UNO QUE OTRO MENSAJE UNIVERSAL Por Eduardo Barajas Sandoval
Uno que otro mensaje universal
Por Eduardo Barajas Sandoval (*)
Si en algún momento la Asamblea General de las Naciones Unidas debería
haber adquirido, o convalidado, su carácter de foro de interés e
importancia para todo el mundo, ha debido ser la reunión de este año de
tinte apocalíptico.
Como, en las siete décadas y media de su existencia, la Asamblea jamás
se había reunido bajo la presión de un enemigo común, la oportunidad
habría sido favorable para abordar al menos el problema de la pandemia,
con el ánimo de buscar un ambiente de cooperación que permitiera
fórmulas comunes para enfrentarlo. Precedente que debería servir para
afrontar otros, que golpean hoy o asechan al mundo entero, mientras de
paso profundizan una desigualdad que hace infeliz a más de medio género
humano. Pero el tiempo se ha esfumado y la oportunidad también.
Ya se sabe que el foro de la Asamblea General de las Naciones Unidas
tradicionalmente ha visto un desfile de personajes a quienes por lo
general se les nota que se sienten desubicados en la tribuna con el
fondo verde que vio a Nikita Kruschev quitarse el zapato para golpear el
atril, y a Fidel Castro cantarle la tabla al capitalismo salvaje.
Por lo demás, jefes de una y otra tribu han pasado cada año a recitar
sus discursos ante un auditorio casi siempre vacío. Con motivo de la
reiteración adormecedora de esa obra de teatro, poco a poco se fueron
opacando inclusive los jefes de las tribus mayores, cuya credibilidad se
ha ido desvaneciendo ante el embate de fenómenos que, por su naturaleza
compleja, universal y no típicamente política, escapan a su control.
Es muy posible que el descenso de la significación de jefes de estado y
de gobierno sea una muestra más de la decadencia de la clase política,
que ya no tiene el monopolio, ni mucho menos, de la atención pública,
ligada ahora a fenómenos que escapan al control de políticos,
profesionales o improvisados, elegidos para liderar apenas algunos de
los aspectos sustanciales que afectan hoy la vida de las naciones.
El momento es propicio para establecer qué oficio ponerles ahora a
gobernantes y organizaciones internacionales en un mundo de evidente
globalidad que se aleja de los temas que ellos tradicionalmente han
manejado.
Tal vez sea hora de pensar en qué tareas asignarles y qué tipo de
cuentas pedirles a los políticos en un mundo que ha roto muchas
barreras, fundamentalmente las más difíciles de cuantificar, como pueden
ser las de naturaleza cultural, que mueven sentimientos frente al
destino de las naciones y a su sentido y aspiraciones en torno al fin
supremo de la felicidad.
Ahí está el reto de saber exigirles que obren con acierto frente a los
caudales de aspiraciones humanas que transitan por los circuitos del
comercio, la música, y los argumentos difundidos en contado número de
caracteres acerca de una infinidad de temas, bajo la guía de profetas
prácticamente invisibles, casi imaginarios, de edad indeterminada,
capaces de producir interpretaciones de hechos y oleadas de convicciones
pesadas o livianas que buscan satisfacer anhelos de toda índole.
Frente a ese mundo complejo y vibrante, que desconoce cada día más los
estereotipos de la burocracia tradicional, nada más tedioso y carente de
atractivo que escuchar novatos o veteranos de la política, como se ha
conocido hasta ahora, que obran como si el tiempo se hubiera detenido en
épocas que para las nuevas generaciones, y las nuevas necesidades,
parecen parte del paisaje de la prehistoria.
De paso, en razón de la exigencia implícita de relevo generacional en la
conducción del mundo, nada más desesperanzador que observar, y
soportar, discursos de presidentes jóvenes que, en lugar de representar
el presente y alumbrar el futuro, se aferran al modelo de sus
antecesores, como si esa fuera su obligación, y no la de innovar y
demostrar algo de esa audacia que puede ser clave del progreso de las
naciones.
Justamente de las nuevas generaciones de gobernantes deberían salir
ideas renovadas y renovadoras frente a problemas de naturaleza verdadera
internacional, ante los cuáles más vale la pena proponer alternativas
de cambio verdadero, en lugar de reiterar postulados en defensa de
políticas cuyo fracaso es ostensible, como el de la lucha tradicional
contra el narcotráfico, cuyos parámetros nadie se ha atrevido a cambiar.
Pero, nada. Otra vez vino el desfile que reemplaza cualquier debate
constructivo. Otra vez la sucesión de personajes que le hablan sobre
todo al público y a la prensa de su país, aunque de pronto digan una u
otra cosa que ya quisieran alguien tomara en serio.
Lo único innovador ha sido la modalidad de las intervenciones desde la
casa de cada quién, con banderas y adornos de fondo, diseñados por sus
propios publicistas, de manera que aparecen como iluminando al mundo con
informaciones que casi nadie quiere oír.
Trump, en plena campaña y fiel a su discurso nacionalista, aprovechó
para reclamarle a China por haber lanzado el coronavirus contra el
mundo, al haberle cerrado el paso hacia el interior de su país, mientras
le abría el camino para que viajara al exterior.
Xi Jinping, para contrastar, tomó actitud de líder de talla mundial,
adoptó tono conciliador, pidió cooperación ante la pandemia, y dijo que
China no tenía intención de librar con nadie ni una Guerra Fría ni una
caliente. Que no hay que politizar el tema, y que el Covid 19 no será la
última crisis que enfrente la humanidad, por lo que es necesaria la
unión que permita estar preparados para enfrentar nuevos desafíos
globales.
En pandemia global - elespañol.com - Ilustración bajada para PGV
Boris Johnson también se refirió al “enemigo común” del momento,
protestó por el deterioro de los lazos entre los líderes mundiales, dijo
que la noción misma de “comunidad internacional” está hecha jirones, y
propuso un frente para salir del coronavirus y adelantarse a repeler el
embate de otras pandemias. Todo muy bien. Solo que Charles Michel,
Presidente del Consejo Europeo, denunció la anunciada maniobra
politiquera de Johnson en el sentido de desconocer aspectos del Brexit,
actitud reprochable por parte de un país de la significación del Reino
Unido.
Ahí han estado otra vez. La mayoría con su cantaleta local o regional.
Algunos aprovechando la tribuna para darse ínfulas de líderes más allá
de sus fronteras, donde en realidad nadie les pone atención. Otros
tramitando quejas respecto de sus vecinos, como si negar la diplomacia
directa les sirviera de mucho. Y muy pocos con ganas, al menos, y con
voz suficiente, de tramitar uno que otro mensaje de interés universal.
Será en adelante responsabilidad ciudadana, a escala internacional,
exigir que el contenido de los discursos y el oficio de políticos y
organismos internacionales tengan significado idóneo para la vida el
presente y del futuro.
Fuentes: El autor y https://www.elespectador.com/o
EL ESPECTADOR 29 de septiembre de 2020
- Conferencista
- Alto directivo académico, y docente en la U. del Rosario - Bogotá
- Ex Secretario general de la Presidencia de la República
- Ex Secretario de Educación de Bogotá D.C.
- Ex Embajador de Colombia en Hungría
- Ex Rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia
- Escritor y Columnista en periódicos de circulación nacional e internacional.
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