PGV- edición de sábado junio 26, 2021 -"¿Dime qué lees y te diré quién eres" -y otros temas para Ud., en PGV

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El problema social es ya asunto global de todos y para todos; por tanto, la solución debe ser ya asunto global de todos y para todos - hac  


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-  VIDEO - texto de FEDERICO GARCÍA LORCA -: "Dime qué lees y te diré quíén eres" 

- La magia de la vieja amistad - nosotros envejecemos pero la amistad siempre está igual

- Cuarenta y dos años de la dictadura en Nicaragua 

- Tu cerebro cuántico: ¿Vivimos en estados mentales superpuestos ? 

- A la caza de agujeros blancos

- ¿Puede caer un rayo sobre mi coche?

- Final de una etapa. ¿Por qué nos enfermamos?


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Vídeo (omitir anuncios)Dime qué lees y te diré quién eres - FEDERICO GARCÍA LORCA

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La magia de la vieja amistad

Ilustración gráfica: "Consejos para retomar una vieja amistad" en mytimes.com - bajada para PGV

Por  Autor Anónimo (*)

La magia de la vieja amistad no tiene explicación lógica; está dentro de nosotros.  Pueden pasar los años y con un simple encuentro se aviva, como si no hubiese pasado un día de ausencia.

¿Habrá sensación más agradable que una tertulia entre amigos, donde no se distingue entre amigos viejos y nuevos?

Nosotros envejecemos, pero, la amistad siempre está igual.  A la amistad no le pasa el tiempo.

Todos los estudios respecto al buen vivir resaltan la importancia de compartir con amigos. Yo no sé si cura los males del cuerpo, lo que sí tengo certeza es que es lo mejor para el alma.

Recordar la infancia, la adolescencia o cualquier etapa de la vida, con amigos, reír, dialogar y compartir sus alegrías y tristezas, es sin duda siempre la mejor terapia y una sensación sublime del espíritu.

El abrazo fraternal de un amigo es únicamente comparable al abrazo con los hijos o los nietos.

Gracias a la vida por haberme dado la fortuna de contar con amigos como los que tengo.  Con sus virtudes y defectos.  Sentir lo que siento cuando estoy o sé de ellos, es la sal y chispa de mi existencia.

Siempre he pensado que nuestro paso por esta vida se aligera porque existe el sentimiento virtuoso de la vieja amistad!!!

A ustedes no les pasa que uno no se sitúa en el presente sino que al contactar a los viejos amigos se transportan a los tiempos cuando se inició la amistad? Eso quiere decir que uno mentalmente se siente más joven mientras transcurre ese contacto.

Gracias por tu vieja amistad, es un tesoro que valoro mucho y que nunca perderé!!

(*) Fuente: www.garnerpsicologos.es

PD: este texto fue recomendado, amablemente, a PGV por el reconocido docente universitario Jorge Reyes Pulido. 

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 Cuarenta y dos años de la dictadura en Nicaragua


Julio Londoño Paredes (*)

Pocas veces en el devenir de las naciones en la época contemporánea, un personaje como Daniel Ortega, ha logrado mantenerse en el poder y controlar a un país por más de cuatro décadas y “seguir tan campante”. Ese fenómeno ha ocurrido en algunos países socialistas y en uno que otro estado africano, en donde el sempiterno dirigente es reconocido como el libertador del régimen colonial.

El 19 de julio de 1979, Ortega llegó al poder, como el más caracterizado de los comandantes de la revolución sandinista. Desde entonces está detentando el poder y todo indica que piensa seguirlo haciendo indefinidamente.

Ha logrado que aquellos que se consideran árbitros y fiscales en los asuntos internos de algunos estados, pasen “de agache” ante esa aberrante situación y se limiten a formular de vez en cuando algún pronunciamiento. Ahora el sistema que está utilizando Ortega para perpetuarse en el poder, es meter a la cárcel a sus eventuales rivales, por más que sus opciones, en las condiciones actuales, sean muy limitadas.

Colombia, como otros países latinoamericanos, dio su apoyo político a la revolución sandinista. La posición colombiana fue fundamental en la reunión de consulta de ministros de relaciones exteriores de OEA, que fue el principio del fin del régimen somocista.

A los seis meses de haber asumido el poder y no obstante la actitud de Colombia frentr al sandinismo, Ortega proclamó ante su país y el mundo que, el archipiélago de San Andrés pertenecía a Nicaragua y que el tratado de 1928, en el que se reconoció la soberanía colombiana sobre el archipiélago, era nulo.

En los años 2007 y 2012, Ortega, que ha controlado los medios de comunicación, minimizó en su país los fallos de la Corte Internacional de Justicia que señalaron que el archipiélago de San Andrés y todos los cayos eran de Colombia. Le asignó igualmente al archipiélago importantes espacios marítimos y rechazó la delimitación marítima que Nicaragua pretendía, contrario de lo que Ortega había proclamado con bombos y platillos en 1980. Volvió a demandar a nuestro país para tratar que la Corte le reconozca el límite que le rechazaron antes.   

Desafortunadamente los hombres, los pueblos y las naciones, se acostumbran a las situaciones más adversas. Venezuela, se adaptó desde 1830 a tener gobiernos de ascendencia militar. Nicaragua por su parte se acomodó a estar sometida siempre a dictadores.

En Colombia, nos estamos acostumbrando a tener 600 muertos y 30000 contagiados diariamente; a ser espectadores de masacres; a los bloqueos y al vandalismo; al narcotráfico con todos sus efectos; a la inoperancia de la justicia; a la inseguridad y a la intolerancia.

En esas condiciones no nos podemos extrañar de lo que ha pasado y sigue pasando tanto en Nicaragua, como en Venezuela.

(*) Excanciller y Exembajador de Colombia, analista y escritor sobre temas geopolíticos y de gobernanza. Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario

Fuentes: El autor y https://www.semana.com/opinion/articulo/cuarenta-y-dos-anos-de-la-dictadura-en-nicaragua/202128/ SEMANA- junio 25, 2021

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Tu cerebro cuántico: ¿Vivimos en estados mentales superpuestos? 

Según la psicología cuántica, en nuestro cerebro no existe una única respuesta a las preguntas, sino que se dan todas a la vez en una superproducción de estados que explican la cumplejodad de la mente humana. ¿Cómo es posible? 

Joana Branco

23/06/2021

16 minutos de lectura

Adentrarnos en el mundo de la mecánica cuántica es aceptar desde el principio que tratamos con una materia muy difícil de comprender. Formulada para explicar el mundo de lo muy pequeño –partículas subatómicas que no vemos ni, seamos honestos, entendemos bien–, esta disciplina de la física recurre a formalismos matemáticos extremadamente enrevesados que, en ocasiones, describen fenómenos que no parecen tener lógica. Como consecuencia, es un campo en el que prosperan todo tipo de magufadas, teorías new age, terapias alternativas, pseudomedicinas y explicaciones delirantes para todo tipo de portentos cuyo funcionamiento aún se nos escapa.

Por ello, cuando descubrimos que existen neurobiólogos y psicólogos que tratan de explicar la consciencia humana –uno de los grandes misterios de la ciencia– a partir de distintos tipos de interacciones cuánticas, es normal que salten todas las alarmas.

La última década, en concreto, no ha sido fácil para la psicología. Acusada de falta de rigor científico y con una cantidad inconmensurable de estudios imposibles de reproducir –una condición indispensable para que se les otorgue credibilidad–, esta disciplina ha sufrido lo suyo. Y aun así, un grupo cada vez más nutrido de investigadores está convencido de que solo podemos explicar lo que nos pasa por la cabeza si “bajamos al mundo cuántico”.

 Un planteamiento revolucionario

Para estos expertos, el menor de nuestros pensamientos, el raciocinio que subyace tras una toma de decisiones, las asociaciones de ideas que nos permiten interpretar el mundo que nos rodea, las reflexiones que pueblan nuestra mente e incluso la imaginación son procesos que no se ajustan a los principios de la lógica clásica, sino que son de naturaleza cuántica. De ser cierto, tal planteamiento podría revolucionar todas las ciencias y el saber humano, desde la economía hasta la sociología.

No es la primera vez que una disciplina ajena a la física coquetea con este asunto. En los años 80 del siglo pasado, el célebre cosmólogo británico Roger Penrose –del que hablaremos después– ya postuló que nuestro encéfalo se comporta como un ordenador cuántico. Los psicólogos, sin embargo, no se centran tanto en las posibles bases neurofisiológicas de este fenómeno.

Jerome Busemeyer, uno de los pioneros en este campo de la Universidad de Indiana Bloomington (EE. UU.) , es taxativo al respecto: “No afirmamos que el cerebro sea una computadora cuántica; en realidad, lo que hacemos es emplear procesos cuánticos para describir fenómenos cognitivos”, señala. Dicho de otro modo, y tal como explicó este mismo experto en psicología matemática de la Universidad de Indiana (EE. UU.), a la revista Science & Vie, cuando se habla de psicología cuántica no nos estamos refiriendo al funcionamiento biológico de las neuronas, sino al modo en que nuestro encéfalo procesa la información para, en última instancia, construir los pensamientos.

Pero ¿qué es lo que diferencia esta novedosa aproximación de las posturas más convencionales? Ilustrémoslo con un ejemplo. Nos encontramos en un restaurante y el camarero nos pide que elijamos entre tomar agua o vino. Según la psicología clásica, nuestra opinión sobre el tema está perfectamente definida en todo momento, incluso si nos enfrentamos a un dilema y no sabemos bien qué nos apetece beber. Tomar una decisión depende solamente de definir nuestra preferencia al respecto.

Sin embargo, según la psicología cuántica, en nuestro cerebro no existe una única respuesta a la pregunta, sino que se dan todas a la vez –una superposición de estados–. Esto es, nos sentimos atraídos por el agua y seriamente tentados por el vino –aunque tengamos que conducir–, exactamente en la misma medida; vacilamos perfectamente entre ambas cosas. ¿Confuso? No es para menos.

De hecho, hay investigadores que sostienen que solo la mecánica cuántica logra explicar la complejidad de la mente humana y que únicamente teniéndola en cuenta pueden aclararse ciertos resultados experimentales que, de otro modo, no tendrían sentido. Existen multitud de ensayos en los que nuestra sesera parece desafiar la lógica clásica, y su número aumenta a medida que más expertos se interesan por este campo. Uno de ellos, llevado a cabo en la década de los años 90, consiste en un juego de dados. En él, se indica a los jugadores que tienen un 50 % de probabilidades de ganar 200 euros y un 50 % de perder 100. Se lanzan los dados y se pregunta a los participantes si quieren volver a jugar, aunque solo a algunas personas se les informa del resultado de su primera tirada.

Pues bien, alrededor del 70 % de aquellos a los que se les había dicho que habían ganado la primera vez decidieron repetir. El 60 % de los individuos a los que se les había indicado que habían perdido también quisieron hacerlo de nuevo. Solo el 35 % de aquellos a los que no se les dijo nada lo hicieron. Según la lógica clásica, este último porcentaje debería haber sido la media de los dos primeros, pero no lo es. Para los expertos, estos resultados son consistentes con la metodología cuántica.

Según explica en las páginas de Science & Vie el psicólogo Peter Bruza, de la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia), “el participante que no sabe si ha ganado está en un estado de superposición. Puede haberse impuesto la primera vez o puede haber perdido. Un término de interferencia se añade a las probabilidades clásicas, lo que modifica su decisión y encaja perfectamente con los resultados experimentales [en la teoría cuántica, el concepto de interferencia viene a decir que las partículas se encuentran en varios lugares a la vez, hasta el punto de que pueden cruzar su propia trayectoria y obstruirla] ”.

En la misma dirección apunta otro experimento diseñado por el mencionado Busemeyer junto con los psicólogos Timothy Pleskac y Peter Kvam, que se conoce como la prueba de los puntos en movimiento. Esta consiste en observar unos puntos en una pantalla. La mayoría se mueve al azar y un pequeño porcentaje está programado para hacerlo en idéntico sentido. A unos voluntarios se les indica que decidan si se desplazan más hacia la derecha o hacia la izquierda y que evalúen su grado de certeza; a algunos, se les pide su opinión a mitad del test.

El resultado, publicado en la revista Proceeding of the National Academy of Sciences (PNAS), muestra que de nueve personas que participaron en 25 000 ensayos, las que se vieron forzadas a tomar una decisión a mitad del ensayo tuvieron menos confianza en su juicio que las demás.

Para los responsables de la prueba, este dato demuestra que nuestras opiniones no se encuentran siempre en un estado bien definido –como establece el modelo clásico–, sino que están en superposición y que se reducen a una sola durante el proceso de toma de decisiones. De esa forma, cuando este tiene lugar a mitad del experimento, la respuesta se transforma, lo que afecta al resultado final.

 Estados mentales superpuestos

Según el modelo cuántico, quienes no se han visto forzados a elegir en un momento intermedio tienden a tomar decisiones de forma más clara; es decir, la susodicha elección intermedia interfiere con el juicio posterior. Para los expertos, el ensayo también demuestra que vivimos en estados mentales superpuestos.

Pero, además de superponerse, ¿pueden nuestros pensamientos entrelazarse, tal como ocurre con las partículas en el mundo cuántico? Para estudiar si esta peculiaridad se manifiesta en nuestra mente, se ideó el denominado test de los champiñones. En esencia, este consiste en responder tres preguntas aparentemente sencillas: ¿es un champiñón una fruta?, ¿es una verdura? o ¿es una fruta o una verdura?

Los resultados obtenidos en los años 80 por el psicólogo James Hampton revelaron que nadie consideraba que el champiñón fuese una fruta. Uno de cada dos encuestados, sin embargo, contestó que era una verdura, pero el 90 % señaló que “era una fruta o una verdura”. Es decir, la inmensa mayoría consideraba que debía ser una de esas dos cosas, un resultado que, según Diederik Aerts, físico teórico de la Universidad Libre de Bruselas (Bélgica), revela que nuestros pensamientos pueden entrelazarse: ante la ambigüedad, la categoría “frutas o verduras” no se reduce a la suma de sus dos subcategorías.

El que probablemente es el experimento más antiguo en el que se ha intentado introducir la mecánica cuántica se basa en el denominado cubo de Necker. El cristalógrafo y geógrafo suizo Louis Albert Necker mostró esta ilusión óptica en 1832. Como su nombre indica, se trata de un cubo, dibujado con trazos lineales, pero de un modo muy peculiar: el observador puede determinar que su lado frontal es el lado superior derecho, pero también el lado inferior izquierdo. Se trata de una figura ambigua que, según los psicólogos cuánticos, es posible interpretar alternativamente de una manera u otra, una muestra de lo que se conoce como percepción biestable.

Este concepto, propuesto por Harald Atmanspacher, de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (Suiza) y Thomas Filk, de la Universidad de Friburgo (Alemania), viene a señalar básicamente que la percepción es una oscilación entre dos estados inestables, un sistema dinámico bien conocido por los físicos cuánticos. Según estos científicos, es incluso posible deducir la velocidad a la que se capta cada estado del cubo –treinta milisegundos– y el periodo en el que oscila la percepción –tres segundos–.

Otro fenómeno que parece tener fundamentos cuánticos es nuestro sentido del humor, un asunto en el que se dan procesos cognitivos muy complejos para el cual resulta igualmente muy difícil crear modelos. De hecho, se trata de una de las capacidades más flexibles de la mente humana. Sin embargo, según un experimento llevado a cabo por Liane Gabora y Kirsty Kitto, de las universidades de Columbia Británica, en Canadá, y tecnológica de Queensland, en Australia, respectivamente, las bases del humor se sostienen en fórmulas matemáticas de la teoría cuántica.

Tomemos, por ejemplo, esta frase en inglés: “Time flies like an arrow; fruit flies like bananas”. En castellano, se traduce así: “El tiempo vuela como una flecha; a la mosca de la fruta le gustan los plátanos”. Este dicho, famoso para los psicólogos angloparlantes que estudian nuestro ingenio, representa a la perfección una característica intrínseca del humor: la mencionada ambigüedad.

La cuestión es que las palabras flies y like tienen dos acepciones distintas. Flies puede significar ‘vuela’ y ‘mosca’; también es posible entender like como ‘gustan’ y como ‘como’. Por ello, entran en conflicto en la mente del lector, un fenómeno que, según los expertos, es la clave del humor.

Por separado, las dos frases anteriores no tienen gracia. Solo adquieren las características de un chiste cuando el significado de la primera choca con el de la segunda. En este caso, el cerebro asimila primero que el tiempo vuela (flies) como (like) una flecha. Después, al leer la segunda frase, cae en una lectura errónea, hasta que asimila de golpe que a las moscas de la fruta (flies) les gustan (like) los plátanos.

Para las autoras de este estudio, el conflicto necesario para que surja el humor obliga al cerebro a contemplar ambos significados de la segunda frase a la vez. O sea, debe encontrarse en un estado de superposición cuántica.

De la misma forma que una superposición entre partículas colapsa cuando se mide y el objeto en cuestión adquiere una única posición, el hecho de entender un chiste se debe a que el cerebro opta por una de las posibles interpretaciones de la frase, lo que resuelve el conflicto.

Esta especie de pensamiento dual es compatible con los formalismos matemáticos de la física de lo muy pequeño, pero ¿podría nuestro órgano pensante ser en realidad un auténtico ordenador cuántico? ¿Cuáles son las bases neuronales que le permitirían funcionar como uno de esos ingenios?

Hace más de treinta años que Roger Penrose y Stuart Hameroff presentaron su teoría cuántica de la consciencia. Para Penrose y su colega, psicólogo de la Universidad de Arizona (EE. UU.), unas minúsculas unidades del citoesqueleto celular conocidas como microtúbulos actuarían como canales de transferencia de información cuántica. Serían, por lo tanto, las responsables de que se manifieste la consciencia humana.

A pesar de los complejos cálculos desarrollados por Penrose para sostener esta hipótesis, carece de pruebas fehacientes que la avalen, y la comunidad científica la ha considerado como algo sumamente especulativo.

Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, cada vez que se descubre la implicación de fenómenos cuánticos en sistemas vivos –algo que sucede en la fotosíntesis, el funcionamiento de las enzimas, el olfato o el sistema de orientación biológico que utilizan ciertas especies de aves en sus migraciones–, alguien se acuerda de mencionar la propuesta de Penrose y Hameroff.

Lejos de pensar que su trabajo tuviera algo que ver con todo ello, un grupo de investigadores, del que forma parte el científico español David López, de la Universidad de Varsovia (Polonia), se topó con lo que se podría considerar como la primera prueba de la existencia de fenómenos cuánticos en el cerebro humano.

López y sus colegas pretendían estudiar el ruido que se da en nuestro órgano pensante en reposo –una característica innata del mismo–, que desaparece cuando se activan las conexiones neuronales. “Medir el ruido puede servir para cuantificar efectivamente cómo se activan diferentes zonas del cerebro o limpiar la señal de una resonancia magnética, por ejemplo”, nos comenta cuanto le preguntamos por la utilidad de sus experimentos.

Mientras trabajaban con una pequeña zona del encéfalo, los científicos encontraron una señal que, sorprendentemente, se parecía mucho a un electrocardiograma. “Detectamos un pico para cada latido, pero no podíamos explicar las observaciones recurriendo a la física clásica”, explica López.

Llegados a este punto, los expertos pensaron que tendrían que adentrarse en el complejo mundo de la cuántica. “Teníamos muy claro que nos encontrábamos ante una señal que medía la interacción de la actividad cerebral en reposo con la entrada de la señal cardiaca, y que era necesario un punto de vista cuántico para explicarlo”, comenta el investigador. Este nos cuenta que las cosas se pusieron aún más interesantes cuando compararon los resultados observados en un grupo de personas de más de sesenta y cinco años y en otro de individuos más jóvenes, de entre dieciocho y treinta. “Esa relación entre la señal cerebral y la cardiaca, que veíamos en estos últimos, desaparecía con la edad”, explica. “No obstante, es cierto que tanto a nivel cardiaco como cerebral hay un declive, y eso puede afectar a esta interacción”, señala López.

Todo se precipitó cuando el equipo descubrió que uno de los voluntarios se había quedado dormido a mitad de la prueba. “Cuando analizamos los datos del escáner de esa persona en concreto vimos que al principio había una señal perfectamente síncrona y claramente cardiaca, pero a medida que avanzaba la prueba iba desapareciendo, para volver a aparecer justo al final —nos relata —. De ahí nos vino la idea de que puede ser una señal sensible a los cambios de consciencia”. Y añade: “En un estado de alerta, esto es, mientras permanecemos despiertos, tanto el corazón como el cerebro deben actuar de una manera coordinada. Pero cuando ese estado cambia y entramos en una fase de sueño, la sincronía se rompe y la señal varía y pasa a ser más ruidosa. Analizamos todas las posibles opciones a la hora de explicar estos resultados y, para nosotros, lo único que tiene sentido es que estemos hablando de una coherencia cuántica. Si ese objeto que queremos medir —en nuestro caso, la señal que obtenemos y relacionamos con la consciencia— se separa en varias ondas, puede haber un momento en que estas interfieran y produzcan la señal”, aclara López.

Los investigadores aseguran que cuentan con muchos indicios de que se trata de un efecto cuántico. “Es un fenómeno muy sensible al movimiento —indica este experto—. Necesitamos condiciones de calma para medirlo. Basta con que el voluntario se mueva en el escáner para que la señal se distorsione. Además, hemos demostrado que el pico de la señal –lo que hace que se parezca a un electrocardiograma– no se puede explicar por las leyes de la física clásica”.

Aun así, para López, la hipótesis postulada por Penrose y Hameroff sigue siendo muy discutible. Sin embargo, no niega que sus mediciones puedan ser utilizadas para respaldar la idea de una cierta consciencia cuántica, un soplo de aire fresco en un campo de investigación que, a pesar de ser sumamente controvertido, nunca ha dejado de llamar la atención de los científicos.

David López nos cuenta que cuando Hameroff leyó el borrador de su artículo se puso en contacto con su equipo para comentar durante un encuentro los avances que se han ido dado en este terreno en los últimos tiempos, entre ellos, los impulsados por Matthew Fisher, un físico teórico de la Universidad de California, en Santa Bárbara, que se cuenta entre los más entusiastas defensores de las tesis de Penrose y el propio Hameroff. Fisher lidera en estos momentos un macroestudio conocido como The Quantum Brain Project o QuBrain. Este proyecto, en el que la fundación Heising-Simons ha inyectado 1,2 millones de dólares, tiene por objeto estudiar desde distintos ángulos la hipótesis del cerebro cuántico. La idea es tratar de dar con la prueba definitiva que relacione los fenómenos de la física de lo muy pequeño con la consciencia humana, dos cosas que, a decir verdad, comparten una complejidad maravillosa.

Fuente: muy interesante.es 

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A la caza de agujeros blancos

Los agujeros blancos se caracterizan por expulsar materia en vez de tragarla, a diferencia de los agujeros negro. ¿Podrían estar detrás del origen del universo?

  

Miguel Ángel Sabadell

21/06/2021

10 minutos de lectura

La idea de sacar algo de la nada es un efecto clásico de los ilusionistas. Estos muestran su sombrero vacío, meten la mano y extraen de allí un conejo, una paloma o un ramo de flores. Por muy habilidoso que sea el mago, por muy increíble que sea el efecto, todos sabemos que hay truco, pero no siempre es así. En el universo es posible que existan unas colosales chisteras mágicas de las que, muy de vez en cuando, parece como si surgiera materia y energía literalmente de la nada: estamos hablando de los agujeros blancos. “Si un agujero negro puede tragarse un Mercedes, el correspondiente blanco podría con toda certeza expulsar un coche idéntico”, explica Paul Halpern, físico de la Universidad de las Ciencias en Filadelfia (EE. UU.) y autor del libro The Cyclical Serpent. Prospects for an Ever-Repeating Universe (1995). Aunque, por desgracia, lo que realmente devora el primero es luz y polvo interestelar, así que eso es lo que debemos esperar que regurgite su reverso luminoso.

El origen de este extraño fenómeno está en la teoría de formación de un agujero negro formulada por el científico alemán Karl Schwarzschild en 1916, mientras luchaba en el frente ruso durante la Primera Guerra Mundial. Porque por paradójico que pueda parecer, el primero en encontrar una solución a las ecuaciones de la relatividad general –la teoría moderna que describe la gravedad– no fue su creador, Albert Einstein, sino este astrónomo seis años mayor, director del Instituto Leibniz de Astrofísica de Potsdam, que murió de pénfigo ampolloso –una rara enfermedad de la piel– al poco de haber desarrollado el nuevo concepto. Su solución mostraba que una masa contenida en un punto no tiene exterior, pues provoca tal distorsión que el espacio se cierra en torno a ella y la aísla del resto del universo. Y esta escisión se produce a una distancia del punto central que solo depende de la masa concentrada allí, el llamado radio de Schwarzschild u horizonte de sucesosToda partícula que lo atraviesa jamás regresa.

Dicho así, queda bastante claro, pero a los físicos les costaba entender el significado físico de este límite: ¿se trata de una barrera tangible, real? Visto desde fuera, si lanzamos un objeto al agujero negro jamás lo veremos atravesar el horizonte de sucesos, pues el tiempo se va ralentizando a medida que se acerca a él y tardaría una eternidad en alcanzarlo. Sin embargo, desde el punto de vista del objeto no sucede nada extraordinario, ya que en cuestión de minutos atraviesa dicha frontera sin problemas; solo se dará cuenta de que lo ha hecho porque no puede salir.

Es más, al cruzar el horizonte, el tiempo y el espacio intercambian sus papeles: si en el exterior podemos movernos a cualquier lugar, pero siempre somos arrastrados hacia adelante en el tiempo a una velocidad de sesenta segundos por minuto, en el interior nos desplazamos –dentro de ciertos límites– por el tiempo, aunque nos dirigiremos inexorablemente hacia la singularidad central.

Ahora bien, si se mira con cuidado la solución de Schwarzschild, descubrimos que.... ¡no es una, sino dos! Las ecuaciones que describen el colapso definitivo de un cuerpo celeste en un agujero negro pueden leerse al revés, como una expansión hacia el exterior de un objeto a partir de una singularidad. O, lo que es lo mismo, un agujero blanco.

Tuvimos que esperar hasta mediados de la década de los cincuenta para que se desarrollara una forma de visualizar y comprender este galimatías. Fue Martin Kruskal, un especialista en física de plasma de la Universidad de Princeton (EE: UU.) –en aquella época muy interesado por la relatividad general–, quien dio con un sistema de coordenadas para describir la estructura de los agujeros negros mediante un solo modelo de ecuaciones, que unía el espacio-tiempo plano del exterior –y alejado del agujero– con el extremadamente curvo del interior. Lo más llamativo era que no había asomo de singularidad en el horizonte de Schwarzschild.

Kruskal tuvo la brillante idea de describir los fenómenos desde la perspectiva de un rayo de luz lanzado hacia un agujero negro, aunque nunca se tomó la molestia de publicarla. Solo John Archibald Wheeler, el físico teórico estadounidense que bautizó como tales a los agujeros negros, se dio cuenta de la importancia de este trabajo. Wheeler escribió un artículo con los cálculos, puso el nombre de Kruskal en él y lo publicó en 1960 en la revista Physical Review. Tiempo más tarde, el inglés Roger Penrose perfeccionó la representación de Kruskal y la convirtió en un diagrama. De este modo, todos están contentos: para los matemáticos, la clave de la comprensión de estos objetos es la métrica de Kruskal; y para los físicos, la idea esencial la proporciona la versión gráfica conocida como diagrama de Penrose.

¿Qué deducimos de todo ello? Que los agujeros blancos son las imágenes especulares de los agujeros negros. Si uno hace una cosa, el otro hace justo lo contrario e invertido en el tiempo. Así, mientras que el horizonte de sucesos de un agujero negro es un lugar del que no se puede salir, al antihorizonte de uno blanco no se puede entrar. Si el primero se traga todo, su hipotética contrapartida lo expulsa.

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que el big bang tiene mucha pinta de agujero blanco: toda la materia y energía que existe en la actualidad se creó en esa megaexplosión repentina. “Es extraordinario comprobar cuánto se parecería la película del gran estallido yendo hacia atrás al colapso gravitatorio instantáneo de una bola de fuego”, dice Halpern. O a la inversa, si rebobináramos la película que muestra la destrucción de la energía cayendo en la singularidad central de un agujero negro, nos parecería estar asistiendo al momento en que nació el universo.

En 1965, el soviético Igor Novikov y el israelí Yuval Ne’eman desarrollaron, de modo independiente, la primera teoría medianamente detallada sobre el origen de los agujeros blancos, bautizados por Novikov como núcleos rezagados. Según ambos físicos, la inmensa mayoría del universo surgió a partir del big bang, pero con el paso del tiempo han seguido apareciendo fragmentos de considerable tamaño provenientes de las regiones rezagadas del estallido primigenio.

Con esta idea entre las manos, Alon Retter y Shlomo Heller sugerían en 2012 en la revista New Astronomy que el cosmos nació en realidad de un agujero blanco, al que llamaron small bang, y que se trata de un fenómeno espontáneo: toda la materia se expulsa de una sola vez. Por lo tanto, y a diferencia de los negros, solo pueden detectarse alrededor del evento en sí. ¿Estarían los estallidos de rayos gamma (GRB, por sus siglas en inglés) asociados con estallidos extremadamente energéticos en galaxias distantes, es decir, agujeros blancos? La idea no es descabellada, ya que los GRB figuran como los sucesos explosivos más luminosos del cosmos.

Lo cierto es que los llevan buscando desde hace ya bastantes años. Cuando en los setenta se obtuvo la primera prueba indirecta de la existencia de los agujeros negros, se redoblaron los esfuerzos por encontrar a sus antagonistas. Y en este contexto aparecieron los cuásares, unos objetos muy alejados –y, por tanto, situados en la época que el universo era joven– que emiten grandes cantidades de energía de forma continuada. Bastantes pensaron que por fin tenían la prueba concluyente, pero un jarro de agua fría apagó sus ilusiones.

En efecto, Douglas Eardley, del Instituto Tecnológico de California (Caltech), detectó en 1974 que las soluciones de Novikov y Ne’eman eran muy inestables y se desintegrarían casi de inmediato. La causa es muy sencilla: el agujero blanco moriría sepultado por las capas de materia y energía acumuladas a su alrededor.

Imaginemos un agujero blanco de Schwarzschild, con una singularidad central de donde brotan materia y energía, que a su vez está rodeada por un antihorizonte. Pero dicha emisión energética no escapa hacia el espacio, sino que se va acumulando en la franja exterior del antihorizonte. Así, capa tras capa, tendremos un agujero blanco envuelto por un densa pantalla protectora de energía, que Eardly denominó sábana azul.

Siguiendo las reglas de la relatividad general, la pared ultraenergética hace que esa región del espacio se deforme bruscamente y surja el horizonte de sucesos de un verdadero agujero negro. Según Nick Herbert, de la Universidad Stanford (EE. UU.), “a los universos les gusta tener contenidas sus propias dosis letales de luz y de materia para formar sábanas azules, que asfixian en su cuna a los agujeros blancos recién nacidos”. Según muestran los cálculos, este proceso de asfixia depende de la masa: para uno equivalente a diez soles, la conversión se verificaría en menos de una milésima de segundo; para otro con una masa de un millón de soles, en poco más de un minuto.

¿Así que no hay agujeros blancos en todo el universo? El físico teórico italiano Carlo Rovelli –uno de los fundadores de la gravedad cuántica de bucles, la idea rival a la teoría de cuerdas y actualmente profesor de la Universidad de Aix-Marsella (Francia)– cree que no está todo perdido. Aplicando las reglas de la mecánica cuántica al mundo de los agujeros blancos –como hizo Stephen Hawking con sus réplicas oscuras–, Rovelli sostiene que los agujeros negros se blanquean tras experimentar una transición cuántica. Y la materia, al caer sobre ellos, rebota.

Luego debe haber un momento en que el horizonte de sucesos cambia a antihorizonte. Y es aquí donde la teoría cuántica viene a echar una mano, gracias a un fenómeno bien conocido y no por ello menos misterioso: el efecto túnel. Sin él es imposible entender la desintegración radiactiva, cuando una partícula atrapada en el núcleo de un átomo inestable consigue vencer la barrera que le impide salir al exterior. Las leyes de la física clásica lo prohíben, pues no tiene la energía suficiente para superar las ligaduras a las que está sometido.

En el caso de los agujeros negros, el hecho de que experimenten la llamada evaporación Hawking –según la cual, y debido a efectos cuánticos, se evaporan de forma lenta hasta desaparecer– es lo que permite que se produzca un peculiar efecto túnel. Para Rovelli, justo cuando el agujero negro ha menguado hasta un punto en el que el espacio–tiempo ya no puede contraerse más, se transforma en uno blanco.

Si es así, ¿dónde los encontraríamos? Pues podrían estar detrás de la misteriosa materia oscura del universo, solo detectada hasta la fecha por sus efectos gravitatorios indirectos. El físico italiano ha calculado que solamente se necesita un minúsculo agujero blanco por cada 10.000 kilómetros cúbicos, mucho más pequeño que un protón y con una masa de aproximadamente una millonésima de gramo –“equivalente a la masa de un pelo humano de doce centímetros”– para dar cuenta de toda la materia oscura que se encuentra en el entorno galáctico del SolEstos nanoagujeros blancos no emitirían radiación, y como son infinitamente pequeños, serían invisibles, como la materia oscura. Si un protón impactara con uno, simplemente rebotaría. “No pueden tragar nada”, resume Rovelli.

Y si ya la idea de la existencia de estas entidades ultramicroscópicas no fuera suficientemente extravagante, Rovelli sugiere –agárrate a la silla– que algunos agujeros blancos podrían ser anteriores al big bang. No solo eso, sino que estos objetos llegados de un universo previo podrían ayudar a explicar por qué el tiempo fluye hacia adelante en el nuestro.

Fuente: muyinteresante.es/ciencia/..

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¿PUEDE CAER UN RAYO SOBRE MI COCHE? *

Posted: 30 Apr 2018 03:00 AM PDT

Se está suponiendo la vuelta de la lluvia. Son los últimos coletazos de un invierno que no termina de irse y un verano que aún se hace de rogar. En ciertas partes de la península, los primeros chubascos van trayendo consigo grandes y oscuras nubes tormentosas que hacen más dificultosos nuestros desplazamientos por carretera, para los que debemos extremar la precaución.
Las tormentas eléctricas son una de estas situaciones que se producen en estos meses de incertidumbre climatológica, y según la AEMET, España sigue un promedio de millón y medio de descargas eléctricas en el periodo primaveral. Ya hemos alcanzado algún pico eléctrico bastante significativo que puede alterar nuestra conducción, por ello, recomendamos mantener la calma y seguir algunos consejos para circular sin miedo ni peligro alguno en estas circunstancias tormentosas.

¿Qué supone realmente una tormenta eléctrica?

La presencia de rayos es algo a lo que ya nos hemos ido acostumbrando a lo largo del año. El impacto de ese fogonazo seguido de un ruido fascinante que nos hace temblar de escalofríos y admirar el poder de la naturaleza (desde la comodidad del hogar, claro). Pero bien es verdad que es diferente si estás conduciendoEn el coche todos nos sentimos más vulnerables, y una tormenta eléctrica donde las precipitaciones sean intensas y además existan fuertes vientos, pueden hacernos pasar algún apuro.

Estos truenos transportan corrientes de hasta 30.000 amperios de intensidad y 800.000 voltios de tensión, generando una energía en forma de calor que puede alcanzar los 8.000ºC. Tenemos la suerte de contar con vehículos resistentes y seguros en caso de impacto de rayos, gracias a una carrocería exterior que disipa el choque hasta el suelo sin dañar a sus ocupantes por el conocido efecto Faraday o Jaula de Faraday. Este principio fue postulado por el físico británico Michael Faraday, quien demostró el experimento sometiéndose él mismo a ello: el campo eléctrico dentro de una superficie conductora cerrada y continua es nulo.
Faraday diseñó un compartimento metálico a través del cual pasaba una corriente eléctrica alta, mientras él permanecía sentado en su interior en una silla. Gracias a su experimento, este efecto puede aplicarse a modo de protección en diferentes equipos electrónicos expuestos a estas alteraciones electromagnéticas de las tormentas, como son los repetidores de radio y televisión o los aviones.

Ha caído un rayo sobre tu coche, tranquilidad

Todo tiene su explicación científica así que, en primer lugar, no debe cundir el pánico. Si te encuentras dentro del vehículo y protegido, los especialistas aconsejan seguir estos tres pasos: bajo ningún concepto bajes del cochecierra todas las ventanillas y es recomendable que apagues la radio. Continúa circulando tranquilamente sin entrar en contacto con partes metálicas de la vía, sobre todo si decides estacionar en algún lugar protegido o área de descanso. Las vallas o tendidos metálicos, así como charcos y zonas húmedas no son tampoco espacios seguros.
Si tu vehículo ha recibido el impacto de un trueno mientras circulabas, antes de salir del coche debes mantenerte en espera un margen de tiempo, pues la superficie de la carrocería aún conserva cierta carga polarizada del campo eléctrico. Dependiendo de la conductividad y resistencia del momento, lo más natural es que se descargue al generar un arco voltaico entre la llanta y el suelo, pero debemos tener cuidado pues es posible recibir un calambre nada más pisar el suelo.

Es posible (rara vez) que los neumáticos revienten tras el impacto por las altas temperaturas a las que se ven sometidos, por lo que reducir la velocidad o incluso inmovilizar el vehículo ayudará a que la temperatura del neumático no ascienda tanto. Especial cuidado debemos de tener con los coches con capota o tipo cabrio, pues lógicamente, no ofrecen exactamente la misma protección frente a una descarga eléctrica. Evitemos circular con ellos cuando las condiciones climatológicas así lo requieran.
Por otro lado, en ciudad o zonas urbanas no existe prácticamente posibilidad de que seamos alcanzados por un rayo, pero sí debemos extremar la precaución cuando salgamos a la carretera pues nos exponemos más en una zona donde la toma de tierra de un rayo es más amplia. Situarnos en una zona menos elevada como un pequeño valle o cerca de un edificio nos ayudará a estar más tranquilos. En el caso de movernos en moto o bicicleta, lo mejor será bajarnos del vehículo y circular a pie siempre cubiertos y evitando el contacto con otros objetos metálicos.

Un buen mantenimiento ahorra muchos problemas


Como hemos comprobado, nuestro automóvil está perfectamente preparado y protegido para estos casos, pero debemos tener en cuenta que las tormentas eléctricas traen nubes cargadas de precipitación, normalmente, de una gran intensidad. La lluvia, los truenos, la niebla, el aquaplanning… Son muchos factores y, en estas circunstancias, nuestra conducción debe extremarse al máximo. Por supuesto, también debemos de planificar correctamente nuestro trayecto, prestando especial atención a las entrañas de nuestro vehículo.
Un correcto mantenimiento nos ahorrará grandes disgustos y malos ratos, y no requiere de un excesivo tiempo. Comprobar el estado de los frenos, la presión y dibujo de los neumáticos, la efectividad de nuestras escobillas limpiaparabrisas y el correcto funcionamiento del sistema de iluminación será todo lo que debemos conservar en perfectas condiciones para no tener ningún susto. Una tormenta eléctrica nos pone a prueba de manera especial tanto a nosotros como conductores, como a nuestro vehículo. Por lo que prevenir estas situaciones y estar preparados para cuando lleguen nos convertirá en marineros expertos en aguas turbulentas, para que podamos disfrutar luego al máximo de las aguas más tranquilas.

FUENTE: Revista Circula Seguro

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Final de una etapa

Ilustración gráfica: "Decisiones al final de la vida" en redbioética.com.ar - bajada para PGV


Por Margarita del Pilar Rojas Franco y Jairo Reyes Pulido 


Vivamos sin aparentar, 

amemos sin depender, 

escuchemos sin atacar, 

hablemos sin ofender, 

aprendamos a vivir sin los comentarios de los demás.. 

Propongámonos ser amables, serlo siempre, nunca dejar de serlo.

¿Por qué nos enfermamos? Por adoptar problemas ajenos. Por vivir en el pasado. Por trabajar en algo que no te gusta. Por renunciar a nuestros sueños. Por guardar rencores. Por reprimir nuestras emociones. Por no soltar lo que ya no existe. Por tener miedo y no arriesgarse.

No triunfa quién no tuvo momentos difíciles. Triunfa aquel que pasó por ellos, luchó y no se rindió!!.

Padre gracias porque dentro de poco veré aquello que de rodillas te pedí. 

No todas las tormentas vienen para perturbar, algunas llegan para limpiar el camino que me lleva a Ti. 

Señor no ha sido fácil, pero lo logramos gracias por la luz en nuestro camino, y por tu infinito amor. Así sea.

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Leer más y más para la vida es la clave. HAC

Ilustración gráfica: "El miedo se nutre de la ignorancia" en lamenteesmaravillosa.com - bajada para PGV

PGV puede aparecer, en general, los miércoles y los sábados !

Contacto: pluriversidadglobal@gmail.com

Ilustración gráfica: "Pin de Hugo Arias en PGV - co.pinterest.com




Comentarios


  1. Muy bueno el artículo: Tu cerebro cuántico: ¿Vivimos en estados mentales superpuestos?

    “.... la percepción es una oscilación entre dos estados inestables, un sistema dinámico bien conocido por los físicos cuánticos. ....los formalismos matemáticos de la física de lo muy pequeño....¨

    Esa es una de las razones por la cual en las ingenierías una de las áreas de conocimiento requeridas para la formación profesional, es, área de Comportamiento Humano.

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