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Como promotor del Brexit, y hoy primer ministro de la Gran Bretaña, Boris Johnson tiene que responder ahora, desde la otra orilla, al argumento que él mismo se encargó en su momento de promover, en el sentido de que una nación se debe apartar de pactos que impliquen la injerencia de poderes externos.
Hace doscientos años, cuando el Imperio Británico se daba el lujo de manejar los principales controles de la marcha del mundo, nadie hubiera podido pensar que a estas alturas de la historia aparecería en el panorama la posibilidad de que se disuelva el Reino Unido.
Curiosamente, después de que los partidarios del Brexit proclamaran el éxito de haberse salido de los compromisos que les ataban a la Unión Europea, los británicos enfrentan una situación interna que podría llevar al extremo más grande de pérdida de significación, influencia y poder, desde que se convirtió en potencia. No otra cosa significaría la separación de Escocia, que eventualmente se podría extender a Irlanda del Norte, y de pronto a Gales.
En medio de la euforia por el triunfo general de los conservadores en las recientes elecciones regionales y locales, muchos británicos se regocijaron por el disfrute de la “independencia” obtenida al separarse de la Europa comunitaria. Pero, justamente a partir de esas mismas elecciones, que en Escocia tuvieron un resultado diferente, se puede advertir que, si bien es cierto que la Gran Bretaña ahora no está sometida a las limitaciones de su vinculación formal con el resto de Europa, ha irrumpido en el escenario interno una disputa que puede tener consecuencias devastadoras.
Los resultados electorales en Escocia fueron claros en favor del Partido Nacional Escocés, fundado con el propósito principal de promover la independencia del país, separándose del Reino Unido. Causa observada con suma atención en Irlanda del Norte, que tiene la perspectiva de unirse a la República de Irlanda, con la que comparte la misma isla, y también en Gales, que al menos aspira a una cuota mayor de poder, dentro de un proceso de “devolución” de poderes, que para los escoceses no resultó suficiente. De manera que, con diferente intensidad, reviven inquietudes separatistas en tres de los cuatro componentes del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
La relación entre Inglaterra y Escocia ha tenido una accidentada trayectoria. Si bien los escoceses mantuvieron su independencia al punto que ni siquiera los romanos pudieron extender su dominio a su territorio, un accidente de sucesión de casas reinantes llevó a que un rey escocés terminara heredando también la corona inglesa, de manera que los dos reinos resultaron unidos por la corona, aunque mantuvieron sus parlamentos separados. Hasta que llegó la debacle de aquella aventura escocesa de fundar una colonia en el Darién, con la perspectiva de apoderarse del Golfo de Urabá, que en un curioso mapa de 1700 aparece como “Bahía de Caledonia”. Fracaso que, en pocas palabras, llevó a que, a partir de razones financieras, Escocia terminara unida a Inglaterra.
El propósito de la independencia escocesa ha estado desde entonces latente, a lo largo de casi trescientos años. Aunque también, de hecho, entre la nación escocesa y la inglesa se ha vivido al mismo tiempo una relación intensa y por lo general armoniosa, acompañada de avances en favor de un grado creciente de autonomía en favor de Escocia. La concreción de ello está representada en el proceso de “devolución”, que ha conducido a que los escoceses tengan otra vez su propio parlamento y se ocupen autónomamente del manejo de la agricultura, la pesca, el medio ambiente, la salud, la educación y los demás servicios sociales. Mientras que la política exterior, la de defensa, la macro política económica y las migraciones, corresponden al Reino Unido.
Los cálculos políticos, al menos en Londres, llevaron a pensar que, convertida en realidad, la “devolución” desactivaría las pretensiones de independencia. Además, en 2014 se llevó a cabo un referendo en el que la propuesta independentista resultó derrotada por el 55% del electorado. Todo muy bien, hasta que llegó el Brexit, rechazado de manera contundente en el escenario escocés por el 62% del voto ciudadano que, por otra parte, considera que la devolución ha sido positiva, pero la entiende como avance que pone al país a un paso de la independencia.
Nicola Sturgeon, Ministra Principal de Escocia y líder del Partido Nacional Escocés, puso claras las cosas con motivo de la reciente campaña política regional y local, en el sentido de que aspiraba a un mandato orientado a la independencia. Obtenido un resultado favorable, su partido, en alianza con los verdes, tendrá el control del parlamento de Holyrood. Por lo cual Nicola no vacila en afirmar, al dirigirse al Primer Ministro Boris Johnson que, superado el reto de la pandemia, la discusión no será sobre si hay un nuevo referendo que consulte la voluntad popular en favor o en contra de una Escocia independiente, sino cuándo tendrá lugar dicha consulta.
El argumento escocés es sencillo y contundente: que nadie decida por ellos, y que resulta inaceptable que los hayan sacado contra su voluntad de la Unión Europea, cuando tienen mayoritariamente claro lo que quieren. Y lo que quieren, al menos en el partido mayoritario, es ser independientes del Reino Unido y regresar, si los admiten, al seno de la Unión Europea. Otra cosa es el trámite político, jurídico y económico del proceso. Campos todos que revisten complejidades difíciles de manejar para todas las partes.
La realización de un nuevo referendo, transcurrido tan poco tiempo desde el de 2014, no tendría presentación respecto de un asunto tan serio; solo que el Brexit introdujo un elemento nuevo y muy relevante, que produce escozor entre los escoceses, mayoritaria y convencidamente europeístas. Situación frente a la cual el Primer Ministro británico, de quien dependería la autorización de una nueva consulta, ha manifestado que no está dispuesto a darla. En cambio, además de felicitar a Nicola por su triunfo, ha convocado a los tres componentes restantes del Reino Unido a dialogar sobre el futuro, sobre la base de que la unión de todos ellos los fortalece, de manera que juntos pueden hacer cosas importantes.
Bajo la apariencia de la “tregua obligada” de la atención de la pandemia, corre un proceso político que hace recordar el de Cataluña, aunque por ahora parece evidente que nadie quiere llegar a una crisis institucional de naturaleza parecida, ni llevar el asunto a la justicia. También se hacen todas las cuentas posibles sobre la suficiencia escocesa para sobrevivir con el mismo grado de confort que, desde el punto de vista económico, disfruta como parte esencial del Reino Unido, con el que le unen lazos comerciales tres veces más cuantiosos que con el resto de Europa. Cuentas a las que hay que agregar las peripecias necesarias para ingresar como nuevo miembro a la Unión Europea, tanto desde el punto de vista político como del económico.
Aparte de la invención de una nueva presencia británica en el escenario económico y político internacional, ahora sin las ataduras de la Unión Europea, el gobierno y los partidos británicos tienen el reto de encontrar fórmulas que les permitan mantener la unión interna como premisa fundamental de la solidez de cualquier nuevo emprendimiento hacia afuera. La disolución del Reino Unido tendría consecuencias dramáticas desde el punto de vista práctico, porque una frontera cerrada entre Escocia e Inglaterra rompería no solamente el funcionamiento de la isla que comparten, sino el encanto de la insularidad, elemento estratégico y político del que los ingleses han hecho uso inveterado a través de la historia.
La separación debilitaría además la economía británica y tendría una desfavorable significación simbólica que haría dudoso el peso internacional de una Inglaterra disminuida y solitaria. De manera que el hecho de que Escocia le plantee ahora a la Gran Bretaña lo que ésta le planteó a la Unión Europea, en el sentido de separarse del pacto, se convierte en prueba máxima para un primer ministro, como Boris Johnson, que desea pasar a la historia como uno de esos líderes providenciales que conducen a su país al éxito en medio de las dificultades.
(*) Exembajador de Colombia. Director y moderador del Observatorio de actualidad Internacional de la U. del Rosario. Exrector Universitario UPTC. Decano y docente titular en U. del Rosario. Analista y escritor sobre temas de gobernanza y de geopolítica global.
Estuvimos juntos siempre pero solo ahora estamos juntos. Siempre nos conocimos y apenas empezamos a conocernos. ¿Quiénes son estas muchachas y estos muchachos firmes y conmovidos que nos hablan por primera vez? Son los que fuimos, sueñan lo que soñamos, hacen por fin lo que siempre quisimos hacer. Están aquí desde hace siglos y sin embargo acaban de nacer, y por sus labios hablan estos mares, y por sus manos corren estos ríos, y son de todos los colores: han nacido en los valles, en las montañas, en los litorales, en las ciudades.
¿Qué es lo que quieren estos jóvenes? Pues lo que quiere todo pájaro: poder volar y cantar; lo que quiere todo río, poder seguir su camino; lo que sueña toda vida, celebrar el mundo, merecer un destino, disfrutar de este breve tiempo que nos dieron sin sentir ese regusto amargo de que la tierra es de unos cuantos, de que la vida verdadera es de unos pocos, de que tenemos que dejar morir las ideas en nuestras cabezas, el talento en nuestras manos y el amor en nuestros corazones, porque el país es de cuatro dueños, porque los que tienen la tierra en vez de ponerla a producir la forran en alambre de púas, porque los que creen tener la cultura quieren guardarla en una caja fuerte.
¡Adelante, los hijos de una edad más orgullosa y más valiente! Ustedes lo merecen todo: no se conformen con migajas. El Estado ha dicho que les va a ofrecer educación superior gratuita. Tal vez sea una buena decisión, pero no es suficiente. Si muchos jóvenes no han podido siquiera terminar su bachillerato, ¿cómo podrían entrar a la universidad aunque no les cobren matrícula? Muchos no tienen qué comer en sus casas, y muchos tienen incluso hijitos qué mantener.
Pero solo es así como cambian los tiempos: cuando cada quien sabe lo que vale y ya no se resigna simplemente a pedir sino que exige, sino que propone e impone los cambios.
Alguien creerá que es mucha gracia no cobrarles por aprender. Yo digo que la sociedad debería pagarles por aprender. Permitirles ser médicos, ser ingenieros, ser matemáticos, ser químicos, ser arquitectos. Pero tener también, mientras estudian, salud, ingresos, tiempo libre, lo que algunos siempre tuvieron y aquí las mayorías no tuvieron nunca.
Ustedes ya han comprendido qué gran país podríamos llegar a ser si se cultivara nuestro talento.
No todas las profesiones están inventadas, el mundo nos demuestra que hay mucho qué crear, mucho qué transformar, una nueva manera de habitar en la tierra, y todo eso está brotando, y lo que ustedes hacen hoy, reclamar con valentía, luchar con firmeza, hacerse respetar de los poderes vanidosos y muchas veces corruptos, es parte de ese mundo nuevo que está naciendo.
Es la certeza antigua de que la voz del pueblo es la voz de Dios, y que la juventud está más cerca de la naturaleza y es la mejor aliada de la vida. Es la prueba de que el vigor, la belleza y la alegría son dones que la vida le ha dado a la especie para que sepa renacer a tiempo de sus cenizas, para que invente una vez más el mundo.
Información personal | ||
---|---|---|
Nacimiento | 2 de marzo de 1954 (67 años) Herveo (Tolima, Colombia) | |
Nacionalidad | Colombiana | |
Educación | ||
Educado en | Universidad Santiago de Cali | |
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor y poeta | |
Géneros | Novela, ensayo y poesía | |
Distinciones | -Premio Nacional de Ensayo 1982 -Premio Nacional de Poesía 1992 -Premio Casa de las Américas, Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada, 2003 -Premio Rómulo Gallegos 2009 es.wikipedia.org |
Fuentes: todo-mail.com y https://www.todo-mail.com/content.aspx?emailid=22293
Biografía Juan Pablo II
10 cosas que probablemente no sabías de Juan Pablo II
El 18 de mayo se cumplen 101 años de su nacimiento. En sus 85 años de vida sorprendió a todos. Por diversos motivos
Sin duda mayo fue un mes importante en la vida de Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II. No solo nació en este mes. El 13 de mayo de 1981 y el mismo día del año siguiente, sufrió sendos atentados (el primero en la plaza San Pedro y el segundo en Fátima). A esto hay que sumar que fue también en mayo, más precisamente el 1, cuando fue beatificado. Pero hay otros detalles, más allá de su biografía más conocida, que no todo el mundo sabe sobre el primer Papa no italiano en 500 años. O uno de los líderes globales que más ha viajado en la historia. Y estos son 10 de ellos.
1. Memoria colosal
A Juan Pablo II le gustaba mucho la literatura y el teatro, una pasión que tenía desde pequeño. Cuando formaba parte de un grupo de teatro, en su adolescencia, uno de los miembros del elenco se retiró 2 días antes del estreno. Pero para el joven Karol era tiempo suficiente ya que solo de escuchar los ensayos se sabía las líneas de todos sus compañeros y compañeras de elenco. Y esa memoria la mantuvo a lo largo de su pontificado. Se sabía el nombre de los más de 2.000 obispos del mundo. Aún los guardias suizos y los seminaristas señalan que recordaba detalles de sus vidas, aún un año después.
2. Enterrado en basura
Cuando terminó la II Guerra Mundial y el poder en Polonia pasó de los alemanes a las ideas afines a Rusia (léase comunismo), Karol y sus compañeros pudieron regresar al seminario, pero tras el conflicto el sitio estaba en un estado deplorable: tuberías congeladas y letrinas peor que inexistentes. Fue necesario picar con palas montones de excrementos congelados y llevarlos con carretillas, algo que el futuro Juan Pablo II no dudó en hacer.
3. Polonia y el comunismo
Si bien el gobierno polaco permitió que la Iglesia nominara a sus propios candidatos para ocupar el cargo más alto en el clero local, se hizo con el derecho de vetar a cualquier candidato que no le gustara. Varios candidatos cayeron en las primeras opciones hasta que consiguieron consenso con una opción:: Karol Wojtyla. Años más tarde regresó a su país, ya como sumo pontífice y ayudó a derrocar al gobierno comunista.
4. Como James Bond
Cuando era obispo en Polonia, la policía secreta lo vigilaba constantemente (llegaron a acumular más de 20 carpetas con información sobre sus rutinas). En una oportunidad, cuando el arzobispo local necesitaba tener una reunión secreta con Karol, su chófer hizo un pequeño truco que cortó la línea de visión de quienes le seguían y Karol cambió de vehículo sin ser detectado.
5. Iglesias hechas con libros
Su libro Cruzando el umbral de la esperanza, fue traducido a 53 idiomas y solo en Italia vendió más de un millón de copias. Con los derechos obtenidos por las ventas, Juan Pablo II realizó donaciones para construir iglesias en la ex Yugoslavia, tras el conflicto que asoló la zona.
6. Coincidencias piadosas
En 1947 un joven Karol Wojtyła (tenía 27 años) recibió el sacramento de la Reconciliación del Padre Pio (Francesco Forgione). Cincuenta y cinco años después (y también en mayo), Juan Pablo II sería responsable de canonizar a este religioso italiano.
7. Lector empedernido
Aunque ya hemos dicho que era un ávido lector, Juan Pablo II lo llevaba al extremo a menudo. Tanto que durante el Cónclave Papal, poco antes de ser elegido estaba leyendo tratados sobre marxismo.
8. De puño y letra
Cada año de su pontificado Juan Pablo II escribió un promedio de 3000 palabras por año, lo que suma un total de 324 libros de 250 páginas cada uno.
9. Pionero en conciliación
En mayo de 2001 (otra vez ese mes) se convirtió en el primer Papa en visitar una mezquita ocurrió en la Mezquita de los Omeyas o Gran Mezquita de Damasco, Siria.
10. Escapista
Aunque muy disciplinado, Juan Pablo II también tenía otra cara y a menudo se escabullía de su guardia personales para realizar excursiones a la montaña o para ir a esquiar, deporte que siguió practicando aún con más de 70 años.
Fuente: muyhistoria.es/contemporarea/articulo
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Muy buenas las lecturas del 19 de mayo.felicitaciones hugo.saludos
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