tierra antes del holocausto atómico; Último
deseo (L.
Klimovsky, 1977), donde el fin del mundo sorprende a unos ricachones en una
orgía; y Animales Racionales (E. Herrero, 1983), sobre
dos hermanos y una mujer que buscan sobrevivir al desastre.
Con la
llegada de la democracia y la libertad de información, el miedo volvió a asomar
la cabeza. “En parte lo hizo alentado por el movimiento contra los euromisiles,
que tuvo su máximo expresión en el rechazo al ingreso
en la OTAN; y en
parte se combinaba con la amenaza invisible que planteaban los reactores
construidos en suelo español”, observa Roiz. Un malestar suficiente para
empujar al gobierno de Felipe González a aprobar la moratoria a la construcción de nuevas
centrales, vigente desde 1983.
La
encuesta del CIS en 1991 mostró que entre el 60 y 70 % de los españoles
eran contrarios a la energía nuclear, y esa opinión no ha variado con
los años, pues en 2011 el 60 % de los entrevistados se declaró antinuclear
Nada
evitó que, con fundamento o no, la desconfianza se contagiase a las radiaciones
de cualquier clase: las
microondas del horno eléctrico, las electromagnéticas de los teléfonos, las de
los cables de alta tensión… En 1991, la encuesta del Centro de Investigaciones
Sociológicas encontró que entre el 60 y 70 % de los españoles eran contrarios
a la energía nuclear; y esas
actitudes no han variado con los años, pues otra de sus encuestas registró en
2011 que el 60 % de los entrevistados se declaró antinuclear.
Ese
resquemor ha impedido “que se instale un depósito
centralizado de residuos radiactivos, pues nadie quiere tenerlo cerca”, analiza
Herrera. Y de su vigencia habla la buena acogida a La
Zona, la
serie de Movistar emitida en 2017 que recrea críticamente las consecuencias de
la grave avería de un imaginario reactor en el norte de España.
Terrores en estado latente
En
apariencia, el miedo nuclear remitió en las últimas décadas. Comenzaron a
desmantelarse reactores, los misiles de Corea
del Norte no
suponían un peligro global y el número de bombas se redujo de 70.300 en 1986 a
12.700 en la actualidad. Para los más jóvenes, el apocalipsis nuclear era un
tema del cine de catástrofes, totalmente ajeno a la realidad.
Pero
cuando Putin puso en alerta sus “fuerzas
de disuasión nuclear” vimos
que la ansiedad no se había desvanecido; simplemente se mantenía agazapada bajo
nuestra conciencia, lista para aflorar cuando las circunstancias la convocasen.
“La
existencia de un enorme arsenal atómico y de numerosas centrales impide
neutralizar totalmente el miedo a una hecatombe nuclear”, reflexiona Rodríguez
Fouz, que añade: “La amenaza de Rusia reactiva un temor que no
puede desaparecer y que, además, se une a los miedos derivados de las amenazas
ecológicas, con la diferencia de que estas aparecen como efectos no
intencionales y la amenaza de Putin como expresión de una voluntad de
destrucción que puede tener un propósito disuasorio, o no”.
"La amenaza de Rusia reactiva un temor nuclear que se une a los miedos por las amenazas ecológicas, con la diferencia de que estas aparecen como efectos no intencionales y la amenaza de Putin como expresión de una voluntad de destrucción"
Marta Rodríguez Fouz (Un. Pública de
Navarra)
Putin
formuló su advertencia poco después de que desde diversas tribunas se intentase
relanzar la energía atómica como la gran herramienta contra
el cambio climático,
nuevamente se volvía a exhibir la faz sonriente del átomo.
Pero esos
planes se han visto cuestionados por la guerra en Ucrania: la lucha por el control de Chernóbil y
otras centrales ha hecho temer una fuga radiactiva. En consecuencia, el
miedo a la energía atómica y a la guerra nuclear se han fusionado en un único
escenario de pesadilla. “Es como tener un polvorín expuesto a que alguien o
algo lo haga explotar”, compara Roiz.
En el
pasado, el miedo nuclear suscitó reacciones de diverso signo: por un lado,
impulsó el movimiento pacifista a escala planetaria e hizo
de partero del ecologismo; por el otro, generó apoyo
patriótico al
armamento que otorgaba al propio país el estatus de potencia mundial e inhibía
a los posibles agresores. ¿Hacia dónde se canalizará ahora?
¿Tendencia hacia el rearme nuclear o la
sensatez?
“La
reacción se orientará hacia el rearme y el no cuestionamiento de
la necesidad de disponer de arsenal atómico”, responde Rodríguez Fouz, “y en
este escenario los pacifistas se toparán, como siempre, con la impotencia ante
la pregunta práctica sobre cómo responder a las agresiones militares sin
recurrir a las armas”.
Tampoco
es descartable que prime la sensatez y se reanuden conversaciones para contener
una carrera de armas de destrucción masiva. Por lo pronto, si algo parece
razonablemente seguro es que en las próximas semanas los editores del reloj del
fin del mundo, que desde enero marca 100 segundos para las 12, volverán a
adelantar sus manecillas.
Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
Fuente: https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Miedo-nuclear-vuelve-el-fantasma-de-la-hecatombe-atomica
***
Cabello: Rusia es Rusia y Venezuela es Venezuela
Julio Londoño Paredes (*)
Siguiendo la tradicional costumbre de amenazar militarmente a Colombia y de ofender periódicamente a sus mandatarios, llámense Duque o Santos, el inefable Diosdado Cabello, uno de los cabecillas del “cartel de los soles” y principal figura del régimen venezolano, ha aludido a la realización de una operación igual a la de Rusia en Ucrania, contra Colombia para “ver que queda”.
Naturalmente que la operación militar que sugiere, sería hecha por las fuerzas armadas venezolanas, con sus tanques, cohetes y aviones de fabricación rusa y con el apoyo de los grupos armados de narcotraficantes colombianos protegidos en su territorio, que constituyen la vanguardia de sus huestes. Al igual que los mercenarios sirios que está empleando Rusia en su invasión.
El señor Cabello ha caído en el síndrome de la invasión rusa a Ucrania. Eso estaba cantado. En esta ocasión no ha hecho ataques a los Estados Unidos, después de que los altos funcionarios de la administración Biden se entrevistaron con Maduro, para tratar sobre la situación de Venezuela y los efectos en la producción petrolera de la guerra en Eurasia.
Está imitando las proclamas de Mussolini desde el balcón en la Plaza Venecia, cuando inflado de poder, declaraba entre víctores y aplausos la guerra a los Estados Unidos, Francia e Inglaterra. ¿Será que está pensando que el próximo gobierno colombiano, cualquiera que sea, va a permanecer impasible ante semejante amenaza? Creo que en eso se equivoca.
Fuera de que una aventura de esas características llevaría a lo que ahora parece imposible: la unión de todos los sectores en Colombia, lo que sólo sucedió en 1932 cuando un grupo de civiles y militares peruanos se tomó la población de Leticia.
Acaso Cabello, aunque esté haciendo demagogia y amenazas que no podrían concretarse, ¿no se da cuenta de que, está generando en el alma de 47 millones de colombianos, sin importar sus tendencias políticas, un resentimiento latente?
Tal vez no sabe que tenemos una frontera común de 2219 kilómetros que los dos países van a tener que compartir indefinidamente. Que el mapa de Venezuela no puede ser sustraído como una pieza de rompecabezas geográfico para colocarlo en el medio oriente y que, por lo tanto, debe vivir armónicamente con Colombia.
Se le olvida a este oráculo que un conflicto armado entre los dos países dejaría marcas imborrables y que él como ideólogo, sería recordado por varias generaciones como alumno de Hitler y Putin.
Tampoco sabe que en nuestro país se encuentran más de dos millones de sus compatriotas y que debe contribuir a que se integren sin traumatismos a la patria.
De pronto una supuesta acción ruso-venezolana sobre Colombia, tendría la magia de unir a tirios y troyanos en nuestro país, lo que nunca se pensó. Tal vez Cabello, tampoco ha calculado los efectos que se producirían en Venezuela, que serían mucho más graves que los que afrontará Rusia.
Con la diferencia de que Rusia es Rusia y Venezuela es Venezuela.
(*) Excaciller y exembajador de Colombia. Analista, escritor y catedrático sobre geopolítica y Relaciones Internacionales. Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario
Fuentes: El autor y https://www.semana.com/opinion
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Ethic
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CULTIVAR EL PENSAMIENTO CRÍTICO ES MÁS NECESARIO QUE NUNCA
Comportarse de manera virtuosa o cuidar de las verdaderas amistades requiere tiempo y atención, y requiere asumir responsabilidades: pocas veces aprender a pensar fue tan necesario como ahora.
05 MAY
2020
pensamiento crítico
Artículo
Borja Santos Porras
«Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo», decía el filósofo español Ortega y Gasset. Después de muchas semanas confinados en nuestros hogares, la filosofía detrás de estas palabras se torna fundamental. No tanto por el sentido estricto de sobrevivir a la pandemia, sino también por el efecto de este nuevo contexto que nos condiciona, que impacta a nuestra salud mental, a nuestros comportamientos y, a fin de cuentas, a nuestra felicidad.
Para Ortega, el grado en que un acontecimiento nos afecta está condicionado no tanto por lo que sucede, sino por la manera en la que interpretamos este acontecimiento. Para lograr una interpretación virtuosa del contexto actual, es fundamental el pensamiento crítico. La universidad, además de ser un espacio de transmisión de conocimiento, debe ser un espacio de transformación para los jóvenes. Un entorno donde continúen aprendiendo a pensar, a atreverse a usar su propia razón (sapere aude), a comprender y controlar sus emociones, a interpretar mejor su contexto y actuar en él de manera ejemplar.
En este camino y lucha contra la COVID-19, su pensamiento crítico se enfrentará a muchos retos y obstáculos. Me gustaría resaltar cuatro:
1. La lucha contra el hiperconsumo experiencial y la drogodependencia emocional
Según el filósofo José Carlos Ruiz, asociamos la felicidad al consumo emocional y no a la razón. Dado que el consumo material ha sido moralmente bastante criticado, la actual tendencia de la sociedad nos ha desplazado a un constante consumo experiencial, donde buscamos sensaciones que nos perturben, que nos exciten, y que sean capaces de alterar nuestro estado de ánimo (siempre asociado a emociones positivas).
Nos hemos convertido en drogodependientes emocionales. Ante esa inmersión en la hiperactividad, no es extraño que el primer fin de semana del confinamiento los grupos de whatsapp se llenaran de decenas de recursos para mantener nuestra diaria dosis de consumo experiencial (obras de teatro online, conciertos en directo en Instagram, videollamadas, libros y películas gratuitos, etc…). No es extraño que para gran parte de la sociedad el confinamiento haya generado emociones de insatisfacción, de angustia y, en muchas ocasiones, de ansiedad o tristeza, mezclada con un aburrimiento que para algunos resulta insoportable.
En 2014, un estudio publicado en la revista Science liderado por Timothy Wilson reunió a distintos grupos de personas para que estuvieran solos en un espacio cerrado y sin objetos.
Para sobrevivir a esta drogodependencia emocional es necesario educar personas virtuosas, como definiría Aristóteles
Al experimento le añadió la posibilidad de que los participantes pudieran aplicarse descargas eléctricas suaves, algo que aparentemente nadie buscaría hacerse a sí mismo. Un gran porcentaje de personas, al no soportar su aburrimiento y adicción a la hiperactividad, se aplicó las descargas a partir del sexto minuto. El estudio sugirió como conclusiones que a casi nadie le gustaba pensar en soledad, que nos cuesta mantener la mente en calma y que la gente necesita un sentido o propósito ante esas situaciones.
La felicidad actual parece estar estructurada en una especie de to-do list (practicar el último deporte de moda, usar la última red social de actualidad, comer en el nuevo restaurante, visitar el país o la ciudad en boga…). Para sobrevivir a esta drogodependencia emocional es necesario educar personas equilibradas (virtuosas, como definiría Aristóteles), que sean capaces de comprender y controlar sus emociones y puedan usar el parapeto del tiempo y la distancia. Esto permitirá apreciar las cosas buenas que tiene el disponer de más tiempo con nosotros mismos y disfrutar de las diferentes actividades que nos permite el actual contexto.
No es tarea fácil ya que, como explicaría Gilles Lipovetsky,nuestra felicidad es paradójica. Ahora podemos tener tiempo para leer aquellos libros pendientes, para centrarnos más en los estudios, para llamar más a menudo a la familia, pero a la vez nos angustia no poder viajar, no salir a los restaurantes, no consumir aquellas ansiadas experiencias. Contradicciones que también tenemos que aprender a vivir como algo interno y común a nosotros mismos.
2. Discernir las amistades fuertes y verdaderas
Un estudio liderado por Robert Waldinger en la universidad de Harvard trató de contestar a la pregunta ¿Qué nos hace envejecer con salud y felicidad? El estudio comenzó en 1938 y examinó la vida de más de 1 300 personas durante 80 años, analizando los factores que hacían que algunas personas envejecieran felices y con salud y otras terminaran con debilitamiento mental e infelices.
Los resultaron mostraron que no era el dinero, la reputación o la fama, sino la fortaleza de las relaciones con los amigos, la familia, la comunidad y la pareja lo que les hacía tener una vida más feliz y saludable. En los días más complicados del confinamiento, esas relaciones nos ayudan más que nunca.
felicidad
El pensamiento crítico es lo que nos permite distinguir las buenas amistades y las relaciones inteligentes de las que no implican afectos verdaderos. Aristóteles diferenciaba tres tipos de amistad: una primera utilitaria, donde los amigos tienen una utilidad común y la amistad termina cuando esa utilidad desaparece; una segunda sobre la diversión, basada en el entretenimiento común hasta que este existe; y una última sobre la excelencia, una amistad virtuosa que requiere una atención mutua y que busca la virtud, el éxito y la felicidad del otro. Para Aristóteles, aprender a distinguir estas amistades era fundamental.
3. Distinguir nuestra circunstancia real de la virtual
Para José Carlos Ruiz, las redes sociales nos permiten desarrollar nuestro avatar y una nueva circunstancia virtual. En el mundo real, nosotros y nuestras circunstancias están predefinidas, mientras que en el mundo virtual elegimos nosotros quién queremos ser, mostramos lo que queremos enseñar. Nos encontramos con una circunstancia virtual donde muchas personas aparentan felicidad, sonríen, salen perfectas en los selfies y se mantienen ocupadas en actividades de manera constante.
El creciente tiempo empleado en internet puede rodearnos de pensamientos dañinos
Dado que el tiempo empleado en internet crece exponencialmente, y más en cuarentena, esto puede rodearnos de pensamientos dañinos y de ideas insustanciales. El mayor problema es que no sepamos definir el yo real (circunstancia real) con el yo virtual (circunstancia virtual). Cuando el yo real se contempla desde las circunstancias virtuales o viceversa, es decir, cuando comparamos la fortaleza de nuestras amistades con el número de likes que tenemos o cuando no sabemos valorar nuestras propias realidades, ya que nos comparamos con las circunstancias virtuales que creemos ver en los avatares virtuales de otras personas, estamos distorsionando la perspectiva y falsificando las circunstancias.
Si no queremos acabar con cuerpos esculturales pero medicados para luchar contra una sensación de vacío que nos atemoriza, debemos protegernos con el pensamiento crítico.
4. Regar la felicidad del árbol ante la felicidad del césped
Cuando queremos que una planta dé sus mejores frutos, debemos cuidarla diariamente, cultivarla poco a poco para que ofrezca esos frutos. Lo mismo sucede con la felicidad y el aprender a pensar. José Carlos Ruiz lo distingue entre la felicidad del césped y la felicidad del árbol.
El césped crece rápido y es, estéticamente, muy bonito y cómodo. Nos proporciona una recompensa inmediata, ideal en la sociedad del instante y de la búsqueda de resultados rápidos, de la «turbotemporalidad». Sin embargo, el césped se muere pronto y se arranca fácilmente. El árbol necesita que una semilla plantada tenga tiempo para germinar, necesita de cuidados, de riego y de bastante inversión al comienzo, sin que se reciba ningún resultado temprano. Sin embargo, con el tiempo, las raíces crecen y buscan su propio alimento, el árbol crece y resiste los cambios meteorológicos, e incluso da sombra y refugio a quien lo necesita.
Aprender a pensar, el desarrollo del pensamiento crítico, los comportamientos virtuosos o el cuidado de las verdaderas amistades requiere tiempo, atención y cuidado. Requiere asumir responsabilidades. La felicidad del árbol nos permitirá salir adelante de esta pandemia con mayor resiliencia. Pocas veces aprender a pensar fue tan importante para nuestra felicidad como lo es en estos tiempos.The Conversation.
PD: Este texto fue recomendado a PGV por el Escutor y PhD César Gustavo García
***
El secreto que guardé 40 años
Comprendí
que no puedo retirarme sin haber compartido los secretos que los hombres y
mujeres de sabiduría de la montaña y la selva me confiaron. Fueron valiosas
semillas que sembré en el jardín de mi corazón, con el tiempo dieron sus frutos
traducidos en calidad existencial y un vivir bien que oportunamente elegimos
sin pedir permiso a nadie. Está claro que la vida, el aprender a vivir, no debe
restringirse al paradigma Occidental, más aun en tiempos en que el barco
civilizatorio amenaza naufragar en las turbulencias de esta coyuntura económica
y sanitaria.
Hay
otras maneras de encontrarse con la vida, otras formas de aprender, otras
maneras de decodificar lo que nos pasa y de esa manera, redescubrir ángulos
inéditos de la vida. He contabilizado millones de instantes, he vivido a contra
ruta cuando fue necesario, he borrado malos recuerdos después de aprender la
enseñanza que adjuntan, he viajado afuera y adentro, he acumulado experiencia
que devino en sabiduría y mientras mi vida madura inexorablemente, casi medio
siglo después de haber comenzado este itinerario existencial, he decidido abrir
una ESCUELA INICIÁTICA DE CHAMANISMO IVESHAMA, funcionara en el mundo virtual,
como espacio sagrado para compartir los secretos prohibidos.
Sé
que haz tenido noticias nuestras de nuestra Pedagogía Rebelde y nuestra Espiritualidad
Mundana, hoy quiero dejar en tus manos, una noticia ardiente, quizá sea la
oportunidad que estabas esperando. Me refiero a la apertura de inscripciones
para este curso en el que, vía ONLINE, podrás participar desde la comodidad de
tu casa. Se trata de transitar y nosotros alado tuyo, por el SENDERO DEL
GUERRERO IMPERTURBABLE, coleccionando perlas de sabiduría chamánica, joyas de
Sabiduría Ancestral elaboradas para aclimatarse a tiempos como estos y vidas
como la tuya. Será un Curso diferente, un viaje a tus profundidades de la mano
de otras formas de pensar, sentir, percibir y vivir. En el fondo, esta es una
invitación para acceder a un LINAJE DE CONOCIMIENTO y llevar tu vida a otro
nivel. Hay fragancia en este mensaje, porque es una noticia que tu alma sabrá
identificar. Quizá este sea el tiempo de incinerar miedos y ponerle ladrillos a
nuestros sueños.
Fraternalmente
Chamalú (Desde Bolivia para PGV)
info@chamalu.com
***
Imagen: Pin de Hugo Arias en PGV - co.pinterest.com
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