PGV - Edición de 10,02,2021 - Editorial: OTRA COSA ES GOBERNAR - y más temas de interés.
PGV
Pluriversidad GLOBAL para la Vida - PGV
EDITORIAL
Por Eduardo Barajas Sandoval (*)
eduardo.barajas@urosario.edu.co
Gobernar es arte diferente del de opinar, cuestionar o proponer, sobre las cosas de interés público. No todo el mundo, aunque se lo crea, y aunque otros también lo piensen, reúne la serie compleja de características que conducirían a que alguien, después de ejercer cualquier oficio, inclusive el de la oposición, resulte haciendo un buen gobierno.
Dentro y fuera de los escenarios democráticos, en la feria variopinta de la competencia política desfilan personajes de toda índole. A la comparsa tradicional de quienes se consideran políticos se suman con frecuencia empresarios, publicistas, milagreros, comunicadores, líderes religiosos, personajes de la farándula, deportistas retirados y hasta payasos de profesión. Cada uno cree que sabría cómo conducir un gobierno, al menos desde el ángulo de su formación personal, sobre la base de que las buenas intenciones, e inclusive el buen criterio, bastarían para obrar decentemente y enderezar entuertos que molestan a ciudadanos que esperan, con inocencia e ilusión, que aparezca quien “haga las cosas bien”.
Casos se han dado en los que personajes extravagantes, pintorescos, o malévolos y con alma de tiranos, se han hecho al poder para ejercerlo de manera primitiva y brutal, como si gobernar consistiese en dar órdenes, para sentir el vértigo de ser obedecidos y apreciar el movimiento de un rebaño al ritmo de su inspiración. También, por la vía de las urnas, han terminado investidos de responsabilidades de gobierno personajes sin experiencia alguna, ni formación, ni nada que tenga que ver con el arte de gobernar. Y claro, entre esos extremos y el ideal de buen gobernante, que no es sino un ideal, aparece un mosaico amplio de figuras de todos los tintes, cuya acción produce todo tipo de resultados. Como los tonos de una foresta.
Desde el punto de vista democrático, que sería el parámetro convencional más respetable a tener en cuenta, gobernar es el ejercicio temporal, pasajero, público, limitado y reglado, de una cuota de poder, en cumplimiento de un mandato popular y al ritmo de la aceptación ciudadana y del acierto en el respeto por un estado de derecho. Una acción continuada que requiere de vocación de contenido muy diferente de la elemental de querer mandar. Un compromiso de búsqueda del bien colectivo que requiere de habilidades especiales, talante adecuado, y una combinación compleja entre ideas, propósitos, capacidad gerencial, sentido de lo público, conocimiento de los tornillos escondidos del aparato del estado, inspiración contagiosa de entusiasmo y colaboración, liderazgo a través del ejemplo, sentido del mando, prudencia, transparencia, audacia y decisión.
No todo el mundo reúne todas esas condiciones. Aún en el mejor de los casos, la llegada al poder, así haya sido por la vía de las urnas, implica el descubrimiento de un panorama que siempre será diferente del que el investido pudo soñar. Panorama que no alcanzan a imaginar siquiera muchos de quienes desde la calle, sin experiencia en las lides del estado y del gobierno, confían en que quien llegue a la cúspide, sobre todo si ha sido con su apoyo, demuestre desde las primeras horas que sabe hacer las cosas y sobre todo que puede tomar y hacer cumplir, cuanto antes, las decisiones más acertadas, deseables y esperadas.
En una y otra parte del mundo, y con más frecuencia de lo que se pueda pensar, llegan al poder personajes sin experiencia en la toma de decisiones, sin haberse ejercitado en el día a día de conducir enormes contingentes de funcionarios, sin temperamento para manejar los altibajos que implica la imposibilidad de arreglar de una vez todos los problemas, con los reflectores puestos sobre la cara, con la presión de los acontecimientos, con la variedad enorme de asuntos sobre los cuales se exige que tengan un pensamiento, un criterio, y una capacidad de acción. Entonces terminan llevados de aquí para allá por una corriente de aguas turbulentas.
Hay quienes después de haber ejercido exitosamente la oposición, de haber criticado puntualmente lo que ha sido preciso criticar, e inclusive de haber propuesto aquello que vale la pena proponer, llegan al poder y demuestran que no sirven para gobernar. Solamente entonces ellos, y quienes los apoyaron, entienden que la experiencia juega un papel fundamental. Que es mejor haberse puesto a prueba en la dirección de personas que realicen una gama amplia de actividades. Que es bueno tener la humildad para reconocer que dentro de sus subalternos hay quienes con seguridad saben mucho más que ellos de muchas más cosas. Que cualquier cosa que se quiera hacer se debe sujetar a reglas preestablecidas que hay que respetar y que solamente se pueden cambiar conforme a otras reglas que es obligatorio observar. Es entonces cuando todos esos ilusos que antes pensaban como les parecía y lo creían todo posible, se encuentran, por lo menos en los estados de derecho, o en los remedos de estado derecho, con unos parámetros que tienen fundamento político, filosófico, o tradicional, que los obligan a obrar dentro de unos límites que jamás soñaron, y que para su temperamento resultan limitantes, o simplemente difíciles de descifrar.
Horas después de la redacción de la anterior entrega de esta columna, en la que se comentaba sobre la cada vez más opaca figura de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, los militares de Myanmar pusieron fin, por la vía del golpe de estado, al gobierno que ella presidía precariamente bajo la figura de Consejera del Estado, luego de unas elecciones en las que su partido obtuvo una mayoría arrolladora.
Maravillosa en la oposición, entusiasta aclamada internacionalmente en la defensa de la libertad de prensa y de toda una serie de valores democráticos antes de llegar al gobierno, su experiencia resultó completamente diferente a la hora de gobernar. Como se reseñó la semana pasada, no quiso, o no pudo, que para el caso es casi lo mismo, detener los abusos en contra de las libertades que tanto había defendido, ni el genocidio del pueblo musulmán de los Rohingya, expulsado además de su país.
Los militares que la derrocaron han apelado para su acción a un argumento recientemente utilizado, también sin pruebas y con el ánimo de quedarse en el poder, por el saliente empresario y presidente improvisado de los Estados Unidos: el de la existencia de un fraude electoral. Aung San Suu Kyi, lo mismo que quienes la derrocaron para hacer lo que les de la gana, y el personaje que ocupó los últimos cuatro años la Casa Blanca, resultan ser ejemplo fehaciente de que otra cosa es gobernar.
Dentro y fuera de los escenarios democráticos, en la feria variopinta de la competencia política desfilan personajes de toda índole. A la comparsa tradicional de quienes se consideran políticos se suman con frecuencia empresarios, publicistas, milagreros, comunicadores, líderes religiosos, personajes de la farándula, deportistas retirados y hasta payasos de profesión. Cada uno cree que sabría cómo conducir un gobierno, al menos desde el ángulo de su formación personal, sobre la base de que las buenas intenciones, e inclusive el buen criterio, bastarían para obrar decentemente y enderezar entuertos que molestan a ciudadanos que esperan, con inocencia e ilusión, que aparezca quien “haga las cosas bien”.
Casos se han dado en los que personajes extravagantes, pintorescos, o malévolos y con alma de tiranos, se han hecho al poder para ejercerlo de manera primitiva y brutal, como si gobernar consistiese en dar órdenes, para sentir el vértigo de ser obedecidos y apreciar el movimiento de un rebaño al ritmo de su inspiración. También, por la vía de las urnas, han terminado investidos de responsabilidades de gobierno personajes sin experiencia alguna, ni formación, ni nada que tenga que ver con el arte de gobernar. Y claro, entre esos extremos y el ideal de buen gobernante, que no es sino un ideal, aparece un mosaico amplio de figuras de todos los tintes, cuya acción produce todo tipo de resultados. Como los tonos de una foresta.
Desde el punto de vista democrático, que sería el parámetro convencional más respetable a tener en cuenta, gobernar es el ejercicio temporal, pasajero, público, limitado y reglado, de una cuota de poder, en cumplimiento de un mandato popular y al ritmo de la aceptación ciudadana y del acierto en el respeto por un estado de derecho. Una acción continuada que requiere de vocación de contenido muy diferente de la elemental de querer mandar. Un compromiso de búsqueda del bien colectivo que requiere de habilidades especiales, talante adecuado, y una combinación compleja entre ideas, propósitos, capacidad gerencial, sentido de lo público, conocimiento de los tornillos escondidos del aparato del estado, inspiración contagiosa de entusiasmo y colaboración, liderazgo a través del ejemplo, sentido del mando, prudencia, transparencia, audacia y decisión.
No todo el mundo reúne todas esas condiciones. Aún en el mejor de los casos, la llegada al poder, así haya sido por la vía de las urnas, implica el descubrimiento de un panorama que siempre será diferente del que el investido pudo soñar. Panorama que no alcanzan a imaginar siquiera muchos de quienes desde la calle, sin experiencia en las lides del estado y del gobierno, confían en que quien llegue a la cúspide, sobre todo si ha sido con su apoyo, demuestre desde las primeras horas que sabe hacer las cosas y sobre todo que puede tomar y hacer cumplir, cuanto antes, las decisiones más acertadas, deseables y esperadas.
En una y otra parte del mundo, y con más frecuencia de lo que se pueda pensar, llegan al poder personajes sin experiencia en la toma de decisiones, sin haberse ejercitado en el día a día de conducir enormes contingentes de funcionarios, sin temperamento para manejar los altibajos que implica la imposibilidad de arreglar de una vez todos los problemas, con los reflectores puestos sobre la cara, con la presión de los acontecimientos, con la variedad enorme de asuntos sobre los cuales se exige que tengan un pensamiento, un criterio, y una capacidad de acción. Entonces terminan llevados de aquí para allá por una corriente de aguas turbulentas.
Hay quienes después de haber ejercido exitosamente la oposición, de haber criticado puntualmente lo que ha sido preciso criticar, e inclusive de haber propuesto aquello que vale la pena proponer, llegan al poder y demuestran que no sirven para gobernar. Solamente entonces ellos, y quienes los apoyaron, entienden que la experiencia juega un papel fundamental. Que es mejor haberse puesto a prueba en la dirección de personas que realicen una gama amplia de actividades. Que es bueno tener la humildad para reconocer que dentro de sus subalternos hay quienes con seguridad saben mucho más que ellos de muchas más cosas. Que cualquier cosa que se quiera hacer se debe sujetar a reglas preestablecidas que hay que respetar y que solamente se pueden cambiar conforme a otras reglas que es obligatorio observar. Es entonces cuando todos esos ilusos que antes pensaban como les parecía y lo creían todo posible, se encuentran, por lo menos en los estados de derecho, o en los remedos de estado derecho, con unos parámetros que tienen fundamento político, filosófico, o tradicional, que los obligan a obrar dentro de unos límites que jamás soñaron, y que para su temperamento resultan limitantes, o simplemente difíciles de descifrar.
Horas después de la redacción de la anterior entrega de esta columna, en la que se comentaba sobre la cada vez más opaca figura de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, los militares de Myanmar pusieron fin, por la vía del golpe de estado, al gobierno que ella presidía precariamente bajo la figura de Consejera del Estado, luego de unas elecciones en las que su partido obtuvo una mayoría arrolladora.
Maravillosa en la oposición, entusiasta aclamada internacionalmente en la defensa de la libertad de prensa y de toda una serie de valores democráticos antes de llegar al gobierno, su experiencia resultó completamente diferente a la hora de gobernar. Como se reseñó la semana pasada, no quiso, o no pudo, que para el caso es casi lo mismo, detener los abusos en contra de las libertades que tanto había defendido, ni el genocidio del pueblo musulmán de los Rohingya, expulsado además de su país.
Los militares que la derrocaron han apelado para su acción a un argumento recientemente utilizado, también sin pruebas y con el ánimo de quedarse en el poder, por el saliente empresario y presidente improvisado de los Estados Unidos: el de la existencia de un fraude electoral. Aung San Suu Kyi, lo mismo que quienes la derrocaron para hacer lo que les de la gana, y el personaje que ocupó los últimos cuatro años la Casa Blanca, resultan ser ejemplo fehaciente de que otra cosa es gobernar.
Fuentes: El autor y https://www.elespectador.com/o pinion/otra-cosa-es-gobernar/
EL ESPECTADOR 9 de febrero de 2021
EL ESPECTADOR 9 de febrero de 2021
(*) Exembajador de Colombia. Docente, Director y moderador del Observatorio de actualidad Internacional de la U. del Rosario. Exrector Universitario UPTC. Docente titular y directivo en U. del Rosario. Analista y escritor sobre temas de geopolítica internacional.
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Hablemos de sostenibilidad y cambio climático
Recuperación sostenible: una oportunidad única para América Latina y el Caribe
February 10, 2021 por Graham Watkins
Las consecuencias sociales y económicas del Covid-19 presentan una oportunidad histórica para que América Latina y el Caribe alinee la acción climática con los objetivos de desarrollo. Con más de medio millón de víctimas mortales y una contracción económica del 7,4% en 2020, América Latina y el Caribe es la región más afectada del mundo por la pandemia, lo cual no solo ha tenido repercusiones en la salud, sino también en el empleo, la infraestructura y la economía en su conjunto.
Si bien el virus aún avanza implacable, los gobiernos deben comenzar a buscar estrategias de recuperación. Considerando que el cambio climático y la biodiversidad son claves para una región tan entrelazada con el mundo natural y dependiente de los combustibles fósiles, la región necesita un enfoque transformador. Esta es una forma eficiente de asegurar un desarrollo sostenible e inclusivo, de generar los trabajos que necesitamos y de abordar las desigualdades existentes que la pandemia ha puesto de relieve tan profundamente.
Una recuperación sostenible debe tener un fuerte enfoque en aumentar la resiliencia de los sistemas de salud, educación, vivienda y otros sistemas sociales, para mitigar los peores efectos del clima futuro y los impactos pandémicos.
Esto podría lograrse mediante una infraestructura de servicios básicos, para brindar servicios económicos de bajo impacto a las poblaciones, en áreas tales como la energía, el agua y el transporte y, al mismo tiempo, minimizar la presión sobre el medio ambiente.
El potencial de las soluciones basadas en la naturaleza también debe aprovecharse mejor para ayudar simultáneamente a reducir las emisiones de carbono y a aumentar la resiliencia a los impactos climáticos.
Restaurar manglares para mitigar las inundaciones costeras, por ejemplo, es el tipo de s soluciones que podría lograr estos objetivos.
El papel de la naturaleza fue destacado recientemente por el informe Dasgupta sobre la economía de la biodiversidad, que pide cambios fundamentales en nuestras economías si queremos revertir la pérdida de biodiversidad, proteger y mejorar nuestra prosperidad y prevenir el colapso climático. Esto es especialmente relevante para América Latina y el Caribe, la superpotencia mundial de la biodiversidad, que posee alrededor del 40% de la biodiversidad mundial.
Pero para que este tipo de recuperación se materialice, es necesario que haya un cambio en los sistemas financieros, los cuales actualmente carecen de una consideración seria de la sostenibilidad. Además, aún se les alienta a invertir en combustibles fósiles y, por lo tanto, son vulnerables a los riesgos de invertir en activos varados.
Recientemente, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó su Plan de Acción de Cambio Climático 2021-25, un documento que habla de las tensiones inherentes entre recuperarse de la emergencia de salud y tomar medidas sobre el cambio climático.
El plan analiza el progreso que la organización ha logrado desde 2016 “para respaldar la necesidad de la región de financiamiento para el desarrollo con bajas emisiones de carbono y resiliente al clima y su plan para aumentar la ambición climática de forma continua”, y tiene un fuerte enfoque en alinearse con los objetivos establecidos por el Acuerdo de París.
El BID se asegurará de que sus operaciones ayuden a los gobiernos en la planificación sostenible, las políticas y la transición de los sistemas fiscales para aliar las economías de crecimiento con la acción climática.
También se considera la recuperación como un proceso de desarrollo en un futuro lejano, y si bien el informe se centra particularmente en los próximos cinco años, también toma en cuenta lo que se necesita para que la región logre con seguridad los objetivos de París de construir economías de cero emisiones netas y resilientes al clima para 2050.
Con la ayuda del BID, este enfoque a largo plazo es esencial en la región para asegurar una transición justa a cero emisiones netas y evitar que se quede atrapada en vías de desarrollo intensivas en carbono, que inevitablemente resultarían en más riesgos financieros a futuro.
De manera alentadora, como vimos en la Cumbre sobre la Ambición Climática en diciembre pasado, muchos países de la región anunciaron reducciones de emisiones más ambiciosas para 2030 y establecieron metas para lograr cero emisiones netas para mediados de siglo. Países desde Jamaica hasta Chile están conectando la acción climática con una recuperación sostenible, un beneficio mutuo para cumplir con los objetivos globales del clima y la biodiversidad.
El inmenso daño causado por la pandemia, el empeoramiento de los impactos climáticos, y la fuerte caída en el costo de la energía renovable y los vehículos eléctricos están agudizando la determinación de la región para respaldar esta transformación.
La región debe abrazar esta agenda o, de lo contrario, quedar atrás tecnológica y económicamente, a medida que se acelera la carrera mundial para alcanzar cero emisiones netas.
En este sentido, ahora es el mejor momento para ampliar enormemente los esfuerzos existentes en la región de organizar e implementar planes nacionales de descarbonización.
En noviembre de 2020, el BID publicó un estudio que demuestra que el plan nacional de descarbonización de Costa Rica aportará 41 mil millones de dólares en beneficios netos entre 2020 y 2050. El plan aumentaría, por ejemplo, el secuestro de carbono forestal que conduciría a mayores servicios ecosistémicos, el uso de vehículos eléctricos que mejoren la calidad del aire, y la eficiencia energética dentro de los edificios.
El objetivo del documento es ayudar al gobierno a comprender mejor la política climática y los planes de descarbonización a través de un análisis de costo-beneficio y la recomendación de cambios tangibles e inmediatos.
Ahora el BID está buscando aplicar las lecciones aprendidas a países vecinos como Perú, Chile y Colombia y tiene la intención de promover la participación intersectorial entre los ministerios de medio ambiente y los actores clave del sector privado, lo que puede ayudar a cambiar la discusión únicamente de la mitigación climática a la de desarrollo sostenible. El apetito por una recuperación sostenible está aumentando. Ahora es el momento de aprovechar esta oportunidad.
Publicado originalmente en Climate Home.
Otras lecturas:
- Costos y beneficios de la descarbonización de la economía de Costa Rica: Evaluación del Plan Nacional de Descarbonización bajo incertidumbre
- El empleo en un futuro de cero emisiones netas en América Latina y el Caribe
- De servicios a estructuras.
- El camino a una mejor infraestructura en América Latina y el Caribe
- Infraestructura sostenible y digital para impulsar la recuperación económica post COVID-19 de América Latina y el Caribe:
- Un camino hacia más empleo, integración y crecimiento
- Las estrategias de descarbonización pueden guiar la recuperación sostenible de América Latina
Fuente: Banco Interamericano de Desaroollo - BID Boletín oficial
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"A sacar la lengua (*)
Ilustración fotográfica: 2Secreto revelado: ¿Por qué sacamos la lengua?" en bigbangsnews.com - bajada para PGV
Después de los 60 años uno puede experimentar muchos tipos de enfermedades. Pero el que más me preocupa es el Alzheimer.
- No solo no podría cuidar de mí mismo, sino que causaría muchos inconvenientes a los miembros de mi familia ...
- Un amigo médico le enseñó a otro amigo, un ejercicio con la lengua que es efectivo para reducir la aparición del Alzheimer y también es útil para reducir y mejorar:
1 - Peso corporal
2 - Hipertensión
3 - Coágulos en el cerebro
4 - Asma
5 - Miopía
6 - Zumbido en el oído
7 - Infección de garganta
8 - Infección de hombro/cuello
9 - Insomnio
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Los movimientos son muy simples y fáciles de aprender ....
Cada mañana, cuando te laves la cara, delante de un espejo, haz el siguiente ejercicio: Estira la lengua y muévela hacia la derecha y luego hacia la izquierda 10 veces seguidas
Desde que comenzó a ejercitar su lengua a diario, hubo una mejora en su retención cerebral.
- Su mente estaba clara y fresca y también hubo otras mejoras ...
- 1. Ve mejor de lejos
- 2. No tiene vértigos
- 3. Mayor bienestar general
- 4. Mejor digestión
- 5 Menor gripe/frío
- 6 Se siente más fuerte y más ágil.
Notas.:
- El ejercicio de la lengua ayuda a controlar y prevenir el Alzheimer.
La investigación médica ha encontrado que la lengua tiene conexión con el GRAN cerebro.
Cuando nuestro cuerpo se vuelve viejo y débil, el primer signo que aparece es que nuestra lengua se pone rígida por lo que, a menudo, tendemos a mordernos.
- Al ejercitar tu lengua estimularás tu cerebro."
(*) Este texto fue enviado desde España, muy gentilmente, por la Enfermera Superior Edilma Pineda, para ser publicado en PGV.
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*El siglo XXI será de la espiritualidad o no será" ALBERT EINSTEIN (1879-1955)
FINAL DE LA EDICIÓN de 10,02,2021
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Excelente su ensayo doctor Barajas porque lo normal es que para ser político es improvisar sin bases académicas ni formación de Estadistas cuando el Estado es la mayor Empresa social qye que requiere sólidos conocimientos administrativos, financieras, evaluación de proyectos y desarrollo regional. La muestra la tenemos con las obras absurdas elefantes blancos innecesarias y altamente costosas además de las trampas y peculados. Un candidato a portero o celador tiene bachillerato y muchas veces estudios universitarios. Pará ser político el único requisito es tener cédula sin curriculum vitae
ResponderBorrarLa verdad es que la democracia nos hace iguales, pero no tan igualados.