EDICIÓN DE PGV - Domingo 29 de noviembre de 2020
TITULARES PGV DE HOY
Lea en esta misma ventana, la EDICIÓN PVG DE HOY - domingo 29 de noviembre de 2020:
1. Nota editorial de hoy
2. El régimen venezolano nuevo árbitro de la política mundial
3. Estanislao Zuleta y la educación
4. Tú tienes el reloj, yo tengo el tiempo..
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Nota Editorial - 29 de nov. de 2020
Después de muerto
Por Hugo Arias Castellanos
ariascastellanoshugo@gmail.com
Así es. La muerte física de todos los humanos es el paso definitivo del tangible al intangible, de lo físico a la memoria en lo mental y en lo espiritual.
El cuerpo se deteriora con el tiempo y desaparece por ley natural, unas veces más pronto que otras pero todas las veces se cumple la mortal sentencia.
Para pocos o para muchos y siempre, la muerte de alguien es el incio de la leyenda basada en lo que fue o parece que fue, dependiendo de la óptica y personalidad del observador y del respeto justo y mutuo que se haya tenido.
Cada persona, en su paso forzoso por la Aldea Global, es única e irrepetible; por eso, su memoria y el espíritu que prevalece por poco, por mucho o por siempre, tambien es único e irrepetible.
El pasado 25 de noviembre de 2020 murió Diego Armando Maradona, fulminado por un infarto cardiopulmonar, según han informado los medios de comunicación. Vivió 60 años en su peculiar y muy popular proceso vital que muchos exaltan en lo positivo y que otros no lo aprueban ni comparten.
El hecho de despertar simpatías o censuras después de muerto es normal en el mundo de intereses compartidos o encontrados que sentimos o padecemos los humanos por el privilegio natural de ser humanos. Bien se ha cantado por el pueblo que "nadie es monedita de oro para caerle bien a todos". Sin embargo, a "Dios lo que es de Dios" y a Maradona lo que es de él.
El mundo del fútbol siempre será cuestionado cuando las corrientes de dinero fluyen en él, con un poder tal y una agilidad de gestión que todo lo puede o todo lo compra, crea sus "verdades", la ética a su antojo y sus métodos eficaces, y compra o hace la publicidad para tener negocios exitosos y crecientes.
Desde otro ángulo, el futbol se percibe como una sana pasión que permite su práctica masiva y en casi todas partes y a toda escala; es un elíxir reconstituyente para el espíritu y para el cuerpo; así, es una práctica muy saludable y necesaria socialmente, crea solidaridades casi indisolubles, disciplina y cultura de comportamientos y prácticas positivas. Este es el futbol de la escuela y de la vida de casi todos, sin estratos, con reglas de aceptación compartida y casi sin patrones ni árbitros por la nobleza y carácter de sus practicantes convictos.
Maradona tuvo que aprender a jugar y a tener voluntad, disciplina y entrega para destacarse en el contexto de su origen, edad y crecimiento; ahí descubrió sus habilidades y sus gustos y escogió sabiamente, como muchos lo hacen, con más suerte o con menos suerte, su proyecto de vida y el camino para gestionarlo y relizarlo. Cumplió un proceso y siguió directrices y orientaciones disciplinarias hasta llegar a la cúspide de sus posibilidades y facultades. Llegó a los más altos niveles posibles y por encima de todos o de casi todos los de su especie.
Fue un humano más, con atributos y defectos, pero fue un futbolista de calidades futboleras excepcionales y mundialmente reconocidas, nos deleitó con su deleite personal de clímax futbolero que lo llevó, después de muerto y de inmediato, a los "altares" simbólicos de los dioses de este deporte. Los dioses de todo y de cualquier cosa tienen contradictores y enemigos, y los tuvo y los tiene el Maradona humano - futbolista caracterizado, humilde y solidario, polifacético, caprichoso, atrevido, desafiante, contestatario, altivo y altanero; a su estilo y gusto peculiares, cumplió su mision personal y muchos le aplauden, lo reconocen bien y hasta lo veneran. Ese es el costo y a la vez el premio de la fama de un humano superior con defectos y atributos destacables, como lección de vida, para seguirla en la verdad y el bien, y para corregirla en lo necesario de cada quien que de él se ocupe y en él se detenga.
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2. El régimen venezolano nuevo árbitro de la política mundial
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3. Estanislao Zuleta y la educación
Estanislao Zuleta abandonó sus estudios unos días después de cursar el grado noveno. Desde ese momento se dedicó a leer, conversar, enseñar y pensar. Lector profundo de filosofía, literatura, arte, ciencia política y psicoanálisis; en sentido estricto, es un libre pensador autodidacta. Doctorado honoris causa de la Universidad del Valle con un memorable discurso en defensa de la dificultad, murió relativamente joven, dejando cientos de entrevistas y conferencias, necesarias para rastrear su original pensamiento.
La crítica de Zuleta a la escuela es tan clara como demoledora. La escuela no enseña a pensar. Así lo expresa: “La escuela transmite datos, conocimientos, saberes y resultados de procesos que otros pensaron, pero no enseña ni permite pensar”. La escuela nos prepara para tareas aburridoras, rutinarias y mecánicas, pero no para crear, imaginar e interpretar. Lo que se enseña en la escuela, en general, no sirve en la vida y lo que uno necesita en la vida, en general, no se lo enseñaron en ella.
Los colegios se quedan en lo particular, en el dato, en lo irrelevante y dejan de lado lo esencial: las ideas de carácter general. En ellos se trabaja en múltiples asignaturas fragmentadas. En geografía resaltan el detalle de los accidentes, dejando de lado las relaciones del hombre con el contexto histórico, cultural y espacial. En historia, los hechos particulares dominan la enseñanza, pero no se profundiza en los procesos sociales, económicos, políticos y culturales y en la interpretación de ellos. No se enseña a pensar socialmente.
El álgebra o el cálculo se enseñan de manera aburridora y rutinaria. Se opera con letras, sin sentido y sin lógica, pero no se convierte la matemática en una ejercitación de los procesos deductivos y abstractos del pensamiento formal. Es más, no se enseñan matemáticas, sino a resolver mecánicamente los algoritmos. Tampoco lo aprendido puede ser transferido para resolver problemas del mundo cotidiano. El cálculo no lo usan los estudiantes en el mundo real y tampoco les ayuda a pensar mejor.
Si Estanislao Zuleta volviera a nacer, quedaría impactado. Colombia desaprovechó las tres últimas décadas para transformar la escuela en la dirección que él propuso. Casi nada se ha hecho al respecto. A pesar del impulso que le dio la Ley General de Educación de 1994 y del Movimiento pedagógico de los años ochenta y noventa, no se pudo consolidar el cambio, porque, como decía el maestro Abel Rodríguez, se implantó la contrarreforma educativa. También, hay que reconocerlo, el movimiento sindical del magisterio abandonó el debate pedagógico y se concentró en la reivindicación gremial. En la práctica, ambas cosas impidieron que se transformaran los fines de la educación, los currículos y el papel de los maestros y de las instituciones educativas. Por eso, la crítica de Zuleta al sistema educativo colombiano, es más válida hoy que ayer.
Para alcanzar la finalidad de la que hablaba Zuleta, se necesitaría repensar las finalidades de la educación y el papel del maestro y de las instituciones educativas. Esto no sería posible sin una profunda transformación pedagógica y curricular. Los Derechos Básicos de Aprendizaje implementados recientemente por el MEN, van en un sentido exactamente contrario al planteado por Zuleta.
La tarea esencial de la educación, en términos de Zuleta, es “formar individuos amantes de la ciencia, el arte y las libertades democráticas”. Eso sólo es posible con docentes que contagien de pasión a sus estudiantes y que cultiven las preguntas, la lectura crítica y el debate argumentado. Esto lo impide una educación centrada en asignaturas aisladas y que no vincula activamente a los estudiantes en el proceso. Obligar a pensar, es tan absurdo como obligar a amar. Por eso, -dice-, “de los pocos profesores que a uno le queda un buen recuerdo, son precisamente aquellos que se les notaba que amaban lo que hacían”.
La escuela necesita de docentes reflexivos, que, gracias al impulso de la lectura y el debate, conviertan las opiniones de los alumnos en ideas argumentadas sometidas al análisis crítico. La lectura para Zuleta es, esencialmente, una interpretación, un diálogo reflexivo con el autor. Una conversación entre las ideas de él y las del lector. Por eso, -decía- “siempre hay que leer desde una pregunta”. Leer es rumiar, trabajar y reelaborar. La antítesis de lo que hoy nos quieren vender como “cursos de lectura rápida”. La lectura, como el amor, se cuece a fuego lento. La educación –nunca hay que olvidarlo- es un campo de combate. Por eso, fue siempre un crítico agudo del dogmatismo y habría sido implacable contra quienes quieren limitar la libertad de cátedra en las aulas. Pensar implica dudar, interpelar, debatir y reelaborar. El dogmatismo, por el contrario, parte de verdades sobre las que nadie duda: ¡se afinca en absolutos! Puede ser un dogma científico, político o religioso. No importa, en todos los casos se limita la reflexión, la duda y la argumentación. “No se puede respetar el pensamiento del otro cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro solo puede ser error o mala fe”. La ciencia tiene que poner en duda todo principio y todo dogma. De allí que el papel de la educación tiene que ser, “llevar las verdades, hasta sus últimas consecuencias”, cuestionar y enseñar a pensar y dudar.
Zuleta no lo alcanzó a ver, pero algunos países avanzaron parcialmente en la dirección planteada por él para el sistema educativo. Finlandia, por ejemplo, está trabajando en esa ruta y para ello, tienen previsto desde 2022 eliminar las asignaturas y concentrarse en siete competencias esenciales, una de ellas, el pensamiento crítico. En 1998 Chile hizo una reforma educativa para enfatizar en dos competencias: la lectura y el pensamiento crítico. Diversos países del mundo vienen trabajando hace unas décadas en la misma dirección y por eso las llaman las competencias del siglo XXI: pensar, leer, convivir y trabajar. Pero eso es mucho más claro en diversas instituciones educativas que en sistemas educativos completos o en proyectos impulsados por el Estado.
De manera análoga a Zuleta, hemos propuesto en los últimos treinta años concentrar la educación en el desarrollo de tres competencias: pensar, comunicarse y convivir. La tesis es que estas competencias tendrían que ser transversales. Según este postulado, todas las asignaturas de todos los grados y de todas las áreas, deberían enseñar a pensar, a comunicarse y a convivir. Creemos que a eso debería dedicarse la educación básica. El MEN no ha impulsado ninguno de los cambios necesarios, el sindicalismo está dedicado a defender las reivindicaciones gremiales de los docentes, la tradición no lo ha permitido y la consecuencia es que la escuela sigue sin enseñar a pensar. De esta manera, se debilita el desarrollo humano y la democracia.
¿Qué podríamos hacer hoy en día para desarrollar el pensamiento en los colegios? Debería haber un área para cualificar el pensamiento y, al mismo tiempo, todas las demás áreas deberían consolidar los conceptos y los procesos de pensamiento. El área de pensamiento tendría la función de garantizar el ejercicio mediado de los procesos de pensamiento e impulsar la creatividad. El área fortalecería los procesos de pensamiento propios de cada ciclo del desarrollo, iniciando durante el primero con los procesos de seriación y clasificación; y terminando en el último con la ejercitación del pensamiento argumentativo y deductivo.
Así mismo, habría que enseñar a pensar sobre cómo pensamos. Lipman, quien creó el programa de filosofía para niños, decía: “Si lo que buscamos es mejorar la capacidad de razonamiento de los niños, lo mejor que podemos hacer es enseñarlos a pensar sobre su propio pensamiento”. Los discípulos de Piaget lo llamaron metacognición, e implica enseñar a planear, evaluar y reelaborar nuestros propios pensamientos.
Enseñar a pensar es una tarea necesaria y prioritaria si queremos consolidar la democracia en Colombia. ¿Será por eso que hay tanta resistencia a hacerlo? Leer a Zuleta, nos ayudaría a resolver la pregunta anterior, a dudar y reflexionar, incluso, sobre lo que aquí se postula.
Inició como profesor en un colegio público del sur de Bogotá. Creó hacia 1985, junto a su hermano Miguel y otros educadores, el modelo conocido como Pedagogía Conceptual y, más tarde, el de Pedagogía Dialogante5, ambos reconocidos en América Latina. Su propuesta pedagógica fue implementada desde el año 1988 en el Instituto Alberto Merani en Bogotá del cual es miembro fundador y director, desde 1996. El conocimiento teórico y práctico de la pedagogía, le ha permitido hacer propuestas educativas en Colombia7 y América Latina con propuestas orientadas a una reforma que garantice finalmente los más altos niveles de calidad educativa. (es.wikipedia.org - bajado para PGV)
Entrevista realizada a:
MOUSSA AG ASSARID (Touareg, nómada del desierto).
No sé mi edad. Nací en el desierto del Sahara, ¡sin papeles!
Nací en un campamento nómada Tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo.
- ¡Qué turbante tan hermoso!
- Es una fina tela de algodón. Permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.
- Es de un azul bellísimo.
- A los Tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados.
- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los Tuareg, es el color del mundo.
- ¿Por qué?
- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
- ¿Quiénes son los Tuareg?
Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
- ¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio. Yo lucho por preservar este pueblo.
- ¿A qué se dedican?
- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio.
- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba. Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre. Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
- ¿Sí? No parece muy estimulante.
- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas. Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
- Saber eso es valioso, sin duda.
- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!
- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro.
- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja.
- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer? me pregunté. Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida. Vi correr el agua y sentí ganas de llorar.
- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...
- ¿Tanto como eso?
- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.
- ¿Qué pasó con su familia?
- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: Mi madre estaba ayudándome.
- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...
- Y lo logró.
- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.
- ¡Un Tuareg en la universidad!
- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas; allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra. Aquí, por la noche, miran la televisión.
- Sí. ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
- Tienen de todo, pero no les basta. Se quejan. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Se encadenan de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa. En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...
- Fascinante, desde luego.
- Es un momento mágico. Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor. La calma nos invade a todos, los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor.
- ¡Qué paz!
- Aquí tienen reloj, allí tenemos tiempo...
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