PGV - edición N° 292 sábado 28, agosto, 2021- "GOBERNARSE A SÍ MISMO PRIMERO" - y más temas para Ud.
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Gobernarse a sí mismo
Para ser un hombre feliz no es preciso tener dinero, escudarse en un apellido de alcurnia o vivir de apariencias. Usted solo tiene que mirar hacia el frente, avanzar y esforzarse por ser una mejor persona cada día.
Si bien al comienzo de la partida esa figura se ve
cómo ‘la más vulnerable’, al llegar a la última fila y después de superar
docenas de amenazas, el peón es promocionado o ascendido de manera inmediata.
Así las cosas, él pasa de la posición más humilde
del tablero a una de gran envergadura, pues tiene la oportunidad de aspirar a
ser un alfil, una torre, en fin...
Me gusta mucho el papel del peón en el juego.
Aunque lo definan como “un obrero”, que se convierte en “carne de cañón”, es
claro que si logra moverse con sagacidad y corona su estrategia demostrará que
es tan grande como los demás.
Aunque su misión es obedecer a muchos, por dentro
el peón se gobierna a sí mismo. Tanto que se podría decir que es el dueño de su
propia vida, más allá de los enemigos que lo ataquen.
De hecho ningún peón puede retroceder. Todo paso
que da tiene que estar enfilado hacia adelante y, por ende, no se le está
permitido mirar hacia atrás.
Usted me refutará: “pero él jamás podrá ser rey”.
¡Es cierto! Pero no por eso deja de ser meritorio
su esfuerzo por crecer. Además, cabría la pregunta: ¿Acaso a él le interesa ser
el monarca?
A veces uno cree que mandando puede ser feliz.
¿Será que sí?
De todas formas son múltiples las historias de
personas, a través de la historia, que no han logrado ser plenas en sus vidas o
no han logrado desenvolverse con comodidad por culpa de una corona o de un
cargo directivo.
Es cierto que todos queremos alguna vez ser
presidentes o grandes timoneles de pueblos enteros, pero ¿ese ideal es
suficiente para ser feliz?
Yo puedo sentirme rey sin ostentar esa dignidad. De
hecho, la vida necesita de acciones más interesantes que la de estar sentado en
un trono dando órdenes o sintiéndose el amo y señor.
Me niego a pensar que la vida consista solo en
mandar. Prefiero el poder que tengo de salir a enfrentar mis problemas, de
experimentar situaciones que deban ser manejadas desde mi propia perspectiva y,
sobre todo, de demostrarme que puedo ser alguien sin padrinazgos ni
favoritismos de ‘x’ o ‘y’ rey.
Alguien me tildó alguna vez de ‘niño consentido’. Y
más allá de que me quieran con cierta alcahuetería, sé que todo lo que tengo me
lo he ganado con el sudor de mi frente.
En la vida diaria, por encima de la figura modesta
que se pueda ser, uno tiene la capacidad de avanzar superando las dificultades.
Es bueno ser peón si uno aprende a entender en
donde está parado y si sabe modificar su estrategia cuantas veces sea necesario
para sobrevivir.
Siempre se debe ir por algo importante y digno. Hay
que hacer cosas creativas y emprendedoras si se quiere triunfar; lo que implica
moverse y superar vicisitudes.
Me gusta estar destinado siempre a mirar hacia el
frente porque, de esta forma, tengo claro que los riesgos serán míos y, por
ende, seré yo quien deba decidir qué paso daré.
Y es que si me quedo quieto o me refugio detrás de
un padrino o de un falso poder, jamás seré nadie.
Tal vez no llegue a aparecer en los relatos
históricos como el soberano de mi época, pero siempre seré el monarca de mi
propia vida y asumiré las consecuencias de mis actos.
Si decido actuar, si me esfuerzo por alcanzar algo
noble y además cuento con la Bendición del verdadero Ser Supremo, no necesitaré
de nada más para triunfar en la vida.
Fuente: https://www.vanguardia.com/entretenimiento/espiritualidad/gobernarse-a-si-mismo-PQVL395318
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Lecturas para la Educación | Intereses impersonales: Russell, Shakespeare, Spinoza…
Andrés García BarriosAugust 18, 2021
La
educación es indispensable en nuestra búsqueda de la felicidad y trascendencia,
pues nos ayuda a obtener una mirada desinteresada de la vida, a desprendernos
de nuestras limitaciones y a participar en el florecimiento humano.
El filósofo y ensayista inglés Bertrand Russell, Premio Nobel de Literatura, escribe en su libro La conquista de la felicidad, de 1930.
Uno de los defectos de la educación superior
moderna es que se ha convertido en un puro entrenamiento para adquirir ciertas
habilidades y cada vez se preocupa menos de ensanchar la mente y el corazón
mediante el examen imparcial del mundo.[1]
Para entender el sentido cabal de estas palabras es
conveniente colocarlas en el contexto en el que aparecen: el capítulo Intereses
impersonales. En él, Russell afirma que el ser humano que sólo se ocupa de
las cosas que atañen a su vida práctica y no consigue distraerse en actividades
y pensamientos ajenos a sus preocupaciones cotidianas (por ejemplo, quien nunca
se olvida de su trabajo o de las necesidades familiares), acaba experimentando
una gran fatiga que favorece estados de ansiedad y a la larga lo discapacita
para la felicidad. A esas actividades que nos alejan de nuestras preocupaciones
prácticas Russell las llama “intereses impersonales”, y encuentra en ellas
virtudes semejantes a las del sueño, estado en el que “la mente consciente
queda en reposo (y) los pensamientos subconscientes maduran poco a poco su
sabiduría”.
Al hablar de un examen imparcial del mundo,
la frase arroja un poco más de luz sobre esto de los intereses impersonales:
para Russell, el estudio objetivo de la realidad se consigue sin involucrar en
ello nuestras propias preocupaciones. A lo largo del capítulo, Russell lleva su
reflexión sobre lo cotidiano cada vez más alto hasta alcanzar, como veremos,
nociones que se acercan a las de la llamada “contemplación mística”.
Avanzamos un poco si enlazamos las palabras de
Russell con la descripción que hace el estudioso Harold Bloom acerca de
Shakespeare, a quien califica con una palabra que hace temblar todas nuestras
opiniones sobre lo que son la literatura y el arte, la palabra indiferencia:
según Bloom, en sus más grandes obras teatrales Shakespeare escribe con
infinita indiferencia hacia la condición humana.[2]
El temblor mengua conforme vamos entendiendo que lo
de indiferente no se refiere a insensible o apático sino
justamente ―retomemos a Russell― a no involucrar sus intereses personales en su
forma de ver, a no ser parcial de ninguna forma frente a sus semejantes.
El escritor Santiago Cacomixtle lo explica así en el libro Crónicas de
la Basura Universitaria:
Entender los hechos humanos resulta una ambición
tan desmedida que algunos preferimos simplemente dejarlos pasar ─tal como un
cristal deja pasar la luz─ para que (los seres humanos) cuenten por si mismos
su historia. De esta manera aspiramos a mostrar al lector las cosas como son y
no como queremos que sean.[3]
Si leyéramos un diálogo entre Russell y Bloom
concluiríamos (claro, teniéndome a mi como transcriptor) que si Shakespeare
gozó de un ensanchamiento de mente y corazón fue gracias a un estado de
relajación total mientras contemplaba la realidad del mundo. Permanecer
sensiblemente indiferente ante lo que nos rodea, sólo es posible si se
renuncia a toda ocupación y preocupación personales. Russell (un ateo desde el
punto de vista práctico) identifica esa mirada “desinteresada” con los ojos cien
por ciento objetivos del científico, que centra su atención en hechos bien
comprobados; privilegiando a la razón, describe el estado emocional que se
consigue de esa forma (y que, como hemos dicho, se acerca a las descripciones
del desapego místico). Antes de transcribirlo aquí, concluyamos nosotros que,
para Russell, la educación es indispensable en nuestra búsqueda de la felicidad
y de nuestra personal trascendencia, pues nos ayuda a obtener una mirada
desinteresada de la vida, a desprendernos de nuestras limitaciones individuales
y a participar en el florecimiento de la humanidad entera. Aquí sus
palabras (contenidas en el capítulo que estamos revisando, Intereses
impersonales):
Más allá de nuestras actividades inmediatas,
tendremos objetivos … en los que uno no será un individuo aislado sino parte
del gran ejército de los que han guiado a la humanidad hacia una existencia
civilizada. A quien haya adoptado este modo de pensar no le abandonará nunca
cierta felicidad de fondo, sea cual fuere su suerte personal. La vida se
convertirá en una comunión con los grandes de todas las épocas, y la muerte
personal no será más que un incidente sin importancia.
Russell matiza lo anterior dándonos en el mismo
capítulo su versión personal de lo que Baruch de Spinoza, otro grande, pensara
siglos atrás sobre la esclavitud y la libertad:
Una persona que haya percibido lo que es la
grandeza de alma, aunque sea temporal y brevemente, ya no puede ser feliz si se
deja convertir en un ser mezquino, egoísta, atormentado por molestias
triviales, con miedo a lo que pueda depararle el destino. La persona capaz de
grandeza de alma abrirá de par en par las ventanas de su mente, dejando que
penetren libremente en ella los vientos de todas las partes del universo…;
dándose cuenta de la brevedad e insignificancia de la vida humana, comprenderá
también que en las mentes individuales está concentrado todo lo valioso que
existe en el universo conocido. Y comprobará que aquél cuya mente es un espejo
del mundo llega a ser, en cierto sentido, tan grande como el mundo.
Experimentará una profunda alegría al emanciparse de los miedos que agobian a
quien es esclavo de las circunstancias, y seguirá siendo feliz en el fondo a
pesar de todas las vicisitudes de su vida exterior.
[1] El original en inglés
dice: “It is one of the defects of modern higher education that it has
become too much a training in the acquisition of certain kinds of skill, and
too little an enlargement of the mind and heart by any impartial survey of the
world.” El libro es The conquest of
happiness, y hay traducción al español.
[2] Harold Bloom profundiza en
esta perspectiva sobre Shakespeare en varios de sus libros; entre los más
importantes está El canon occidental, publicado en español por editorial
Anagrama.
[3] Santiago Cacomixtle es el
personaje que inventé para participar como coautor del libro mencionado,
especie de epistolario educativo sobre la desmejorada práctica ambiental en las
instituciones de educación superior. La versión electrónica se puede descargar
en: https://www.crim.unam.mx/web/content/cr%C3%B3nicas-de-la-basura-universitaria
Andrés García Barrios es escritor y comunicador. Su obra reúne la
experiencia en numerosas disciplinas, casi siempre con un enfoque educativo:
teatro, novela, cuento, ensayo, series de televisión y exposiciones
museográficas. Es colaborador de las revistas Ciencias de la Facultad de
Ciencias de la UNAM; Casa del Tiempo, de la Universidad Autónoma
Metropolitana, y Tierra Adentro, de la Secretaría de Cultura.
Aviso legal: Los puntos de vista expresados en este
artículo son propios del autor y no reflejan necesariamente las opiniones,
puntos de vista y políticas oficiales del Tecnológico de Monterrey.
Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/lecturas-para-la-educacion-intereses-impersonales
Las buenas y las malas guerras
Julio Londoño Paredes (*)
Con ocasión de la debandada de Afganistán, el presidente Biden ha dicho que la historia confirmará su opinión de que la de Afganistán fue una “guerra equivocada”. Tiene razón. Fue una decisión del presidente Bush y su secretario de estado Donald Rumsfeld.
También Rumsfeld fue el impulsor de la guerra contra Irak, basado en que Sadam Hussein tenía un programa de armas de destrucción masiva, lo que resultó falso y precipitó una crisis en la región de la que todavía no se ha salido.
Pero los Estados Unidos han tenido “guerras acertadas”. Una de ellas la hispano-americana. Con el pretexto de la explosión y hundimiento del buque “Maine” en el puerto de La Habana, en la madrugada del 15 de febrero de 1898, en el que murieron 254 marineros y dos oficiales.
El resto de los 355 tripulantes se encontraba en fiestas bailables que se les había organizado en la ciudad en su honor. Los Estados Unidos adujeron que el buque había estallado por efecto de una mina colocada por los españoles. España lo negó reiteradamente.
En realidad, la explosión se presentó en el depósito de carbón del buque, que se encontraba cerca del almacén de municiones. Sin embargo, Washington aprovechó la oportunidad para declarar la guerra a España, que era lo que pedían muchos medios norteamericanos.
Los Estados Unidos se consolidaron como potencia, condición que no tenían antes. Además, en un período de 3 meses y 17 días, se apoderaron de Cuba; de Puerto Rico; de las Filipinas con sus 7641 islas, así como de las islas Guam. El imperio español y posteriormente la monarquía, como consecuencia de la guerra, se desmoronaron como un castillo de naipes.
Hasta hace poco tiempo en España, cuando en lenguaje coloquial se quería consolar a alguien por una gran pérdida material, se usaba el adagio de “más se perdió en Cuba”. En Colombia, años atrás se decía algo parecido: “más se perdió en el diluvio”.
El secretario de estado de los Estados Unidos, John Hay, después de culminada la guerra, se refirió a ella como la “espléndida pequeña guerra”. Nunca en tampoco tiempo y apenas con algo más de un centenar de bajas, había logrado tan importante victoria.
El dilema para los Estados Unidos es decidir cuándo una guerra es buena o es mala. Desafortunadamente parece ser que todas las que ha emprendido, desde Vietnam para acá, no han sido buenas.
En abril de 1980 un grupo de personas ingresaron por la fuerza en los predios de la embajada del Perú en La Habana con el propósito de abandonar el país y llegar finalmente a los Estados Unidos.
En poco tiempo el numero llegó a 3000, hacinados en el patio de la sede diplomática. La Secretaría de Estado sugirió que algunos refugiados fueran recibidos por ciertos países “democráticos”. Le propusieron a Colombia, pero el gobierno lo rechazó. Hubo críticas, ya que la decisión supuestamente iba en contra de los principios del derecho de asilo.
Los 3000 fueron parte de los miles de “marielitos” recibidos por el presidente Cárter y que por muchos años fueron el dolor de cabeza de las autoridades de La Florida.
Siempre hay países voluntarios para ese tipo de cosas. Menos mal que no hemos seguido el ejemplo del expresidente Mujica de Uruguay, que, por demagogia, aceptó la transferencia de la cárcel de Guantánamo a su país, de seis convictos por terrorismo. Naturalmente en “forma temporal” y subsidiados por los Estados Unidos.
(*) Excanciller y Exembajador de Colombia. Escritor y analista sobre gobernanza y geopolítica. Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario.
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"La ONU advierte sobre una catástrofe humanitaria mientras aunmenta el éxodo afgano..." en efe.com - bajada para PGV"El siglo XXI será de espirtualidad o no será" ALBERT EINSTEIN
PGV puede actualizarse varias veces en la semana
Contacto: pluriversidadglobal@gmail.com
¡ GRACIAS POR LEER PGV PARA LA VIDA, Y POR COMPARTIR !
Que tan importante es el articulo de aprender a gobernarse asi mismo.Ademas el articulo de julio londoño paredes decano de la universidad del rosario,relacionado con saber cuando las guerras son buenas y cuando han resultado negativas para los estados unidos.saludos hugo.
ResponderBorrarNos hacen falta muchos lectores y analistas de las ciencias de la vida real.
BorrarMuchas gracias por sus valiosos y motivantes comentarios. Saludo atento (hac).
Las ediciones del PNV son cada dia mas sustanciosas y más interesantes. En definitiva, son mejor, mejor y mejor! Larga vida al PVC.
ResponderBorrarUn saludo atenta y una efusiva felicitación. Carlos Yezid Morales G.
Sinceros agradecimientos por tan motivantes expresiones hacia nuestro trabajo en PGV.
BorrarSaludo cordial.
"....La educación es indispensable en nuestra búsqueda de la felicidad ....", excelente artículo. Gracias por compartirlo.
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