SON LAS ENERGÍAS RENOVABLES RETO POLÍTICO ?


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(fotografía bajada de Google por Universidad Grande de la Vida - UGV )

U.G. ARIAS MSc, MBA
Civil Strategy Engineer

En el “orden” mundial, las energías renovables están en el centro de las estrategias para lograr disminuir la dependencia de combustibles fósiles y de paso las emisiones de carbono¸ es un “gana-gana” teórico desde donde se le mire.

La posibilidad de almacenar electricidad ha sido considerada el factor clave para lograr un verdadero impacto en la contribución de las fuentes generadoras de electricidad no convencionales como las celdas fotovoltaicas o los molinos de viento. La razón es simple; el carácter aleatorio de las fuerzas de la naturaleza es un factor determinante en la eficiencia de la generación con renovables, un día sin vientos o un día con muchas nubes puede bajar los niveles de generación energética considerablemente, haciendo necesaria una conexión permanente de respaldo, en caso que se presente la eventualidad que no haya suficiente generación a través de las instalaciones de las energías “renovables”.

A gran escala, hablando de una región o un país con suficiente infraestructura para aprovechar las energías renovables, las criticas surgen porque aun teniendo gran capacidad generadora instalada, el riesgo de no generación en un determinado momento está siempre presente. Algunos expertos hablan de la posibilidad de reducción del riesgo mediante la instalación de más paneles solares y molinos de viento, de tal manera que si en una parte del país no sopla el viento es muy posible que en otra el sol brille; no obstante, esta solución implica una inversión de capital de grandes proporciones, donde la variable política se convierte en el factor limitante.

Pocos países están en condiciones reales de invertir en capacidad generadora de energías renovables, distribuidas a lo largo y ancho del territorio y donde la posibilidad de generación puede ser altamente ineficiente durante semanas enteras. Una inversión de esta naturaleza requiere de una coordinación estatal al detalle; por esta razón es poco probable que ocurra, incluso en sociedades altamente tecnificadas.

Una alternativa es tener una mezcla energética diversa, donde las renovables tengan una repartición distribuida de acuerdo con la mayor eficiencia posible. Como en el caso anterior, la coordinación del estado tiene que ir acompañada de una política energética de gran calado.

En países como Inglaterra o Alemania, donde las agenda 2020 de des-carbonizacion de la industria avanza con cierto existo, la generación eléctrica distribuida  (Distributed Generation) es ya una realidad y se anuncia en el horizonte cercano el desarrollo de un mercado saludable de pequeños generadores “renovables”, donde las pequeñas hidroeléctricas tienen cabida. Hasta este año (2015), la industria ha estado altamente subsidiada con el propósito de atraer inversiones al sector. Después de más de una década de subsidios, empiezan a aparecer proyectos cuyo periodo de retorno de la inversión es de cinco años y ya no requieren de la ayuda estatal para ser rentables. Sin duda, esto constituye un modelo a tener en cuenta sobre cómo una política de estado estructurada, que hace uso de los recursos de la nación a través de subsidios, puede desarrollar los mercados, reducir emisiones y disminuir la tarifa energética de los hogares.

Cambio de Paradigma del mercado eléctrico

El anuncio de la puesta en el mercado de una batería suficientemente potente para la demanda de un hogar, primero por Tesla Corp y seguido por otros productores, es un cambio de paradigma en cuanto al consumo de energía y el negocio asociado que ha pasado de agache hasta ahora. Las consecuencias en el mediano plazo pueden ser determinantes en cuando a la estabilidad financiera de las compañías que dominan los mercados eléctricos.

Baterías eficientes en el largo plazo significaran la independencia energética de los hogares. Indudablemente desconectarse de la red eléctrica y empezar a generar electricidad a nivel casero suena utópico, más aun ahorrar en tarifas, impuestos y recargos; sin duda esto daría a las familias una libertad de gasto importante. Según estimativos de expertos, hoy en día por unos U$10,000 una casa de tres habitaciones puede adaptarse para tener celdas fotovoltaicas para generar electricidad en los días de menos luz solar del año, según el mismo estimativo un retorno de la inversión se logra entre 10 a 15 años.

Una casa energéticamente independiente es solo viable si la energía generada durante las horas de luz solar (o viento) es almacenada para ser consumida durante las “horas oscuras”. Sin esta premisa superada, durante  las “horas oscuras” se correría el riesgo de quedarse sin generación y por lo tanto se necesitará de una conexión a la red eléctrica basa; esto, es lo que hoy tenemos. Aunque hay baterías de diversas capacidades en el mercado, el costo es aún elevado para un uso masivo.

Para poner las cosas en contexto, un hogar promedio necesitaría de una batería con una capacidad diez veces mayor a la de un automóvil. Recientemente Tesla Corp. anunció que su batería para los hogares ha pasado de la etapa de experimentación a la de mercadeo, siendo el año 2016 cuando las ventas empiecen. Para 2018 otras compañías como Hitachi o General Electric tienen proyectado participar en este mercado naciente. Para 2020, la combinación de baterías para el hogar y paneles solares eficientes -que valgan una fracción de lo que cuestan hoy-, harán lógico invertir en la independencia energética de los hogares.

Hay que anticipar que esto será factible solo si las fuerzas dominantes del mercado energético dejan que los nuevos actores se consoliden, lo cual seguramente será resistido a través de regulación e impuestos que limiten el uso de las renovables a proyectos de gran escala y a una generación centralizada.

Es lógico anticipar que las compañías energéticas emprenderán un “lobby” para que el cartel que han conformado no se vea afectado. Hoy ya se ven movimientos en este sentido, cuando aún sin tener un mercado de baterías consolidado, ya existe legislación para controlar el uso de estos dispositivos en cierto países europeos; donde se estudia la posibilidad de incrementar las tarifas para quienes almacenen energía suministrada a través de las redes nacionales existentes, mayores recargos de respaldo -pago por la energía generada, así ésta no haya sido usada-. En España por ejemplo, estas iniciativas legislativas tienen un precedente convertido ya en ley impositiva, el impuesto a la generación distribuida en los hogares, donde generar ahora es cargado con impuestos.

Para fortuna del consumidor, España no es realmente modelo de referencia en la lucha contra la ineficiencia enérgica, otros países, como Alemania o USA, ven con buenos ojos que los consumidores generen su propia energía para de esta manera reducir el monto necesario para desarrollar nuevas plantas generadoras. Si se genera a nivel casero, no se necesita una planta eléctrica de gran escala para suplir hasta la energía base requerida. En el mediano plazo, la expectativa es que la capacidad de generación de estos países con plantas convenciones y renovables de gran escala cubra la demanda del sector industrial.

Es lógico que las empresas generadoras de energía vean una amenaza si sistemáticamente los hogares dejan de ser sus consumidores naturales. Tarde o temprano, como en cualquier salto tecnológico, las empresas dominantes tendrán que ceder y mirar adelante. En España y América Latina, la existencia de monopolios energéticos cercanos a los círculos del poder político tienden a pervertir el mercado y rezagar la región continuamente. Algo que deben plantearse estas empresas es que liberando la capacidad que hoy demandan los hogares, esta energía puede re-orientarse al sector productivo para un mayor crecimiento económico, en medio de este círculo virtuoso de crecimiento, el consumo de energía aumentara necesariamente. Estratégicamente, las empresas energéticas deberían orientar sus esfuerzos hacia el desarrollo de capacidad de  generación con renovables por una parte para contribuir en la lucha contra el calentamiento global y la pobreza; por otra parte deben enfocarse a suplir la demanda del sector industrial de una manera eficiente y abordable para las nuevas industrias del siglo XXI. 

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